El 19 de abril de 1825, hace exactamente dos siglos, se iniciaba, con el desembarco de los 33 Orientales en la Playa de la Agraciada, un proceso que culminaría con la independencia de nuestra República. Más allá de que ese resultado final fuera o no el que anhelaban aquellos hombres que se jugaron la vida para expulsar de nuestra tierra al invasor imperial, es indiscutible que la chispa que inició el incendio se produjo aquella madrugada de abril. Y se transformó en fuego intenso diez días después cuando, a orillas del arroyo Monzón, Fructuoso Rivera sumó sus fuerzas a las de Lavalleja en la lucha por la liberación de nuestro territorio.
A partir de entonces se sucedieron hechos de tremenda trascendencia que fueron jalonando el camino que desembocó en nuestra independencia: la instalación del gobierno patrio en Florida en junio, las jornadas de agosto y las 3 leyes fundamentales, Rincón en setiembre, Sarandí en octubre, la guerra de las Provincias Unidas contra el Imperio… hitos históricos que seguramente serán recordados en este especial año del bicentenario con esclarecedoras conferencias y floridos discursos…
Bienvenidas sean todas las actividades que nos acerquen a nuestras raíces, pero entendemos que no tienen sentido tantos homenajes, recordaciones, desfiles y discursos si no nos planteamos seriamente qué estamos haciendo para que la lucha y el sacrificio de aquellos valientes no haya sido en vano. Qué estamos haciendo para que nuestro país tenga un mañana y las futuras generaciones puedan celebrar los próximos 50, 100, 200 años. Con un mínimo de honestidad intelectual deberíamos preguntarnos si el Uruguay, enfrentado a problemas ante los cuales parece ya haber claudicado, es realmente viable. Y si es posible continuar nuestra marcha como nación independiente sin resolver los temas más graves que hoy nos amenazan…
Comencemos por identificar a las grandes amenazas que enfrenta hoy el Uruguay y que ponen seriamente en riesgo su futuro.
Podemos hablar de muchos problemas, educación, seguridad, salud, vivienda, etc., pero hoy queremos referirnos a dos de ellos que, por sus demoledores efectos, nos destruirán como sociedad antes de que podamos encarar otros asuntos.
El primero de ellos es la emergencia demográfica que desde hace mucho tiempo vivimos y que se ha visto especialmente agravada por políticas suicidas implementadas alegremente hace poco más de una década. Hoy estamos lejos de la tasa de nacimientos que asegure al menos la estabilidad poblacional. Hablando claro, año a año somos menos uruguayos… y más viejos. La afectación en la marcha del país parece obvia y no requiere mayores explicaciones. ¿Quiénes serán los trabajadores del futuro en el sector primario, en la construcción, o en servicios esenciales que requieren mano de obra? ¿Quiénes los de la salud para dar respuesta a una población cada vez más envejecida? ¿Quiénes aportarán al sistema de seguridad social para asegurar las prestaciones a una mayor cantidad de jubilados? Preguntas que necesitan respuestas que pareciera nadie quiere dar, al menos con seriedad. Cabildo Abierto ha alertado de esta situación y presentó en 2021 un proyecto de ley para estimular los nacimientos en el Uruguay. Por su naturaleza, y por tratar aspectos impositivos, fue elevado al Poder Ejecutivo para su devolución al Parlamento. Nunca se hizo. Tal vez nuestra iniciativa no era la mejor, pero ni siquiera se amagó con un proyecto alternativo. Nada. Parece que es un tema del que es mejor no hablar.
Otro serio problema que compromete nuestro futuro es el del avance del consumo de drogas en nuestra sociedad. La legalización de la venta de marihuana llevó a la naturalización de su consumo, particularmente entre jóvenes y adolescentes. Si el objetivo de la legalización fue, como se dijo, quitarles el mercado a los narcotraficantes, se fracasó rotundamente. Hoy los narcos tienen muchos más clientes que los que tenían antes de la legalización hace ya una década. El aumento en el consumo es notorio, a la entrada de centros de estudio, en las plazas, donde sea, se ve lo que antes no se veía. ¿Cuál es el problema?, preguntan los jóvenes. ¿si es legal y se vende en farmacias?
El daño que hace la marihuana a quien la consume es innegable, y sin embargo nunca se hizo la campaña de concientización pública que se debió implementar antes de la legalización de su venta. Nuestros jóvenes desconocen el efecto irreversible que el consumo de cannabis le ocasiona en sus neuronas y eso es responsabilidad de un Estado que ha sido omiso en la materia. Nuestra posición al respecto ha sido siempre clara. Hemos tenido diferencias públicas con integrantes de la Junta Nacional de Drogas en el gobierno de la Coalición Republicana. Y sin embargo se continuaron aplicando las mismas políticas implementadas en los gobiernos frenteamplistas…
La marcada disminución de nacimientos y la inundación de drogas en nuestra sociedad afectan seriamente nuestro presente y comprometen aún más al futuro del país, por lo que debieran ser asuntos de primerísima prioridad en la agenda de nuestros gobernantes.
Nuevamente, ¿de qué sirve por estos días homenajear tanto a quienes nos dieron la libertad, si hoy no somos capaces de asegurar la continuidad de la patria que ellos nos legaron? No se necesitan demasiadas luces para ver que estamos caminando directamente hacia el precipicio…