Dentro de un rango de tiempo limitado, es muy difícil que algo pueda cambiar la fría exactitud de la matemática electoral. La única posibilidad de cambio tendría que originarse en algún hecho de magnitudes “escandalosas”… algo que no ocurrió en Lavalleja.
Los guarismos de la elección nacional fueron concluyentes. El Partido Nacional aventajó tan solo por 725 votos al Frente Amplio, pero en cambio superó por 3745 al Partido Colorado. Esto último, si bien pueda parecer una diferencia irrisoria para un montevideano, se hace casi imposible de revertir en un departamento como Lavalleja.
Respecto a los demás partidos, si no tenemos en cuenta los de izquierda (que supuestamente apoyarían en mayo al FA), para que el Partido Colorado fuese una opción viable en la puja por la Intendencia, no hubieran alcanzado todos los votos de los demás partidos juntos para ello. A esto agreguemos que el hecho de que todos los adherentes de estos partidos votasen a un mismo partido (en este caso al Colorado) es algo estadísticamente imposible.
Si bien este razonamiento de matemática electoral pudo no ser tenido en cuenta por el ciudadano común, sí debería haber sido determinante en las decisiones y estrategias de los dirigentes políticos de todos los partidos.
La conclusión que indicaba la lógica era que solo el Partido Nacional y el Frente Amplio podían competir con probabilidades reales para obtener la Intendencia lavallejina.
En noviembre, el resultado del balotaje incidió naturalmente a favor del FA. Haber ganado la presidencia, con los ministerios, las direcciones de los organismos del Estado y aún más el entusiasmo y las probabilidades de crecer en las departamentales motivó a la militancia frenteamplista.
A nivel de algún dirigente (sin mucha formación ideológica), y aún más en algunos votantes de los partidos sin chance de alcanzar la Intendencia, podría presumirse que existiría la tentación de sumarse “a los que venían con viento de cola”, y poner sus boletos en “el caballo del comisario”.
Fuera de la matemática electoral, se desató una “guerra sucia” donde en especial blancos y frentistas intercambiaron y se tiraron con toda clase de acusaciones… algunas más… y otras menos fundadas.
Los momentos de zozobra, desazón e incertidumbre, que desde la noche de la elección hasta ahora están viviendo los que votaron al Partido Nacional (blancos o no) es responsabilidad en gran parte de la dirigencia de dicho partido. Si se hubiera aceptado ir como Coalición Republicana también en Lavalleja, hoy, en vez de incertidumbre se estaría festejando una segura y muy holgada victoria.
Unidos blancos, colorados, cabildantes e independientes, el resultado hubiera sido prácticamente un triunfo aplastante. Esto también se podría haber dado en Río Negro, y hoy este departamento no estaría sumándose a las intendencias frentistas.
Otro aspecto a tener en cuenta es que unidos en coalición, cada partido podría haber votado a sus propios candidatos y haber obtenido ediles que los representarán en el gobierno departamental. Sin coalición en Lavalleja, muchos “no blancos”, resignaron con una visión no egoísta sus preferencias partidarias y votaron al Partido Nacional con la certeza de que era la única forma para ganarle a la izquierda.
Fue lícito y totalmente comprensible, que los colorados “de toda la vida” (como sangre de toro) votaran a su partido. Si bien su dirigencia sabía que el único objetivo posible era la obtención de algunos ediles… no pasaba lo mismo con los votantes.
Siendo la diferencia del primer escrutinio, de 116 votos a favor del Frente Amplio sobre el Partido Nacional, ahora solo resta esperar que los votos observados diriman el resultado final.
No es pecar de reiterativo decir que todas estas horas de desasosiego se hubieran evitado de haberse votado en todo el país como Coalición Republicana… ¿Servirá esto como lección para el futuro?
*Profesor