Ante todo no se trata de averiguar en América, por ejemplo, un nuevo puesto del hombre en el cosmos, porque el problema del cosmos como entes que rodean al hombre responde a una sospechosa preocupación propia de la cultura occidental. Se trata por eso de lo humano propiamente dicho, o peor aún, lo humano obvio que necesitamos recuperar para que nos sirva de punto de partida. Para ello es preciso descubrir lo realmente universal que se da en lo particular y empírico de un hecho folklórico. No se entendería un ritual si no se diera previamente lo humano con su verdadero contenido apriorístico que condiciona a su vez el ritual. A partir de aquí no cabe entonces una inferencia o una inducción, sino un descubrimiento de lo humano a partir de su propio acontecer. Pero de nada vale el hecho folklórico si no se plantea una voluntad filosofante, por no decir un talento para pensar. Dicha voluntad necesita su orientación y ésta no puede surgir, sino de esos hechos que nos afectan. El pueblo en América nos afecta pero no como algo exterior, sino también porque somos todos un pueblo afectado. En la distorsión surge la necesidad de un sentido.
El intento de esbozar una antropología filosófica plantea ante todo la necesidad de lograr, como pedía Heidegger, el concepto interno que consolide en el campo de la filosofía una antropología, y además la encuadre, por decir así, en un marco metafísico, si es que este término tiene algún sentido en América. Solo así la preocupación por una antropología filosófica habrá de dar lo mejor de sí misma, que consiste no solo en una intuición de lo humano, sino ante todo en la referencia a un sentido en general. Además, si Landsberg decía que una antropología filosófica es una reflexión sobre el hombre en el momento especial de su existencia, debemos aprovechar esta observación. Nuestro momento supone un lugar especial. Entonces el esbozo de una antropología filosófica no podrá efectuarse en un plano de total asepsia, sino que debemos tomar en cuenta la circunstancia especial de estar aquí en América, pero no como acontecimiento de vivir en un lugar geográfico, sino en tanto este último pudiera estar mostrando el real fundamento de lo que es el hombre en general, incluso en aquellos aspectos que no han abordado, ni Heidegger ni Landsberg. ¿Habrá que suponer entonces que la concepción occidental del hombre no es exhaustiva? Para ver en qué medida no es exhaustiva es preciso retomar el hilo original del filosofar, y, en vez de partir de abstracciones, y de lo que se ha dicho, partir de lo concreto, de lo cual nada se ha dicho.
Günter Rodolfo Kusch (Buenos Aires, 25 de junio de 1922-Maimará, 30 de septiembre de 1979) fue un antropólogo y filósofo argentino. Realizó profundas investigaciones de campo sobre el pensamiento indígena y popular americano como base de su reflexión filosófica. Además, escribió varias obras teatrales y una amplia colección de artículos y conferencias sobre estética americana. El tango fue uno de sus temas predilectos. Fragmento de su ensayo Esbozo de una antropología filosófica americana (1978).
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