El impacto global de El Eternauta, la serie basada en la icónica historieta argentina, sigue sorprendiendo tanto a propios como a extraños. Así lo vive César Troncoso, quien reconoce que esta producción, que tiene como una de sus figuras estelares a Ricardo Darín -y que ha estado entre los más vistos de Netflix- ha sido una experiencia única en su carrera. En una extensa charla con La Mañana, el actor compartió detalles de su interpretación del Tano Favalli y subrayó el enfoque colectivo del relato, el “color argentino” como diferencial y el desafío de estar a la altura del original. Además, remarcó la relevancia del apoyo estatal a la cultura.
¿Qué tiene esta serie que en pocos días se ha convertido en un fenómeno mundial?
Hay un montón de datos que no estoy en condiciones de analizar, porque no sé por qué la serie, por ejemplo, está funcionando tan bien en India. Lo que sí me imagino es que, a nivel regional, sobre todo del Río de la Plata, El Eternauta, la historieta original de Héctor Germán Oesterheld y de Solano López, era muy conocida. Es vieja, pero justamente es medio fundacional de la historieta argentina, una de las más icónicas. Entonces, había todo un movimiento de fanáticos que tenían entusiasmo por ver esta serie de una vez por todas. Por otro lado, la presencia de Ricardo Darín en su primera serie para Netflix es un dato con el cual la plataforma hizo promoción y es muy groso, porque Ricardo es, yo creo, la figura latinoamericana más reconocida, por lo menos en Hispanoamérica. En Brasil, en la época en que yo laburaba allá, lo amaban. Y después hubo una muy buena campaña de expectativa creada por Netflix, que también fue caldeando el ambiente para que todo esto fuera un bombazo el día de su estreno. A nivel internacional, yo lo veo por el lado de la expectativa que genera que una serie de ciencia ficción con estas características se cree, pero no en el lugar natural para crear estos proyectos, que es el norte, los Estados Unidos, sino que es una serie basada en una historieta que sale de Argentina, un país muy prestigioso a nivel cinematográfico, pero que no tiene mucha tradición de ciencia ficción filmada. Esas son las cosas que entusiasmaron a la gente. Cuando digo que se filmó en Argentina, digo que tiene “color argentino”, que es un diferencial. Es la misma razón por la que uno mira series polacas, coreanas o nórdicas, que se corren un poco de lo establecido que es lo estadounidense.
Justamente, la serie muestra la realidad argentina, las calles, la emblemática Gral. Paz, hay un fuerte mensaje de Malvinas, se escucha a Gardel, rock argentino. Como uruguayo, ¿cómo vivió esa parte argentina que muestra lo que son ellos, de alguna manera, tan iguales y al mismo tiempo tan diferentes a nosotros?
Precisamente, por eso que decís, lo viví muy bien. Somos tan distantes y tan próximos. Mejor dicho, somos tan enojones los uruguayos con los argentinos y muchas veces ellos nos subestiman a nosotros, pero también tiene que ver con esa familiaridad. Si no somos dos pueblos hermanos, somos dos pueblos primos. Todo lo que ellos generan como argentinidad nos seduce y nos irrita a la vez. Pero lo entendemos todo, lo conocemos todo. Yo me pasé toda la infancia viendo novelas argentinas, programas de humor argentinos. Me acuerdo de La Tuerca, de Olmedo, de El amor tiene cara de mujer. En mi casa miraban Nuestra galleguita, que mi vieja y mi viejo eran gallegos. Esta es una serie argentina, me parece lo más natural que muestren cómo y quiénes son. Y para nosotros, para mí en particular, que trabajé con ellos, siempre fueron hermosa gente, encantadores, amabilísimos conmigo, tipos muy queribles.
¿Cuál fue el mayor desafío de trabajar en una serie con tanta carga simbólica, política y cultural?
El desafío era estar a la altura del original y de las expectativas del público más cercano a la historieta, que era el rioplatense. Durante mucho tiempo, en la previa, mucha gente sospechaba que la adaptación podía ser compleja. Había gente que desconfiaba de ella. La figura de Darín, que es un poco mayor que el personaje original, generaba suspicacias. La serie fue muy respetuosa con la pieza original de El Eternauta. En ese sentido, me quedo muy tranquilo, porque el núcleo fuerte se mantuvo. Por ahí pasaban los riesgos, pero fueron muy bien resueltos, entre otras cosas porque Bruno Stagnaro, el director de la serie, es un fanático de la original.
¿Qué sintió al ser convocado para formar parte de una historia tan icónica?
Quedé bastante shockeado al principio. Cuando vos te enterás de todas las características de la serie, Netflix, K&S Films –la productora argentina–, Bruno Stagnaro al frente del proyecto, Ricardo Darín, quedás medio impresionado. Además, El Eternauta es una historia que yo conozco hace muchos años porque leía historietas en los 80 en mi juventud, entonces ya tenía muchas referencias, sabía de qué se trataba. Quedé impresionado, fascinado, agradecido. Todo eso es un cúmulo de emociones mezcladas. Y asustado también.
¿Por qué?
Porque el baile era de gala, y uno tiene unas ropitas ahí, pero tampoco sabe si son adecuadas para bailar esa música. Porque el proyecto era muy groso, y lo que me estaban ofreciendo era un rol coprotagonista muy fuerte. Mi personaje, el Tano Favalli, es probablemente el más querido de la historieta original. Era un viaje de muchas responsabilidades, pero me parece que salió bien.
Usted tiene una gran trayectoria. ¿Cómo vive a esta altura de su carrera y de su vida este éxito reconocido en el mundo entero? ¿Qué implica llegar a una plataforma global como Netflix con una historia tan potente?
Está bárbaro. Yo en Netflix ya estaba en Infancia clandestina, una película que hice con Benjamín Ávila, y había algunas cositas también. El vendedor de sueños estuvo durante la pandemia en Netflix y con mucho éxito. Pero esto es otra cosa, por lo que implica también para el audiovisual latinoamericano. Yo he tenido algunos éxitos, pero esto me parece que es un antes y un después. Cuando uno hace este tipo de trabajo, uno está preparado para que el ojo ajeno vea una cosa sublime o un desastre. Yo agradezco que la mirada de la gente haya sido positiva.
¿Hubo algo que le llamara la atención de las reacciones del público?
Me llamó la atención que recibí muchos mensajes muy cariñosos y muy respetuosos de personas diciendo que les encantó mi trabajo, que el Favalli que muchos de ellos imaginaron cuando leían la historieta y yo éramos el mismo, que lo representaba perfectamente. Que no sabían quién era y que sin embargo había hecho un maravilloso trabajo. Uno recibe esos elogios habitualmente, pero en otras cantidades. Se te acerca la gente, te dice cosas, pero no con esta intensidad.
Recién lo nombraba a Darín. ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con él?
La experiencia fue bárbara. Darín es un tipo preocupado por la serie, muy responsable con el trabajo, que tiene una actitud muy positiva. Está siempre de buen humor, haciendo bromas, tonteando. A mí me gusta porque en eso yo me parezco bastante a él. Somos dos guarangos fuera de rodaje, buenamente guarangos. Y lo mismo pasaba con el elenco. Todo el elenco fue muy amistoso, muy amigable, hicimos buenas migas. Y a la cabeza de todo ese grupo estaba Ricardo, que es la figura de la serie. Y él, sabiendo eso, tomó ese lugar divinamente, porque ayudó cada vez que pudo. Ensayaba dos o tres veces las escenas con algún actor con menos experiencia, pero no para afirmarla él, sino para darle una mano al otro actor. Te pasaba piques técnicos, te decía dónde pararte para que la luz te pegara mejor, te arreglaba la ropita del personaje antes de la toma. Un tipo que entendía lo que la serie pregona: nadie se salva solo. Para tener una gran serie debemos tener un gran grupo trabajando en ella.
En efecto, la historia subraya la importancia de la acción en grupo frente a la adversidad. Los personajes se organizan y resisten colectivamente, contrastando con el héroe individualista clásico. ¿Ese es el mensaje que busca transmitir?
Sí. Es cierto que uno está habituado a la construcción de héroes individuales, omnipotentes, y acá lo que se intenta es justamente lo contrario: construir héroes que surgen del propio colectivo. Juan Salvo es un ser humano común y corriente, es un tipo que ante una circunstancia adversa tiene que salir a tomar decisiones que no deseaba. Lo mismo el resto de la gente que participa del grupo. Eso es lo que pasa en la vida, porque uno está habituado a pensar en la figura solitaria que salva al mundo, pero el mundo no se salva con una única persona. Es lo que la serie nos recuerda, sobre todo en estos tiempos en los que de algún modo se pregona bastante el individualismo. El otro mensaje es que los viejos funcionan, que también es interesante, sobre todo teniendo en cuenta la edad de Ricardo y la mía, que somos gente grande. Se hace referencia a que lo viejo funciona, recuperando aquellos objetos del pasado, pero también con una referencia directa a nuestros viejos.
Su personaje es contradictorio, muestra cierta valentía en algunos momentos y a su vez cierta cobardía cuando aparecen los alienígenas. También cuando afirma que de su casa no se va a mover y luego que tiene que irse inmediatamente. Es un personaje complejo. ¿Le costó mucho meterse en la piel del Tano Favalli?
No. Tengo la tentación de contestarte: lo hice siendo yo mismo un personaje complejo, porque hay algo de eso. El “Tano” va y viene, avanza y recula, porque está ante una situación excepcional, y uno no sabe qué, de todo lo que pasa por su cabeza, será lo más adecuado. Que es un poco lo que le pasa a la gente. Yo he tomado decisiones y he dudado de las decisiones que tomé todo el tiempo hasta ver si salían bien o mal. Esa es una de las virtudes del guion, que es construir personas que no son de una sola pieza, no son todos buenos y exitosos. En el caso de Favalli, no es un sabelotodo, es un tipo que tiene mucho conocimiento pero que a veces le erra, a veces toma decisiones egoístas, a veces toma decisiones equivocadas, a veces duda, a veces tiene miedo. Y cinco minutos después de tener miedo de una cosa, con otra cosa es absolutamente valiente. Lo construí con mis propias vivencias, porque lo que me presentaron delante como personaje es un ser humano. Es un ser con el cual podría empatizar muy fácilmente, justamente porque me pasan las mismas cosas.
En un mundo cada vez más globalizado, ¿cómo ve el rol del actor latinoamericano en las grandes producciones internacionales? ¿Este tipo de productos pueden hacer que se abran más puertas para actores del Río de la Plata?
Yo imagino que sí, que esas puertas están abriéndose cada vez más, más allá de la postura de Trump con la migración, que está yendo en sentido opuesto a la globalización que venía dándose. El mundo está atravesando un momento complejo. En la serie aparece, por ejemplo, una delivery venezolana, que en el original no estaba, evidentemente, y eso tiene que ver con la nueva realidad de nuestros países. El mundo se transformó, y para representar a ese mundo vas a necesitar actores de diferentes orígenes, y entre ellos están los latinos. Yo creo que se abren oportunidades.
¿Qué opinión tiene sobre el apoyo estatal a los proyectos culturales, teniendo en cuenta que últimamente han sido bastante cuestionados tanto en Argentina como en Uruguay?
Yo creo que es muy inteligente que el Estado apoye. No sé bien cómo se financió la serie de Netflix, hay gran parte de capitales que son privados, seguramente, pero hay un montón de gente diciendo: “¿Vieron cómo se pueden hacer series sin el apoyo del Estado?”, como si eso fuera un ideal a seguir. Es cierto que se hizo en esas condiciones, pero ¿dónde se formó Bruno Stagnaro? Se formó en Argentina. ¿Y Netflix hubiera financiado la primera película de Bruno Stagnaro? ¿Se la hubiera financiado a una persona que nunca hizo una película? Probablemente, no. Entonces, ¿cómo hacés para formar los cuadros técnicos y artísticos que vas a necesitar mañana para que las grandes plataformas vengan a trabajar contigo? Lo tenés que pagar vos.
Lo que vos no podés permitir, que es lo que a veces se confunde, son algunos actos dudosos. Se decía que en el Incaa (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) había gente que metía la mano en la lata y hacía cosas horribles. Si vos detectás un delito, andá contra la persona, pero no cierres el instituto. A mí no se me ocurre cerrar Ancap porque alguien vende nafta adulterada. Vos no deshacés una actividad económica que te da resultados. No te olvides de que Argentina tiene dos Oscar. ¿Qué país de América Latina tiene el prestigio cinematográfico que tiene Argentina? Ninguno. Muy pocos. Pero hay que saber separar. El Estado es una herramienta de todos para ayudarnos a todos. Y vos no podés distraerte de un área específica porque la considerás inútil. Porque hay un montón de otros ciudadanos que considerarán inútil fomentar la pesca porque no comen pescado. Lo que hay que hacer es, si hay algún acto presumido de corrupción, investigar y deshacer ese nudo maligno, pero no pulverizar un instituto. Porque, además, después, cuando tenés gente formada haciendo películas con subsidios de tu instituto de cine, esa gente que no puede hacer la película solo con esa plata, sale a buscar coproductores y te termina entrando más dinero del que pusiste.
Muchas veces resuena esa falsa oposición de que el Estado no debería subsidiar eventos culturales, sino que tendría que destinar ese dinero a mitigar la pobreza, por ejemplo. ¿Qué lectura hace al respecto?
Exactamente, son falsas oposiciones. El Estado tiene que atender a sus ciudadanos, y eso no se hace solamente dándoles de comer. A los ciudadanos se los atiende educándolos, dándoles una vivienda, dándoles servicios y dándoles herramientas para el disfrute. Porque disfrutar también es pasarla bien, es tener un mejor nivel de vida. Si vos lo único que hacés es matarle el hambre a alguien, ese alguien va a estar bien comido, pero no va a tener una vida de calidad. La vida de calidad, por lo menos en nuestros países, también pasa por tener acceso a bienes culturales, que no son superfluos. La cultura que muchas veces se ningunea es la que hace que seamos uruguayos y no africanos, o la que hace que los africanos sean de África y que no sean de Estados Unidos. Es lo que nos diferencia y es lo que podemos aportarle al mundo. Hay un malentendido bravo, del cual alguna gente se aprovecha, cuando se piensa que no hay que apoyar esas cosas. Hay que hacerlo porque la gente no es una maquinita de comer y dormir.
Si pudiera hablar con el César joven que recién comenzaba en esto de la actuación, ¿qué le diría?
Le daría un consejo. Le diría: perseverá, seguí hacia adelante en este camino que va bien y que allá lejos, en el futuro, te va a dar resultados.
Entre el escenario y la pantalla
Además de haber logrado grandes éxitos en cine y televisión en diversos países, Troncoso nunca abandonó el teatro y no planea hacerlo. El jueves 15 de mayo, junto a Diego Delgrossi y Franklin Rodríguez, presentará Nuestras mujeres en San José, y la última función tendrá lugar en el Teatro Movie el viernes 16.
Para más adelante tiene planificado participar de una película en coproducción entre Uruguay y Bolivia y también lo han sondeado de algunos proyectos teatrales y otros cinematográficos, con los que todavía resta negociar.
Por lo pronto, no tiene pensado dejar Montevideo, y remarca que viviendo acá le está yendo “bárbaro”. Eso no quita, para la tranquilidad de los espectadores, que deba irse nuevamente por varios meses a Buenos Aires cuando se filme la segunda temporada de El Eternauta.