A más de tres décadas de su entrada en vigor, la Unión Europea, lejos de cumplir las expectativas que acompañaron su creación, evidencia problemas de creciente complejidad, en un marco de un indudable declive económico, político y social de sus Estados miembro, a lo que se suma la creciente pérdida de soberanía de estos. Ante los extremos de que la Unión Europea se vea paulatinamente desmembrada o afiance su tendencia a constituir un súper Estado totalitario, surgen ideas que se debaten en distintos foros, como el celebrado en Madrid el pasado 22 de mayo.
Un camino complejo y azaroso
Si bien la Unión Europea se inicia formalmente en el año 1993 con la entrada en vigor de uno de sus tratados fundacionales, la idea de crear esta organización supranacional se remonta a los años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial, y estuvo centrada en la búsqueda de una asociación económica que minimizara las posibilidades de un futuro conflicto. Es así como surge, en el año 1958, la Comunidad Económica Europea entre seis países fundadores, a los que en el futuro se irían agregando otros miembros. Esta primera asociación fue avanzando en su ordenamiento jurídico hacia una forma de gobierno transnacional con la creación de un complejo y oneroso aparato burocrático compuesto por varias instituciones, como el Consejo Europeo y su Parlamento, ambos con potestad legislativa, a los que se sumaron la Comisión Europea, el Tribunal de Justicia, el Tribunal de Cuentas y el Banco Central Europeo, al que compete la aplicación de una única política monetaria en los países miembro que eliminaron sus monedas nacionales y adoptaron el euro como moneda oficial.
La Unión Europea debió enfrentar sucesivas crisis que motivaron la firma de nuevos tratados, como el Tratado de Lisboa (2007), que modifica los tratados anteriores, incrementa notoriamente el aparato burocrático, así como también las condiciones de interdependencia de los países miembros y crea, además, una Carta de Derechos Fundamentales que tendrá supremacía sobre las constituciones de los Estados miembro. Este incremento de las potestades de la Unión respecto a las soberanías nacionales ya se hace explícito a partir del año 2010, cuando el gobierno alemán muestra su intención de convertir a la Unión en un Estado Federal Europeo.
En 2016 Gran Bretaña inicia el proceso de abandonar la Unión de acuerdo con el resultado del referéndum celebrado entre sus ciudadanos. La crisis económica, la pérdida de soberanía y la inmigración descontrolada propiciada por la Unión fueron las causas fundamentales del pronunciamiento popular, problemas que se vieron incrementados en forma muy notoria en la década siguiente.
Los grandes retos
El euroescepticismo está creciendo en la población europea. La decepción es todavía mayor en aquellos países que, habiendo emergido del bloque comunista, veían en esa nueva entidad geopolítica una oportunidad de crecimiento y libertad. El común de la gente a menudo oye el nombre de la Unión Europea asociado a detalles que pueden parecer irrelevantes comparados con los graves problemas que amenazan al continente. Por ejemplo, es por mandato imperativo de la Unión Europea que el tapón de las botellas plásticas esté atado a ellas por un ligamento difícil de romper. Y recientemente se ha prohibido la venta de una planta ornamental muy común en los jardines europeos, por considerarla una especie invasora que atenta contra la biodiversidad. Mientras tanto, los grandes temas continúan ausentes de la agenda: la falta de competitividad de las grandes industrias europeas respecto a sus pares chinas o norteamericanas, la inmigración permanente y descontrolada, el aumento de la inseguridad, en particular el notable incremento de las agresiones en toda Europa a los agentes del orden, el fracaso del multiculturalismo, tal como se pudo comprobar en los países nórdicos. Destaca en toda esa problemática de gravedad creciente la situación de los agricultores y ganaderos, que se han manifestado en las ciudades, en multitudinarias protestas ante las exigencias de la Unión, por parte de burócratas que, a pesar de desconocer totalmente la realidad del campo y del trabajo rural, a menudo legislan con imposiciones tan restrictivas que hacen inviable la producción, dando ventaja a los productos procedentes de países extracomunitarios que no cumplen los requisitos sanitarios básicos. En Andalucía se están destruyendo miles de hectáreas con plantaciones de olivos para colocar placas solares, lo cual parece más un atentado a la naturaleza que una defensa del planeta.
En busca de soluciones
No se escatiman esfuerzos para realizar un diagnóstico certero que permita solucionar, o al menos mitigar, los problemas de la Unión Europea en el contexto geopolítico actual. En tal sentido se han elaborado informes por parte de calificados grupos de trabajo, uno de los cuales se presentó el pasado 22 de mayo en el hotel Wellington de Madrid, con la presencia de sus autores y de varios eurodiputados.
El informe señala, como parte del diagnóstico, la falta de democracia, la imposición ideológica, la búsqueda de erradicar la cultura e identidad europeas en nombre del multiculturalismo, la destrucción de la competitividad económica a nivel local, nacional y europeo por imposición de exagerados requisitos burocráticos y costos exorbitantes.
En la segunda parte del informe se presentan dos escenarios capaces de aportar soluciones. El primero consiste en volver a los orígenes para reformar la Unión Europea de acuerdo con principios que reflejen y respeten la identidad y cultura de los pueblos europeos. La otra posibilidad, a la que llaman “un nuevo comienzo”, consiste en un cambio radical de las actuales estructuras burocráticas, costosas e ineficientes, y la puesta en marcha de un nuevo marco de cooperación europea basado en principios que cumplan con los objetivos compartidos por los Estados miembro.
Se arriba fácilmente a la conclusión de que en la Unión Europea no deja de estar presente la pugna entre soberanismo y globalismo, tan confrontados en el mundo de hoy.
Es de esperar que, con todos los recursos y capital humano disponibles, sea posible instrumentar las medidas más adecuadas para reconducir a la Unión Europea al mejor camino de cooperación e intercambio, preservando las identidades nacionales y los valores que conformaron la civilización occidental.
Madrid, junio 2025