El viernes pasado, 18 de julio, se celebró el 195º aniversario de la Jura de nuestra primera Constitución. A lo largo y ancho del país se realizaron ceremonias con floridos discursos seguidos, en muchos casos, de vistosos desfiles militares, policiales y de representantes de nuestra tradición. Banderas, uniformes y vestimentas típicas dieron a ese día un color especial…
Asistí al acto central en la Plaza Constitución, vieja Plaza Matriz, adonde concurrieron las máximas autoridades nacionales encabezadas por el Sr. presidente de la República. En su discurso el canciller Lubetkin destacó, y coincido, que “el 18 de julio de 1830 se selló un compromiso: el de vivir bajo normas comunes, con poderes limitados por la ley, con ciudadanos iguales ante el derecho, con la promesa de que el poder no sería de uno solo, sino que sería de todos”.
¡Excelentes palabras! Podríamos agregar que en ese día de hace casi dos siglos los orientales juraron vivir de acuerdo con su voluntad, sin injerencia de poderes extranjeros. Y que desde entonces comenzamos a transitar un camino como país independiente no exento de duras turbulencias que, para bien o para mal, fue moldeando nuestro ser nacional.
Entendemos que el verdadero homenaje a los constituyentes del año 30 es cumplir y hacer cumplir lo establecido en la Constitución de la República. Sobre todo, si tenemos claro que nuestra Constitución, nuestra Carta Magna, jurada con toda solemnidad, fue el resultado de mucha sangre derramada en dos décadas de lucha por la “soberanía particular de los pueblos”, primero bajo la conducción de nuestro prócer y finalmente bajo la de sus tenientes. Cuando no respetamos sus disposiciones o cuando aceptamos que puede haber normas dictadas en otras latitudes por encima de nuestra Constitución, estamos desconociendo el sacrificio de aquellos hombres que lo dieron todo por legarnos una patria libre. Y pierden sentido entonces tantos discursos y desfiles…
Ahora, ¿cuál es la realidad más allá de los discursos? Dijo nuestro canciller que la Constitución establece que somos todos iguales ante la ley. ¿Lo somos realmente? Existen normas, como la Ley 19.580, que establecen claras diferencias según el sexo, generando situaciones en las que se invierte la carga de la prueba y el hombre debe probar su inocencia.
El artículo 7º de la Constitución establece que todos los habitantes tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad. Centenares de compatriotas son asesinados cada año, miles viven enrejados y atemorizados, sin trabajo y violentados a diario, millones se sienten inseguros… ¿Se cumple el artículo 7º?
El artículo 15º establece que nadie puede ser preso sino infraganti delito o habiendo semiplena prueba de él. ¿Se cumple este artículo? Pregunten a quienes son encarcelados con base en falsos testimonios y acusados por fiscales que reconocen que, a falta de pruebas, actúan por convicción.
El artículo 26º establece que en ningún caso se permitirá que las cárceles sirvan para mortificar y sí para reeducar a los procesados y penados. ¿Se cumple con esta disposición cuando se lleva a prisión a personas de 91 años por supuestos delitos cometidos hace medio siglo?
El artículo 40º dice que la familia es la base de nuestra sociedad. El Estado velará por su estabilidad moral y material. ¿Realmente nuestro Estado actúa de acuerdo con esta disposición?
El artículo 52º prohíbe la usura. No deja dudas ni queda librado a la interpretación. Sin embargo, la Ley 18.212 autoriza la usura y a nadie parece preocuparle. Centenares de miles de uruguayos sufren hoy las consecuencias de esta clara violación a nuestra Constitución.
Podríamos seguir enumerando violaciones a lo dispuesto en el texto constitucional en materia de educación, salud, vivienda, entre otros aspectos que afectan significativamente a la calidad de vida de nuestra población.
Y esto ocurre ante la indiferencia no solo del sistema político sino también de una opinión pública que parece desde hace mucho tiempo resignada a que las normas sean incumplidas y a que las consultas populares se respeten o no según la conveniencia del partido en el poder.
Insistimos, si realmente queremos demostrar nuestro apego a la Constitución y homenajear a quienes la forjaron, lo mínimo que deberíamos hacer es cumplir lo que ella establece. Son demasiados los uruguayos que la están pasando mal, y el sistema político no puede seguir ignorando la realidad…