La maestra Daysi Iglesias, consejera de ANEP, electa por los docentes, en diálogo con La Mañana, analizó los hechos de violencia generados en diferentes centros de estudio, basándose en el desequilibrio que hay actualmente entre derechos y obligaciones.
Después de la sucesión de hechos de violencia en los centros de estudio, ¿qué evaluación se hace del momento?
A raíz de los sucesos de una escuela en Montevideo, de la Escuela de la Zona de Maroñas, donde irrumpieron parte de actores comunitarios dentro de la institución, uno siempre tiene que reflexionar. Y me puse a indagar o a reflexionar con más detalles sobre la problemática. Me encontré una situación en Argentina similar, donde, en esos mismos momentos, una mamá había entendido que su hija o hijo, no sé bien, estaba sometido a bullying, tomó una cadena, entró a la institución y tomó a cadenazos a los compañeros de la hija o del hijo. Por lo tanto, buscando situaciones comparadas, que uno siempre debe pensar, empecé a virar mi propia mirada.
El problema no está en esta institución, en aquella institución, no está en esta escuela, en este liceo, ni tampoco en esta policlínica, ni en este centro de atención de salud, que es otro de los lugares donde se han registrado hechos alarmantes. Tenemos un problema social que está irrumpiendo dentro de las instituciones. Por lo tanto, si yo quiero solucionarlo solamente desde ANEP solamente desde el Ministerio de Salud Pública, voy por mal camino. ¿Por qué? Porque voy a atrincherar la institución de un espacio que, además, la institución está en contacto permanente, no lo va a poder evitar cualquiera institución de salud, la institución educativa.
Por lo tanto, me he reafirmado en la idea de la necesidad de reunir en una mesa a distintos agentes estatales, porque es un problema de Estado, no para charlar un rato. Lo voy a decir en criollo, no para contarnos entre nosotros todo lo lindo o problemático que hacemos, porque eso no está en cuestión, eso es lo que hacemos hoy y no está dando los mejores resultados. No quiero decir que haya que dejarlo de lado, porque veo que las cosas hoy se entienden en blanco o negro, sino para plantearnos en qué tenemos que innovar, bien concreto. Y yo creo que en este plano de lo que hay que hacer, hay cuestiones muy tangibles, muy tocables. Por ejemplo, sigo insistiendo en el tiempo de respuesta del Ministerio del Interior ante situaciones que puedan darse en las instituciones educativas, y ya ahora estoy agregando las de salud también.
¿Esto significa una crítica despiadada al Ministerio del Interior? No, significa ajustar tiempos, porque el Ministerio del Interior puede tener sus desbordes, por problemas obvios de materialidad. Pero debemos de alguna manera establecer algún tipo de criterio, porque cuando sucede un hecho de violencia en una institución, usted tiene afectados a 400 o a 1000 personas. Si es de educación secundaria, vimos una pelea tremenda la semana pasada en un liceo del interior, entre dos jovencitas que fueron a lastimarse. Bueno, eso hay que impedirlo, porque ¿cómo hace usted frente a esto? El tiempo de respuesta para evitar los procesos de contagio, para evitar los problemas incluso de adhesión emocional, porque se ha visto hasta hinchadas alrededor de la pelea, tiene que ser inmediato y rápido.
Cuando la violencia se traslada de los adultos a los niños, que son los que la ejercen como ocurrió en esta escuela de Paysandú, ¿qué se hace?
Lo que estoy tratando de decir es que si usted lo ve como el problema de la escuela de Paysandú o del liceo de Canelones, o de la escuela de Montevideo, no va a ser nada distinto a lo que se está haciendo. Porque el problema es el reflejo de lo externo. Y en lo externo usted tiene que ajustar algunas cosas que no son en la institución, serán en el contexto barrial, serán en el contexto comunitario. Yo ponía un ejemplo que es el de la respuesta policial. Tiene que existir también algún tipo de control en las periferias institucionales que alerte sobre esto, porque la prevención también es necesaria.
Ahora, yo no soy especialista para decirle qué acciones de seguridad, lo que sé es lo que quiero. Y las instituciones convocadas deberán ajustarse a eso. Yo le podría decir, en el caso de la salud, espero que prospere la idea de que para ir a un especialista no esperamos tres, cuatro meses. Espero que eso sea parte del acuerdo. Pero ¿usted cree que con eso solo solucionamos? No, se habla de una campaña de bien público. Y esa campaña de bien público va a estar centralizada en las instituciones educativas. Está bien, ¿no? ¿Quién se va a oponer? Pero el problema está en las instituciones educativas o los mensajes que tiene que dar el Estado están hacia otro lado.
Alguien tiene que sentarse y ponerse a estudiar acciones comparadas. Porque en otros países ha pasado lo mismo y está pasando lo mismo y muchos países han intentado respuestas. Cuando en Inglaterra, hace bastantes años atrás, yo les diría muchos años atrás, discutían volver a la “palmeta”, tenía que ver con estudiantes que habían lastimado seriamente a un profesor. Entonces, los países intentan cosas, algunas serán de recibo, otras no lo serán. Tenemos un gravísimo problema al que nadie le pone mano. Y no lo hizo la administración pasada y no veo que esta lo vaya a hacer.
¿Cuál es el problema que genera el uso de los celulares en las aulas? Pero les digo, el problema para mí, lo he fundamentado con la administración pasada y lo vivo diciendo, no es solo el problema de que el chico se distrae. Yo voy a un problema mucho más elemental y vinculado a la salud física y psicológica. Cuando usted tiene un estudiante con un celular enfrente y está manejando una red social, usted está dando clase plácidamente y no sabe si el estudiante está contactado con algún agente externo y después termina en una desgracia. Y no lo digo porque sí, lo digo porque ha terminado en alguna desgracia. Entonces, usted no regula, el mundo es libre. Y no, vivimos en un mundo que reclama libertad, pero que también debe tener regulaciones.
También entiendo que ha habido un discurso con el cual estoy de acuerdo. Quiero que quede claro, porque después veo que me llueven los calificativos sobre la base de algo que dije que en realidad no fue lo que dije, porque para tergiversar somos fantásticos. Se ha hablado demasiado de los derechos en contraposición con los deberes. Nosotros somos sujetos sociales porque tenemos derechos, y está muy bien, y está muy bien que se volcara la vara hacia eso, pero yo también tengo deberes. Y uno de mis deberes es respetarlo a usted en su integridad física, en su integridad moral, en su integridad psicológica. Y eso tiene otros correlatos. El deber de papá y de mamá, o de los referentes, es también cumplir una tarea educativa, que ha tenido nombre en la pedagogía, se le ha llamado “socialización primaria”. No pueden delegar toda la formación en valores en una institución ajena a la familia. Usted se está encontrando con mamás que estimulan el golpe, pero dígame, ¿empezó en la escuela de Montevideo, de Maroñas? No, señor. Este año, a comienzo de año, tuvimos una estudiante de secundaria, no fue dentro del liceo, fue fuera, pero fue ahí, en la cercanía, con el tabique nasal partido, y una de las mamás miraba. Tuvimos el año anterior, en un liceo de Montevideo, un jovencito que tomó un martillo y le martilló la cabeza al compañero fuera de la institución. Y los dos corrieron hacia el liceo, y la mamá que vino justificó a su hijo. No puede ser. Entonces, hay ciertos deberes, que no son solo los deberes de los agentes institucionales, del maestro, del médico, del enfermero, sino que son también de los agentes usuarios.
¿Y cómo lo resolvemos?
Creo que el Estado debe discutir este tema y hacer un fuerte discurso, no solo en los derechos, sino en los derechos más los deberes. Porque si yo no hablo del deber del otro, no estoy defendiendo plenamente los derechos de todos. Porque yo admito que usted, por ejemplo, me violente, yo admito que usted me pegue. No, usted tiene el deber de no hacerlo, y los padres tienen el deber de la educación. Entonces, me parece que hay que hacer giros, incluso de discursos. Pero a veces me siento predicando en el desierto, y predico estas cosas y después termino señalada y dicen que quiero la represión y no sé qué. No, no quiero la represión, quiero la garantía del ejercicio de los derechos de todos, que es el control en el cumplimiento de los deberes de todos.
¿Cuál debe ser el rol del docente en todo esto?
He estado viendo a mis colegas, he ido incluso a lugares muy gratos, fui a festejos de comunidades escolares, he estado también en las escuelas donde ha habido amenazas, en los liceos. El gran sentimiento hoy de los docentes es la soledad. Se sienten solos. No se ha revertido ese sentimiento. Y alguien podrá decir: “Usted es parte de las autoridades de la educación, ¿qué hace frente a eso?”. Y yo le diría que en ese sentido habría que armonizar bien nosotros como responsables y políticas que hagan sentir a la gente respetada y acompañada.
Este país fue ejemplo en Latinoamérica. Acá venía gente de otros países a hacer cursos de posgrado. Pero el docente se sentía en ese momento no solo respetado socialmente, sino acompañado institucionalmente. Entonces, si me pregunta, creo que las autoridades estamos en el debe respecto a hacer sentir al docente acompañado y respaldado. Esto no significa decir que los docentes siempre tengamos razones. No, en todo campo habrá buenos, malos, regulares, excelentes, muy buenos. No estoy cerrada a que se analice cómo actuamos nosotros. Para nada. Y lo saben las colegas con las que fui inspectora, saben muy bien que eso es así, sobre todo acá en Montevideo. Pero le digo, la soledad, el no transmitir respaldo. Parece que no, pero cuando usted recibe un papá hay muchas denuncias circulando. Ha habido problemas, el papá siempre tiene razón. ¿Cómo es posible eso? Pero no lo estoy hablando públicamente, lo estoy hablando a nivel de las autoridades. No, señor, yo tengo que tamizar porque un día puede tener razón. ¿Cómo no? ¿Cómo no va a haber que recibirlo y escucharlo?
Pero también hay que ver la contraparte. Se dio una situación en la administración pasada increíble en el departamento de San José, donde una docente fue intimada por los padres y ¿sabe cuál fue la medida? Retirarla de la escuela y ponerla en la inspección. Eso fue en la administración pasada. Pero no, señor, si usted no tiene razón, usted no diga nada. Y si tiene razón, tomemos todas las medidas para darle a usted y a su hijo las garantías.
Esas medidas populares no son siempre las mejores…
Recién estaba mirando situaciones que van a entrar en sesión en el día de mañana vinculadas a denuncias en el Instituto de Derechos Humanos. Donde hay gente que se presenta. Leí una, que por supuesto no la voy a comentar, pero es de horror. Usted debería llamar al papá y decirle: “Señor, usted firmó esto acá en relación con su chico y ahora dice que no firmó lo que firmó”. Así como, vuelvo a decir, puede haber situaciones en las cuales haya que encauzar la acción del centro educativo y de los docentes. Creo que falta mucho a veces de sinceridad en el espacio público. Nos atrincheramos en posiciones. Y a veces tenemos razón y otras veces tenemos que relativizar nuestros planteos. Pero hay una forma que es la forma de poner en el justo equilibrio. Y por supuesto no estoy hablando de ninguna situación concreta.
Hay un autor que es el señor Grompone, emblemático en la formación uruguaya, creador del Instituto de Profesores Artigas, con eso se da cuenta de su envergadura. Antonio Grompone, que en la década del 40 del siglo pasado escribió un libro vinculado a la educación media donde alertaba a los docentes sobre la presión de las familias sobre la institución educativa para flexibilizar los rendimientos. Ese libro se llama Los problemas sociales de la educación secundaria. Hay que desempolvar incluso algunos clásicos nuevos, porque también tenemos un gran afán de protagonismo. A veces salimos a decir cosas que, en Uruguay, por suerte, fueron dichas hace muchísimos años atrás por emblemáticos docentes. Y no las hemos oído lo suficiente. Entonces, todo este tema de familia, de educación, es un tema presente en la literatura, pero también frente al cual hay que encontrar, como decía al comienzo, respuestas nuevas, porque las instituciones cambian y la familia es una de esas instituciones que ha cambiado.



















































