Según el economista uruguayo, Argentina experimenta un cambio de rumbo inédito, con superávit fiscal, caída de la inflación y medidas que devuelven confianza. En entrevista con La Mañana, Licandro sostuvo que el camino liberal iniciado por Milei puede convertirse en un modelo para la región.
Un año y medio ha pasado desde que asumió Javier Milei en Argentina, ¿cómo evalúa este período a la luz de la situación de ese país en 2023, de los anuncios realizados en la campaña electoral y los hechos posteriores?
Mi opinión es muy positiva. No ha decepcionado en nada y virtualmente todos los anuncios económicos se vienen cumpliendo, tanto en lo referido a los ajustes y sacrificios anunciados, como en el impacto positivo que siempre tiene la reducción de la inflación, el buen manejo de las cuentas públicas y la desregulación de la economía, incluyendo la derogación de cientos de decretos regulatorios, controles de precios incluido el cepo cambiario y prohibiciones y controles al comercio exterior. De seguir en este camino, y nada hace pensar lo contrario, Milei pasará a la historia como uno de los más importantes gobernantes de Argentina… y también de Sudamérica.
Finalmente comenzó el desmantelamiento del cepo cambiario. ¿Están dadas las condiciones para hacerlo? ¿Se podrá completar la liberación del mercado cambiario, tan reclamada por empresarios, o hay riesgos de que se repita lo sucedido en el gobierno de Mauricio Macri, cuando hubo que reinstalar el control de cambios sobre el fin de la administración?
Las condiciones estaban dadas para empezar el proceso de desmantelamiento del cepo. Repasemos. Desde mitad del año 2024 Argentina revirtió radicalmente el resultado fiscal, pasando de un déficit primario en 2023 del orden del 6% del PIB a un superávit fiscal cercano al 1% del PIB medido en 12 meses. En segundo lugar, se verifica en Argentina un ordenamiento monetario de magnitud histórica, quizás aburrido de repasar, pero el resultado es la cancelación de pasivos monetarios en moneda nacional con costo financiero alto en términos reales. En definitiva, con gran profesionalidad se fue ordenando el manejo de políticas públicas con el objetivo principal de abatir la inflación de manera genuina, no reprimiendo precios. Y lo están logrando. Es más, las causas de la inflación ya desaparecieron en mi opinión y solo restan ajustes de precios relativos que son correcciones de algunos precios incluidos en la canasta del IPC. Que no es necesariamente lo mismo que inflación.
Pero Milei anuncia la desaparición de la inflación recién para mitad de 2026…
Inflación e IPC son cosas diferentes. Si la canasta de bienes del IPC está bien diseñada, en el mediano y largo plazo el IPC debería reflejar correctamente el nivel de inflación. Pero la inflación es un fenómeno absolutamente monetario y refleja la desvalorización de la moneda, según se comporte la oferta y demanda de esta. Suponiendo una demanda estable en término reales de moneda nacional, el exceso de oferta de pesos se traduce en inflación, en pérdida del poder adquisitivo de los billetes cuando la cantidad ofrecida por el Estado es mayor que la requerida por la sociedad. En Argentina las causas monetarias de la inflación desaparecieron con el equilibrio fiscal. Por el contrario, con superávit fiscal y por definición se debería estar contrayendo la cantidad de pesos ofrecida en el mercado, con obvio efecto deflacionario.
Lo que aún se refleja en el IPC en Argentina son dos cosas: la inercia residual de la expansión monetaria de años anteriores y, principalmente, el ajuste de aquellos precios que estaban rezagados, principalmente por razones administrativas, como energía eléctrica, combustibles, gas, alquileres y otros muchos precios que eran topeados por decreto. Eso se refleja y se reflejará sobre el IPC en tanto no se corrijan esos desvíos. Pero me animo a decir que las causas de la inflación, la causa monetaria que la provoca, ha sido controlada desde hace ya varios meses, desde el segundo semestre del año pasado. Me animo a decir que, si la política fiscal se mantiene y el gobierno no cede a las presiones para indexar gasto público, el éxito definitivo del combate a la inflación se concretará antes que lo sugerido por el propio gobierno argentino.
Milei comenzó a desmantelar el cepo cambiario en el marco de un acuerdo con el FMI. Simultáneamente, se establece un régimen cambiario con una banda con piso y techo permitiendo que la cotización del dólar fluctúe entre ambas puntas. ¿Qué opinión tiene de la forma en que avanza el gobierno en un asunto tan delicado como la unificación del mercado cambiario?
El gobierno argentino está mostrando una gran prudencia en la implementación de estas medidas. El proceso puede ser más lento o más rápido, hay varias fórmulas alternativas para ello que dependen de variables como el resultado fiscal y la capacidad de endeudamiento, entre otras, pero le aseguro que el camino elegido por Milei es muy meditado. La apertura del cepo será en etapas, siendo esta primera una de las de mayor impacto para la sociedad en general. Y la decisión de aplicar un régimen de tipo de cambio fijo deslizante, con una banda de precios dentro de la cual el Banco Central [de la República Argentina, BCRA] no interviene, es una fórmula con muchos antecedentes en otros países. Uruguay, por ejemplo. Al establecer una banda cambiaria, que no es otra cosa que una variante del tipo de cambio fijo en que se controla el precio de la divisa sin controlar el stock de reservas internacionales del BCRA, el gobierno le da previsibilidad al precio del dólar.
Con resultado fiscal positivo como vemos en Argentina y con una recomposición de la demanda de dinero, inexorablemente el tipo de cambio se recostará al piso de la banda cambiaria. Por eso la decisión de Milei es tremendamente cautelosa ya que, de no establecerse esta banda, había una elevada probabilidad de que el tipo de cambio se desplomara, afectando negativamente la competitividad y el empleo en el país. Establecer un piso del tipo de cambio enlentece la reducción del ritmo de la inflación, o del IPC para ser más preciso, por su impacto sobre los precios de bienes transables con el resto del mundo, pero evita una destrucción del nivel de actividad y el empleo. La decisión de Milei es moderada, meditada y por demás prudente.
Cuando se analiza el rumbo del gobierno argentino, todo parece indicar que han abandonado la propuesta de dolarizar la economía y cerrar el BCRA. Por otro lado, es el peso argentino el que se ha valorizado en este año y medio de gobierno. ¿Comparte que la dolarización quedó por el camino?
Espero que no sea así. Hoy sigue vigente y sería una gran medida de profundo contenido social para la población argentina. Explico. Con equilibro o superávit fiscal, la máquina de fabricar billetes moneda nacional se cerró, al menos para financiar gasto público. Con la banda cambiaria, el volumen de pesos en el mercado solo cambia cuando toca la cotización piso o techo, comprando o vendiendo dólares. Por tanto y mientras la moneda nacional sea de curso forzoso, por ley, para obtener pesos para pagar impuestos, compras, salarios o lo que fuera, la única forma es vendiendo dólares, dicho esto muy simplificadamente. Entonces, el tipo de cambio tocará el piso de la banda y el BCRA comprará dólares, entregando los pesos demandados por la sociedad. Si, además, la estabilidad económica se va consolidando y la economía crece, entonces la demanda de dinero también crece, profundizando lo anterior. Como sucede con cualquier mercadería: cuando escasea, su precio sube. Si faltan pesos, su precio, su poder adquisitivo, sube. Eso sucederá inexorablemente en estos meses próximo por cuanto todas las estimaciones respecto al comportamiento de la demanda de dinero son de crecimiento. El agregado monetario M2 (que incluye base monetaria, depósitos a la vista y a plazo en los bancos en moneda nacional) está aún en niveles muy bajos, del orden del 6% del PIB y se estima que crecerá en el año a un nivel cercano al 6% del PIB, en una ruta ascendente. Es muchísimo el crecimiento y seguro impactará con una mayor oferta de dólares.
El problema de un régimen bimonetario de este tipo surgiría cuando, cambio de gobierno de por medio, que algún día sucederá en una sociedad democrática y aun con un equipo de gobierno razonablemente responsable en materia fiscal, o por impacto de algún shock externo negativo que no podemos prever hoy, el Estado deba reabrir la máquina de fabricar pesos y volver a cobrar impuesto inflacionario. Si, además, no se modifica a tiempo la política cambiaria, el resultado puede ser muy negativo, empezando por pérdida de reservas y crisis de financiamiento. Uruguay es un ejemplo de eso cuando la crisis de 2002. Y son tan negativas para la economía las devaluaciones como las revaluaciones. Con las primeras sufren los salarios y con las segundas el nivel de actividad y el empleo.
La única forma de eliminar el riesgo de que vuelvan a usar la maquinita de emitir pesos es eliminando el curso forzoso de la moneda nacional. Que todos los pagos se puedan realizar en cualquier moneda que, en el área en que vivimos, seguramente será el dólar. Para eliminar definitivamente la moneda nacional hay varios caminos que van desde la adquisición del stock de pesos circulante utilizando las reservas del BCRA o emitiendo deuda en dólares para ello, hasta dejar una especia de caja de conversión con una cantidad fija de pesos hasta que, con el tiempo y el acostumbramiento a otras monedas, se termine cerrando. Eliminar la emisión de pesos para financiar déficit fiscal es un seguro para no volver al impuesto inflacionario que, no está de más repetirlo, es el peor de los impuestos.
Una alternativa propuesta en los últimos días es darle esa condición de curso legal también al dólar, que conviva con el peso argentino en un régimen plenamente bimonetario. ¿No sería una buena opción?
Algunos distinguidos profesionales argentinos proponen darle al dólar igual estatus del que tiene el peso de su país. Bueno, ¿hasta dónde llega? No llega demasiado lejos. Se mantiene la existencia del peso, que podría ser usado en una mala coyuntura fiscal, provocando inestabilidad de precios, al menos entre monedas. Hay que quemar las naves, como hizo Colón. La solución es la desaparición del curso forzoso o curso legal del peso. Que cualquier moneda puede ser usada en el país en tanto las personas sabrán protegerse de monedas inestables o que se devalúen fácilmente. En principio no estoy de acuerdo con esa propuesta de “legalizar” un régimen bimonetario, lo veo insuficiente.
Permitir el uso de los dólares del colchón son el último gran tema de discusión en Argentina. ¿Lo ve como un paso positivo?
La posición activa de argentinos en el exterior, así como los dólares en el colchón, como se dice comúnmente, es la respuesta que tuvo la sociedad ante la agresión de sucesivas administraciones que atentaron contra la propiedad privada o dejaron servidas las cosas para que, cíclicamente, la administración pública confisque brutalmente el resultado de trabajo y esfuerzo de la sociedad argentina. Corralitos, canje por bonos, pesificaciones, reprogamación de plazos y tasas de depósitos y muchas medidas de pésima calidad llevaron a que lo argentinos se defendieran sacando sus fondos de su país o retirando esos recursos del mercado formal.
Contrariamente a lo que todos piensan, incluidos los argentinos, ese es un país que tiene un elevado nivel de ahorro en el sector privado. El asunto es que, para protegerse, los argentinos “exportan” sus ahorros a jurisdicciones más seguras… o al cochón. Los números estimados son enormes. Se estima que el activo bruto de argentinos en el exterior es del orden de los US$ 400 mil millones, de los cuales más del 80% son colocaciones financieras o en portafolios de activos financieros. La misión de Milei, que no es una misión imposible, es recomponer definitivamente la confianza en su país. La sociedad argentina ahorra, pero no invierte en su propio país. Y al ahorrar y exportar su ahorro, tampoco tiene un nivel de vida acorde con sus posibilidades. Confianza y libertad económica es lo que necesitan, sin duda. Financiamiento para inversiones de todo tipo no faltará. Sus propios recursos repatriados o el desembarco de fondos de inversión de todo tipo.
Y volviendo a la pregunta, cuando los dólares del colchón o del exterior vuelvan al mercado el impacto será innegablemente positivo. Más depósitos en dólares, más crédito, más inversión y más consumo de bienes duraderos o no. Es el principio de la reactivación. Esto ya se ve en los indicadores de depósitos y créditos en moneda extranjera, que crecen con una pendiente muy empinada.
¿Ve luces amarillas o rojas en Argentina?
Siempre los agentes económicos y los gobernantes deben estar alerta a dificultades sobrevinientes. Alguna luz amarilla es coyuntural, como una aparente retracción de actividad en algunos sectores, pero que es razonable para el nivel de importancia de las medidas de ajuste de la economía, de la revaluación observada del peso y el cambio de rentabilidades relativas de los diferentes activos. Todo en el marco de una economía creciendo. Lógicamente, al que está percibiendo una caída de demanda no le gusta y se preocupa. Pero es un país que viene de un desequilibrio muy grande y el mercado se mueve, entre otras cosas por el comportamiento de los precios relativos. Lo importante es que no se verifica una caída del nivel de ingreso medido en términos constantes. Por el contrario, el ingreso de las familias sube y por esa la caída de la pobreza. Así que seguramente son movimientos coyunturales.
Otro tema que se debe seguir con atención es la “presión indexatoria” que está soportando el gobierno de Milei. Las presiones por aumentos de salarios públicos, pasividades y partidas presupuestales de todo tipo son un riesgo a largo plazo. La respuesta del gobierno es la correcta impidiendo cualquier medida que arriesgue el objetivo de equilibrio o superávit fiscal y merece un aplauso. Pero la experiencia indica que esa trinchera desgasta y mucho, al final del día. Aun teniendo razón, es difícil que no tenga alguna erosión en la imagen política, no en el respeto como gobernante. Precisamente, este uno de los motivos relevantes para impulsar la eliminación de la moneda nacional y evitar las conductas irresponsables. Sin pesos, un incremento del gasto estatal debe tener un financiamiento asociado y de buena calidad tributaria, que no es tan fácil encontrar. De lo contrario se financiaría con deuda pública y eso tiene un límite que lo pone el mercado. Déficit sin deuda posible implica el default en el pago de sueldos, jubilaciones y el resto del gasto público. Dolarizar obliga a la responsabilidad fiscal hoy y dentro de veinte años.
Usted tiene una visión sin duda favorable respecto al gobierno libetario de Argentina. Igualmente, ¿una opinión en pocas palabras?
Si la sociedad argentina mantiene su actual confianza, que se basa en la esperanza de vivir en un país con alto nivel de ingreso, sin duda tendremos el primer gobierno decididamente liberal en Sudamérica en muchas décadas. La izquierda viene ganando por goleada la batalla cultural en todos nuestros países con una única excepción y desde la campaña electoral de 2023: en Argentina.
Si Milei consolida el abatimiento de la inflación, se recupera la confianza y luego la inversión se recompone, entonces crecerá el empleo y el ingreso de las familias de manera genuina, no por decreto. La liberalización de la economía avanza sin miramientos y sin pausa, como lo ha hecho desde el primer día, generando oportunidades de trabajo donde nadie siquiera sospechaba. Una economía liberalizada, ordenada, con un sector público más pequeño y no interviniendo donde los privados pueden hacerlo, creciendo a un ritmo importante, es el rumbo de navegación. Si se concreta estaremos ante un gobierno histórico de Sudamérica.
Gracias a Carlos María de Alvear, argentinos y uruguayos hablamos en español y no portugués, con Julio Roca nace definitivamente la nación y el sentido patrio y con Domingo Sarmiento llega la educación pública, que tanto orgullo generó en el Río de la Plata, en ambas orillas. Ciento veinte años después, quizás, estemos siendo testigos de un cambio histórico de Argentina hacia un país próspero, con un techo desconocido para nuestras generaciones, en un país que la ha pasado bastante mal en los últimos 70 años.