La IV Cumbre birregional en Colombia logró una declaración conjunta de 52 puntos que defiende el multilateralismo, aunque las ausencias de líderes clave y las disidencias de Venezuela y Nicaragua revelan las grietas en una alianza que busca posicionarse como contrapeso en un mundo marcado por los conflictos y el ascenso de políticas unilaterales.
A la sombra de un orden global fracturado y con el eco de las sirenas de guerra sonando en Ucrania y Gaza, la IV Cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea (UE) celebrada en Santa Marta los días 9 y 10 de noviembre de 2025, se erigió como un esfuerzo monumental por reafirmar el valor del diálogo. El encuentro, que reunió a representantes de 60 naciones, logró producir la “Declaración de Santa Marta”, un documento de 52 puntos que sirve tanto como una hoja de ruta para la cooperación birregional como un espejo de las profundas divisiones y los desafíos compartidos en un mundo cada vez más multipolar.
Bajo la copresidencia del presidente colombiano, Gustavo Petro, y del presidente del Consejo Europeo, António Costa, la cumbre tuvo lugar en un contexto definido por el regreso de políticas proteccionistas en Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump y el avance constante de la influencia china en América Latina. Para Europa, esta cita era un “imperativo geoestratégico”, una oportunidad para presentarse como un socio confiable y alternativo en una región clave para sus intereses económicos y de seguridad.
Una diplomacia con sabor a Mar Caribe
El espectro de la política exterior de Donald Trump sobrevoló las discusiones desde el primer momento. Las recientes operaciones militares estadounidenses en el Caribe, con ataques con misiles contra lanchas acusadas de narcotráfico que han dejado decenas de muertos, fueron abordadas de frente por varios líderes. El presidente anfitrión, Gustavo Petro, calificó estas muertes como “ejecuciones extrajudiciales” y planteó una pregunta que resonó en el auditorio: “¿Qué hacemos con esta reunión en el mundo de hoy en medio de misiles?”.
La respuesta de la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, fue firme en cuanto al marco legal, aunque cautelosa: “El derecho internacional es muy claro en eso. Se puede usar la fuerza por dos razones: una es la legítima defensa, la otra es una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU”. Este intercambio puso de relieve la delicada danza diplomática de la cumbre: condenar implícitamente acciones unilaterales sin mencionar directamente al gigante norteamericano, al tiempo que se reafirma un compromiso con un orden basado en normas.
Este mismo tono se reflejó en la declaración final. A lo largo de sus 52 puntos, el documento aboga por un “sistema multilateral basado en normas” y la reducción de las “tensiones comerciales”, claras referencias veladas a las políticas de la era Trump.
Los pilares de la cooperación más allá de las palabras
Más allá de la retórica política, la cumbre de Santa Marta buscó cimentar la asociación birregional en bases concretas. La iniciativa Global Gateway de la UE se perfila como la palanca principal de esta estrategia. Se trata de una agenda de inversiones que pretende movilizar 45.000 millones de euros hasta 2027 para financiar alrededor de 130 proyectos en América Latina y el Caribe, centrados en los sectores digital, energético, de transporte, salud, educación e investigación. Se calcula que la ejecución completa de estas inversiones podría añadir anualmente un punto adicional al PIB de la región latinoamericana, un impulso equivalente al tamaño de la economía colombiana.
La Unión Europea, que ya es el primer inversor y el tercer socio comercial de la región, busca con esta iniciativa no solo diversificar sus alianzas, sino también asegurar el abastecimiento de materias primas críticas esenciales para su transición verde, como el litio y el cobre, reduciendo su dependencia de China y Rusia. Como señalaba un análisis del Real Instituto Elcano, el acelerado ritmo con el que la UE ha cerrado en los últimos años acuerdos con el Mercosur, México y Chile “no es una casualidad, sino una manifestación clara de la decisión política de la UE de fortalecer su asociación estratégica con América Latina” en un contexto de reconfiguración geopolítica.
Además de la declaración principal, la cumbre produjo dos documentos temáticos clave: una declaración sobre seguridad ciudadana y otro sobre el Pacto Birregional por los Cuidados, evidenciando una agenda que busca ir más allá de lo económico para abordar desafíos sociales fundamentales.
Ausencias y disensos. La otra cara de la moneda
El éxito diplomático de la cumbre no logró ocultar por completo las grietas en la unidad birregional. La más evidente fue la notable ausencia de varios jefes de Estado y de gobierno de ambos lados del Atlántico. Del lado europeo, la no comparecencia de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y del canciller alemán, Friedrich Merz, fue un golpe simbólico a la importancia declarada del evento. Por la parte latinoamericana, si bien estuvieron presentes el presidente brasileño Lula da Silva y el anfitrión Petro, países como Argentina, Paraguay, El Salvador o Perú enviaron representaciones de bajo nivel, y Ecuador ni siquiera asistió.
Estas ausencias reflejan las complejas dinámicas políticas internas de ambos bloques y, en algunos casos, una posible subestimación del foro CELAC-UE. Internamente, CELAC ha luchado históricamente con sus propias divisiones de orden ideológico político. Además, el consenso de la Declaración de Santa Marta no fue total. En un recordatorio de las sensibilidades políticas divergentes, Venezuela y Nicaragua decidieron desvincularse de la declaración en su totalidad, mientras que Argentina, Ecuador y Paraguay se desolidarizaron específicamente del punto referente al conflicto en Gaza. Estos disensos, aunque marginales en un documento de 58 signatarios, muestran los límites del acuerdo y la persistencia de visiones encontradas sobre temas internacionales clave.
A pesar de los desafíos, los líderes presentes se esforzaron por proyectar un mensaje de unidad y propósito común. “Elegimos el diálogo, no la división; elegimos la cooperación, no la confrontación; elegimos la asociación, no el aislamiento. Y en este mundo multipolar nuestro, lo que se necesita es una respuesta multilateral”, declaró António Costa durante la clausura del evento.
La metáfora del faro fue recurrente en los discursos, utilizada tanto por el presidente español Pedro Sánchez como por el propio Gustavo Petro, para simbolizar el papel que ambas regiones pueden desempeñar como un espacio de estabilidad, prosperidad y apego al derecho internacional en tiempos inciertos. Para la UE, esta alianza es funcional para fortalecer su autonomía y seguridad en un escenario global donde la alianza transatlántica muestra signos de fractura.
La IV Cumbre Celac-UE en Santa Marta no resolverá por sí sola las profundas crisis geopolíticas actuales. Sin embargo, su valor reside en haber reafirmado, a través de un documento sustancial y un diálogo complejo, que el espacio entre Europa y América Latina es más que una distancia geográfica: es un puente de intereses y valores que, pese a las tensiones, ambos continentes consideran vital mantener y fortalecer. El verdadero éxito se medirá, como advirtió el canciller de Uruguay, Mario Lubetkin, no en las declaraciones, sino en la capacidad de elaborar una hoja de ruta concreta que permita avanzar en la materialización de estos ambiciosos acuerdos.




















































