Lamentablemente este artículo viene a ser el corolario del escrito semanas atrás, como “crónica de una muerte anunciada” en cuanto a las duras restricciones legisladas por el gobierno italiano respecto a las ciudadanías por “derecho de sangre” (ius sanguinis) aplicadas a sus descendientes peninsulares en el mundo.
Fue aprobado finalmente el 20/05/25 el decreto-ley propuesto para introducir cambios sustanciales en el otorgamiento de ciudadanías italianas, que, tras alguna modificación en el Senado, fue votado en Diputados por amplia mayoría.
Pasamos a describir la situación planteada en su contexto y sus consecuencias.
Antecedentes
Italia fue siempre un país abierto a acoger como ciudadanos de derecho a los descendientes de sus connacionales, sin restricción generacional. Obtenían la carta tataranietos y más lejanos oriundos. ¡Cuántos parientes ancestrales de italianos nacidos varias generaciones atrás gozaban de ese privilegio en todo el planeta con la facultad de transmitir la ciudadanía a su descendencia, manteniendo ese legado de italianidad por siempre entre millones de peninsulares y sus descendientes dispersos en los cinco continentes!
Se mantuvo así, un hilo conductor de costumbres, idioma, religión, cultura, hábitos culinarios, gusto por el arte, afinidad por oficios selectos, que fueron afianzándose en las más remotas regiones del globo, dejando una impronta italiana entre parientes, amigos, vecinos, barriadas y colectividades regionales.
Esa actitud se tradujo en cariño y respeto a la madre patria, vínculos de estudio, trabajo y actividades variadas conexas entre Italia y el país de residencia del ítalo-descendiente.
De ese modo proliferaron el Made in Italy de tanta promoción oficial, los negocios y emprendimientos, inversiones, todo en un clima de entendimiento directo entre instituciones y particulares, achicando la fría barrera del mundo global y casi anónimo.
Surgen viajes de estudio o de trabajo, otros turísticos o temáticos y culturales, becas de estudio y capacitación, facilidades para intercambios académicos y comerciales como sociales, y tantos beneficios más.
A Italia le faltan italianos en su país
Conocemos desde hace años la tasa negativa de natalidad y crecimiento demográfico italiana. Los jóvenes no tienen hijos y la población envejece a gran ritmo. En contrapartida, crece la demanda de puestos de trabajo de cierta o plena calificación (medicina, ingeniería, telemática, etc.) que no son cubiertos con población local, por lo dicho, y depende entonces de la inmigración.
Analicemos esta inmigración: hasta el momento de la aprobación de la nueva ley, la afluencia de extranjeros a Italia era notoriamente dividida en dos conjuntos:
Una mayoritaria corriente de inmigrantes provenientes de África, Asia y Europa del Este entre otros, que lamentablemente lo hacían como un medio de supervivencia, dadas las pésimas condiciones de vida en sus tierras. Arriesgan sus vidas en costosos y riesgosos tránsitos clandestinos y se acomodan en condiciones, a veces penosas, al régimen de iure soli, esperando que en un tiempo se les otorgue la ciudadanía italiana por “derecho de suelo” y de ahí, quedarse sin trabajo digno, o bien usar Italia de puente hacia otros países más promisorios, en teoría, de Europa.
La otra corriente la componen mayoritariamente latinoamericanos que, con algún grado de ascendencia italiana, ya que es habitual tener un ancestro itálico y obtener así iure sanguinis, la credencial tan ansiada.
Es duro expresar que hay una diferencia notoria entre uno y otro contingente migratorio: En uno, no hay el más mínimo vínculo cultural, idiomático o de costumbres con Italia y en el otro, en mayor o menor medida, hay lazos de parentesco, hábitos, cultura y conocimiento de tradiciones italianas, presentes en toda Latinoamérica.
Nueva ley y sus consecuencias inmediatas
Se ha manifestado por el gobierno italiano, y el expositor del proyecto Ministro Tajani, de Asuntos Exteriores, que entre otras causas (no se menciona la actual presión europea y estadounidense de notorio sesgo antimigratorio), se deben estas restricciones a la superdemanda de trámites en el mundo que saturan las sedes consulares, provocando demoras desproporcionadas; aimismo se advierte que los solicitantes no tienen vínculo franco y directo con Italia, desconociendo el idioma y el país, y usan la ciudadanía para otro fines migratorios a Europa o EE.UU.
Varias de estos argumentos pueden ser de recibo, pero nunca una causa justificada para establecer una notoria “categoría” de ciudadanos italianos en el mundo. Esos problemas –algo magnificados- tienen su solución administrativa, y no debemos emparejar por la negativa.
Cambios sustanciales en vigencia con la nueva ley
La primera disposición –y la más impactante– es sin duda la siguiente:
Se corta la línea generacional, permitiendo solo a hijos y nietos de italianos acceder a la ciudadanía italiana. Ya no puede pasarse el derecho a bisnietos y tataranietos.
Se pueden amparar para continuar el trámite si este fue iniciado antes del 27/03/25 (hora 23.59 de roma) ante una sede consular, un municipio o un tribunal italiano.
Los menores de edad tienen un tratamiento especial: se determina que los menores de 18 años (nacidos antes del 27/03/25) tienen una prórroga especial para ponerse al día con la tramitación, hasta el 31/05/2026, aplicando las normas de la ley anterior.
Los menores de 15 años la tendrán hasta por un año, o sea hasta el 27/03/2026.
Disposición especial: Si el solicitante tiene al menos un progenitor, con ciudadanía italiana que ha residido en Italia durante al menos dos años consecutivos antes de la fecha de nacimiento (o adopción) del hijo, podrá iniciar los trámites de ciudadanía.
Para esa residencia deberá contar con un permiso especial (soggiorno) interministerial.
Como están las cosas hoy, la ley está vigente y lo único que se ha oído en ámbitos políticos contrarios a su promulgación, es la idea de interponer un recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Superior italiano.
Conclusiones
La medida sorpresiva y de carácter urgente tomada por el gobierno, parece obedecer a una realidad no solo europea, sino global, de políticas inmigratorias, que tienden a restringir las facilidades vigentes e imponen restricciones en muchos casos desmedidas y contrarias al derecho.
“¡La sangre no es agua!” dijo en el parlamento el senador Marco Lombardo en plena sesión, significando lo mucho que representa la legítima ascendencia nacional y sanguínea -esencial– de un ser humano en el mundo.
Es que surge evidente una suerte de contradicción entre el deseo, puesto de manifiesto por la Premier, de una relación filial y formal entre italianos, para hacer una Italia populosa y pujante en el mundo y –por otro lado– esta batería de limitaciones para quienes quieren sumarse a ese contingente de millones de ítalo-descendientes poblando el planeta conformando una gran identidad.
En la política hay mucho de negociación. Somos optimistas que a la luz del análisis de los primeros resultados –seguramente negativos– de la aplicación de esta ley, surgirán voces buscando acuerdos que contemplen las posiciones y restauren en poco tiempo, la natural y soberana condición de ciudadanos italianos, de los que no tienen que “pagar por pecadores, siendo justos”.
(*) Ing. Agr. Roberto Mezzera Raggi, Maestro de Lavoro, Consejero del CO.MIT.ES