Solo podemos entender los comienzos de su vida y sus canciones si consideramos su nacimiento y primeros años en Uruguay, tal el resumen de la entrevista que mantuvimos en Madrid con un profundo admirador y estudioso de su música. Nada menos que un argentino que defiende la nacionalidad oriental del Zorzal criollo, porque para entender su vida y su obra debemos adentrarnos en sus orígenes…
A fines de agosto de 2025, en un viejo café madrileño, tuve la oportunidad de conversar con Marcelo O. Martínez, argentino de nacimiento y residente en España desde hace veinticinco años, apasionado estudioso de la obra y vida de Carlos Gardel.
Me lo habían recomendado amigos comunes, y la curiosidad crecía a medida que escuchaba distintas opiniones: unas favorables y otras en contra. La nacionalidad argentina de Marcelo, unida a su larga residencia en Madrid, no hizo más que aumentar mi interés. Y puedo decir que el encuentro superó todas mis expectativas, no solo por la claridad de sus argumentos, sino también por la seriedad de la investigación emprendida.
El resultado no fue el de una entrevista formal, como lo había planeado, sino una larga conversación entre amigos, que se fue intensificando con el correr de las horas. Menos mal que los teléfonos inteligentes permiten retener ideas, porque de lo contrario me habría perdido en un océano de datos, razonamientos y conexiones entre Gardel y quienes lo rodearon.
La investigación de Marcelo incluye un estudio erudito y exhaustivo del entorno del joven Carlitos en Montevideo y Tacuarembó, antes de trasladarse al Abasto y comenzar su carrera hacia la fama.
Los comienzos de la investigación
Marcelo O. Martínez desde niño sintió fascinación por la música. Ya adulto quiso comprender mejor las canciones de Gardel y, como no encontraba respuestas satisfactorias en los libros disponibles, decidió investigar por su cuenta.
Al principio no le interesaba mayormente el tema del origen, antes bien creía que la nacionalidad no era esencial para entender su arte. Sin embargo, pronto comprendió que estaba equivocado porque ningún artista puede separarse de sus circunstancias vitales.
Leyó cuanto libro caía en sus manos, la mayoría repitiendo la versión francesa. Pero gracias a las redes sociales tomó un camino propio, entrando en contacto con investigadores que habían ahondado en la cuestión. Conoció así a Martina Iñiguez, Ricardo Ostuni, Gonzalo Vázquez Gabor, Osvaldo y Julián Barsky y Héctor Benedetti, entre otros.
De todos ellos fue recibiendo datos, contrastes y discusiones. Pero cuando empezó a encontrar peros en la teoría francesista sus amigos argentinos lo borraron, empezó a quedar prácticamente solo en su investigación.
En cambio, desde Madrid, sin contacto personal con otros especialistas, empezó a publicar sus hallazgos en el sitio gardel.es, que pronto adquirió repercusión. Allí analizaba cada canción en detalle, encontrando claves ocultas, referencias biográficas y conexiones con Uruguay.
Uno de los ejemplos que cita es el tango “Largue esa, Mujica”. Su letra, aparentemente absurda, resultó estar formada por apellidos de jugadores de fútbol del club Huracán y de otros equipos argentinos, que en clave lunfarda contaban la historia de un proxeneta. Gardel interpretó esa pieza, compuesta por el dramaturgo Juan Faustino Sarcione, autor también de “Tristeza gaucha”.
Otro caso: “Sos mi tirador plateado”, la primera canción grabada por Gardel había sido compuesta por el uruguayo Óscar Orozco con versos de Juan Torora Escayola, editor de la revista montevideana El Fogón, junto con el Dr. Elías Regules y otros poetas criollos. En este entorno, Marcelo descubrió el vínculo del cantor con la familia Escayola, que marcaría su vida y su obra.
La huella uruguaya
A fines de 1898, Gardel residía en Montevideo en la casa de su tía Elodina Escayola junto a sus cuatro primas –Amanda, Bonifacia, Manuela y María–, en la esquina de Rondeau y Cerro Largo. Este dato fundamental ha sido corroborado por diversos testigos, como por ejemplo doña Tomasa Leguísamo, madre del célebre jockey Irineo Leguísamo, gran amigo de Gardel, y el pianista uruguayo Abraham Thevenet, con quien el cantor trabajó en Nueva York en la musicalización de sus películas; y el matrimonio Atila y Antonio Lacaze, amigos cercanos de Carlitos y directivos del Hospital Fermín Ferreira, donde ofreció varias presentaciones para alegrar a los internados.
En Montevideo, Carlos se empleó como tipógrafo en el diario El Heraldo, propiedad del coronel Carlos Escayola –su padre– aprendiendo el oficio de Clelio Oliva Sghirla, hermano de María Lelia, su madre.
En aquellos años, Gardel entabló vínculos con figuras clave. Entre ellas, su amigo porteño Alfredo Carozzi, conocido como Varne, pionero del tango, quien durante una visita a Montevideo se enamoró de su prima María Negra Escayola, la hija menor de doña Elodina. La joven, muy vinculada al candombe y a la milonga, fue también pionera en el baile del tango y juntos formaron la célebre pareja de bailarines “El Varne y la Negra María”, considerada de las primeras en la historia del género.
Otro de los amigos de Gardel en Montevideo fue Benito Bianquet, apodado el Cachafaz, legendario bailarín, que por entonces mantenía una relación con una uruguaya con la que tuvo dos hijas.
Entre quienes lo introdujeron en el canto se encontraba Julio Vigneaux, vinculado a la peña La Criolla, fundada por el Dr. Elías Regules.
Asimismo, también asistían al café Vaccaro, donde Carlos conoció a José Pepo Mayuri, apodado el Ruiseñor Mudo, considerado una de las mejores voces que dio el Uruguay, aunque lamentablemente nunca llegó a grabar un disco.
Por otra parte, el gran payador uruguayo Arturo De Nava desempeñó un papel decisivo en la formación criolla de Gardel y en su acercamiento a la música gauchesca.
La primera gira
Tras la muerte de su tía Elodina Escayola, en diciembre de 1900, tres de sus hijas y Carlos se trasladaron a Tacuarembó, mientras que Bonifacia permaneció en Montevideo.
La hija mayor, Amanda, empezó a administrar una fonda en Valle Edén, junto a su hermana Manuela y su novio, José Cielito Traverso, que era uno de los dueños de la legendaria fonda O’Rondeman en el Abasto porteño, escenario donde más tarde nacería la figura mítica de “El Morocho del Abasto”.
De su parte, Carlos y su prima la Negra María comenzaron a trabajar en el Hotel Español de Tacuarembó, con el objeto de reunir dinero para trasladarse a Buenos Aires, proyecto en el que también participarían Amanda y Cielito Traverso.
En ese mismo hotel, Carlitos conoció al payador Luis Villarrubí, con quien emprendió una gira por estaciones ferroviarias, de modo que, con apenas 17 años, realizó su primera gira artística que comenzó en Valle Edén –donde hoy se encuentra el Museo Carlos Gardel– y fueron ofreciendo recitales en cada parada hasta llegar a Paso de los Toros. Allí conocieron al caudillo Aparicio Saravia.
La huella de Uruguay en Argentina
Para abril de 1901, Carlos se trasladó a Buenos Aires y se instaló en el Abasto. No lo hizo solo, sino que lo acompañaba parte de su familia –Amanda, María y Cielito–.
Y para fines de ese año recibieron la visita de las huestes de la peña La Criolla, que llevaron a la vecina orilla toda la tradición cultural uruguaya. Carlos también formaba parte activa de ese movimiento artístico y popular. En este punto, Marcelo subraya que, quien no comprenda este origen uruguayo de Carlos, difícilmente pueda comprender el verdadero sentido de su obra.
Desde el punto de vista documental, existen fotografías de 1901 y 1903 que registran aquellos encuentros. En ellas aparece Gardel junto a sus amigos de la peña La Criolla, con una edad cercana a los 20 años. Este simple hecho vuelve imposible confundirlo con el francés Charles Romuald Gardes, quien por entonces era apenas un niño que cursaba sus primeros años de escuela.
En 1920, Gardel se presentó ante la Justicia argentina declarando ser ciudadano uruguayo y, tras acreditar tres años de residencia en el país, obtuvo la ciudadanía argentina. Si hubiera mentido en su declaración de origen, ese trámite sería considerado nulo y perdería la ciudadanía argentina que se le otorgó. Por lo que Marcelo O. Martínez señala que, desde el punto de vista legal, la nacionalidad uruguaya y la ciudadanía argentina de Gardel son como dos caras inseparables de una misma moneda.
El tema, como la charla, da para mucho más. Pero vale dejarlo planteado para retomarlo en la próxima entrevista.
En resumen, Marcelo O. Martínez sostiene que su descubrimiento, además de sostener la nacionalidad uruguaya de Carlos Gardel, que legalmente lo es y todas las pruebas lo indican, atiende a lo verdaderamente importante: que Carlos se formó musicalmente en Uruguay dentro de la tradición criolla promovida por el Dr. Elías Regules, a través de la sociedad nativista El Fogón. Y que, junto con la cofradía y amigos artistas de dicha sociedad, la trasladaron a la Argentina.
Reitera Martínez que “lo importante es que se Gardel se formó en Uruguay. La tradición criolla, de la mano de Díaz Regules, había nacido mucho tiempo antes en Uruguay y no en Argentina. Fueron Carlos junto con su cofradía criolla de amigos uruguayos la que instaló la tradición gauchesca en Argentina. Ese me parece el factor decisivo porque quien niega la nacionalidad uruguaya de Gardel desconoce detalles importantes de su biografía e ignora el origen de su música. La figura del gaucho podría tomarse como un elemento representativo de la identidad nacional, o no. Pero fueron estos intelectuales, músicos y actores quienes introdujeron esa figura en el teatro, en la música y en la literatura. Y Gardel formó parte de ese movimiento, que además de cultural y artístico, fue también político e ideológico”.