Si no se ama y no se palpita al Pueblo de Dios como una fuerza interior irresistible, no se puede escribir un libro como el que escribió Guzmán Carriquiry, titulado El testigo. Medio siglo de un latinoamericano en la Roma de los Papas.
Una obra escrita desde el amor y la pasión por la Iglesia y su misión evangelizadora, este libro es impostergable para entender los caminos de Dios en la historia de los últimos cincuenta años. Es un libro de iluminación histórica, de doctrina, de ternuras cotidianas, del “testigo” que anuncia testigos. Del testigo que no solo ve, sino que anuncia lo que ve. No lo hace solo erudición académica, sino que lo hace vida, carne palpitante de Gracia y agradecimiento por lo que toca ver y vivir.
Es un libro valiente que no oculta manchas ni arrugas en la Iglesia, pero que cree que “donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia” (Romanos 5, 20-21). Un libro que explica la geopolítica del Espíritu Santo en una historia de asechanzas y sombras.
En Carriquiry la historia es una memoria de vida, con sombras, desvelos, alegrías, tiempos de plenitud humana y, sobre todo, de encuentros removedores que cambian la vida. Creemos, que allí está una de las grandes riquezas del libro: el estupor, el asombro que producen personas que con sus gestos, sus miradas, sus palabras, pueden transformar vidas. Su experiencia romana le indicó a Carriquiry los grandes caminos de la transfiguración misionera de la Iglesia a nivel universal y preponderantemente hacia América Latina.
No fue un burócrata clericalista haciendo tour espiritual, ni un intelectual encerrado en su coto de sabiduría infecunda; fue y es un hombre apasionado por la Iglesia, por su misión universal de transmitir esa verdad que mueve toda su vida: la afirmación de Jesús de Nazaret: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14, 6).
Su mentor, maestro y amigo Alberto Methol Ferré llegó a escribir con parresía una frase atronadora ante el silencio abrumador que existe en la cultura contemporánea sobre el sentido de la trascendencia y la experiencia de Dios: “Jesucristo es la revolución insobrepasable de la historia”. Esta verdad absoluta para la doctrina católica fue y es la clave hermenéutica del pensamiento y la vida de Guzmán Carriquiry.
Desde el centro romano siempre estuvo atento a las necesidades, los desafíos, las misiones que la Iglesia debía afrontar en América Latina. Era efectivamente un latinoamericano en Roma. Su periplo intelectual fue, y así lo sostiene en el libro, de la Suiza de América a la Patria Grande; de la Patria Grande a Roma; y finalmente desde la Santa Sede al mundo y a América Latina.
Hay muy pocos laicos en la Iglesia que tengan su nivel de experiencia de vida de tantos intersticios vitales de la Iglesia en la vida contemporánea. Ha conocido en forma coloquial e íntima el pensamiento y la espiritualidad de varios papas, porque su casa en Roma tenía tres cosas fundamentales: belleza familiar, hospitalidad y austeridad de vida.
Su casa fue siempre una fiesta de encuentros fraternos con personas de muy diferentes orígenes, entre ellos los futuros papas. Fue el laico más importante de la Iglesia católica, en cuanto a jerarquía. Fue embajador uruguayo ante la Santa Sede en el último período.
El próximo miércoles 10 de diciembre a las 19 horas, en el Auditorio Edificio Semprún, de la Universidad Católica del Uruguay, calle Estero Bellaco esq. Av. 8 de Octubre, se hará la presentación del libro mencionado más arriba. Habrá un diálogo del autor con el cardenal Daniel Sturla.
La presencia de Guzmán Carriquiry y de su esposa, Lídice Gómez, en Uruguay es un acontecimiento de Gracia para la Iglesia uruguaya. Ambos, sin quererlo, marcan rectoría, marcan rumbos de que en la Iglesia se está para servir y fraternizar y no para ser “carrera” y servirse de ella.
Guzmán Carriquiry es una gran inteligencia puesta al servicio del corazón de la misión de la Iglesia: anunciar a Aquel que vino a traer la plenitud de nuestra condición humana. Hacerlo cultura en cualquier situación histórica.
Muchas veces se dice que en la Iglesia faltan ideas firmes y renovadoras, lo que nosotros creemos es que en algunos ámbitos católicos sobran ideas y falta vida evangélica, proclamación de la Buena Nueva, testimonio del Resucitado. En este libro nos encontramos con mucha vida evangélica, contada, vivida y proclamada.





















































