La Dra. Alejandra Sosa, integrante de la Comisión Directiva de la Sociedad Uruguaya de Medicina y Cuidados Paliativos, conversó con La Mañana acerca de los efectos que tendrá la ley de eutanasia en un país que tiene una alta tasa de suicidios y que carece de un adecuado acceso a salud mental. “Una vez regulada la ley de eutanasia, no hay vuelta atrás, se aplicará y no hay posibilidad de revertir sus consecuencias”, advirtió la especialista.
¿Considera que la ley de eutanasia podría afectar las políticas de prevención del suicidio?
Lamentablemente, en nuestro país, así como en el resto del mundo, el suicidio aumenta catastróficamente año tras año, a pesar de que se ha invertido en políticas de prevención del suicidio. En Uruguay, según datos del Ministerio de Salud Pública, en 2024 se suicidaron 764 personas. Dichos suicidios se dan en dos franjas etarias: entre los 20 y 24 años y los mayores de 80 años. El suicidio es un acto de desesperación extrema ante un sufrimiento físico, social, económico, psicológico, emocional y espiritual. Requiere la garantía de la atención de salud mental integral de la que nuestro país carece. Sin garantías de acceso a salud mental universal y de calidad, sin dudas la eutanasia afectará las políticas de prevención del suicidio. Se han realizado estudios a nivel mundial que demuestran que en países como Suiza, donde está legalizado el “suicidio asistido”, no han disminuido los casos de suicidio en general.
¿Qué implicancias tiene que la ley no exija una evaluación de salud mental previa a solicitar la eutanasia, cuando sí se exige ante cualquier intento de suicidio?
La evaluación mental en nuestro país se da luego del intento de autoeliminación o en personas a las que se les han detectado conductas de autoagresión y que ya estaban tratadas. La ley de eutanasia aprobada recientemente no requiere la evaluación de la salud mental de la persona que la solicita. Será valorada por dos médicos generalistas, sin conocimiento especializado en la patología que padece la persona y sin tener la experticia de un especialista en salud mental sobre la esfera psicológica, emocional, espiritual ni socioeconómica. Esto implica que no se evaluará la aptitud de la persona que solicita la eutanasia. Según los legisladores que aprobaron esta ley, a cualquier persona con una enfermedad crónica, por ende, incurable, que sienta que su calidad de vida es afectada ya sea por una dependencia parcial o total, dolor físico u otros sufrimientos que considere insoportables y que los médicos que practiquen la eutanasia estén de acuerdo, se le administrarán sustancias para provocarle en minutos la muerte. No olvidemos nunca que el objetivo de la eutanasia no es evitar o mitigar el sufrimiento, sino matar a la persona que está sufriendo a su pedido.
En un artículo publicado en La Diaria del que usted es coautora, se manifiesta que esta diferencia de tratamiento configura un “doble estándar ético”. ¿Podría profundizar al respecto?
Así es. Si una persona intenta autoeliminarse, recibe la atención de salud mental. A esa persona que, en un acto de desesperación extremo, que no encuentra salida y cuya única salida posible es la muerte, si no logra quitarse la vida, se le ofrece tratamiento psiquiátrico, psicológico, contención emocional, espiritual, como debe ser. Su vida tiene valor y debemos hacer todo lo posible para contenerla, resignificar su vida y ayudar a que siga adelante. Se le ofrece ayuda, escucha, atención en salud integral. Pero, si una persona está enferma, con una enfermedad crónica, incurable, en la etapa final de su vida o en la fase terminal de una enfermedad y ante un sufrimiento extremo, el Estado le garantiza la muerte a su petición luego de la valoración de dos médicos generales. Entonces, ¿esta vida no tiene el mismo valor que la de la persona que intenta un suicidio? ¿Hay vidas que valen más y otras que valen menos? ¿La enfermedad determina que una vida sea menos digna que otra? Deberíamos reconocer que, en la vulnerabilidad y fragilidad de la persona enferma, su dignidad no cambia, cambiará obviamente su calidad de vida, existirán cosas que ya no las pueda hacer como antes o no tendrá posibilidad alguna de hacerlas, pero su dignidad, en mi humilde opinión, es la misma y deberíamos reafirmarla y resignificar su vida. No hacerlo, abandonarla, significa un acto de desprecio por la vida de una persona cuando más necesita apoyo.
La ley de eutanasia considera que es razonable que una persona con una enfermedad crónica, incurable, ante un sufrimiento insoportable, quiera y pida morir, y le garantiza la muerte. Reafirma que hay vidas con valor y otras que no lo tienen. Tanto la persona que intenta suicidarse como la que solicita la eutanasia no reconocen en su sufrimiento el valor de la vida, pero el Estado sigue valorando la vida de quien intenta suicidarse y trata de ayudarlo, y a quien solicita la eutanasia se le garantiza el derecho a que los médicos que la practiquen le quiten la vida. Esto es valorar ética y jurídicamente de manera distinta la vida de las personas por parte de la sociedad. La vida, que es el derecho humano básico y sobre el cual se sostienen todos los derechos humanos, acá pierde valor ante la autonomía de la persona: si pasa a ser irreversiblemente dependiente, ya su vida no tiene valor.
¿Luego de aprobada la ley, se corren riesgos de que personas que padezcan sufrimientos psíquicos tratables como depresión o ansiedad terminen accediendo a la eutanasia sin haber recibido una atención adecuada?
Vivimos en nuestro país una gran crisis en la atención de la salud mental de las personas. Con este gran déficit, seguramente la eutanasia podrá ser solicitada y valorada por los médicos que la practiquen sin haber recibido una atención adecuada. No olvidemos que quien solicita la eutanasia es la persona, catalogada por la ley como pasible de ser eutanasiada, pero serán los médicos que la practiquen quienes la ejecutarán.
¿De qué manera cree que esto podría impactar en las políticas de prevención del suicidio, sobre todo entre los jóvenes y los adultos mayores que, como decía, son poblaciones en donde se dan las tasas más altas de suicidio?
Creo que impactará negativamente. Como te comentaba, los países que tienen leyes de eutanasia y “suicidio asistido” no han disminuido las tasas de suicidio.
“La frontera entre ‘suicidio asistido’ y eutanasia se vuelve difusa y el mensaje social es claro: hay vidas que vale la pena salvar y otras que no”, afirman en el artículo mencionado. ¿A qué lo atribuye? ¿De qué forma podría revertirse esto?
Debemos aclarar que el “suicidio asistido” es suministrar a la persona que desee quitarse la vida el método para que lo logre por sus propios medios y que la eutanasia es la petición de que un médico le administre una sustancia letal que le ocasione la muerte en pocos minutos. El fin es el mismo, ocasionar la muerte de una persona. Una vez regulada la ley de eutanasia, no hay vuelta atrás, se aplicará y no hay posibilidad de revertir sus consecuencias.



















































