Hoy comencé el día con el llamado de Patricia Santos, periodista del programa de radio Panorama Rural Paysandú. Salimos en vivo y a mitad de la entrevista la periodista me preguntó cómo combino mi vida y trabajo con la investigación para Conexión Ganadera.
Le conté que días atrás un damnificado me había reclamado que no estaba investigando sobre República Ganadera, me preguntó si era amigo de los dueños. Y una mujer se quejó de que no había respondido un mail con información que me había enviado dos días antes.
Intenté explicar a la periodista lo mismo que a los damnificados: no tengo tiempo, físicamente es imposible leer todos los mensajes y correos en el día, muchos menos chequearlos e investigar a partir de esa información. En el caso de República Ganadera, tuve colaboración de los dueños y no había tenido hasta ahora información de desvíos de fondos. Ahora aparecieron algunas personas que dicen haber visto movimientos de ganado y proveedores que inflaron sus facturas. Habrá que ver cuánto de esto es cierto. De haber desviaciones, iremos hasta el hueso, la idea es hacer otro grupo de trabajo. De hecho, se armó una red.
Más allá del tiempo físico, me dio la sensación frente a estos reclamos de que por un lado la gente no estaba teniendo respuestas. Va más de medio año desde que Grupo Larrarte, República y Conexión Ganadera cayeron, y los damnificados no han visto dinero y, salvo a Jairo Larrarte, a nadie imputado. Pero, por otro lado, también veo que los damnificados no encuentran personas u organizaciones que les den respuestas. Desde que dije que no iba a parar hasta que la plata de los damnificados apareciera y todo los involucrados de Conexión Ganadera fueran presos, creo que me colocaron o me coloqué en ese lugar del que investiga, del que defiende los intereses de los que han perdido sus ahorros; de hecho, me llamó un matrimonio de productores ganaderos porque no entienden el crecimiento que tuvo su vecino en estos dos últimos años y querían saber si los podía ayudar porque creían que “estaba en algo raro”. También damnificados de la crisis del 2002.
El apoyo de la gente ha sido fundamental, en las redes, en la calle, por WhatsApp, me ayudan a sacar fuerzas de donde no tengo. Estoy realmente muy honrado y agradecido por las demostraciones de apoyo, de los saludos, de que el fiscal me haya convocado a colaborar con él y del ida y vuelta con el síndico, Alfredo Ciavattone.
Pero ahora pienso: si yo no me hubiese propuesto seguir la ruta del dinero de Conexión Ganadera, ¿a quién llamaría la gente? O mejor dicho: ¿quién debería hacer el trabajo que estamos haciendo mi equipo y yo?
En una democracia como la nuestra, los ciudadanos elegimos nuestros representantes en el gobierno –o Poder Ejecutivo– y en el Parlamento. Son empleados cuyo trabajo se conoce como el de “servidor público”. Quizás los damnificados deberían de exigir al BCU, pero hoy ya no confían en esta institución, lo mismo con el MGAP, la DGI y la Senaclaft, por ejemplo. ¿Qué pasa con la clase política?, ¿con los legisladores?, ¿con los ministros? Claramente Conexión Ganadera es un negocio entre privados, como también lo es una rapiña entre privados o cualquier delito que involucre a dos o más privados.
¿Las penas por estafa tienen que seguir iguales? ¿Los funcionarios corruptos del MGAP y DGI deben de seguir en el mismo lugar? ¿Qué cambios ha habido en estos seis meses?, yo he intentado coordinar una reunión con Alejandro Pacha Sánchez, secretario de la Presidencia, y con legisladores de varios partidos. Sánchez me ha respondido que será un “un gusto y de interés juntarnos”, tres legisladores me han dicho: “Estamos en campaña para las municipales, después vuelvo al despacho y mándame gente, yo los escucho”, “Uh, yo no me quiero meter con estos nenes”, “¿Qué ganás con esto?, ¿enemigos?, quédate quieto”.
Miro a mi equipo y noto que están un poco decepcionados. Eso que veo en ellos es lo que me preocupa. Que la gente se acostumbre a que esto pasa. Ya he dicho en otras columnas que en siete años se han perdido más de 11 mil millones de dólares de ahorros en inversiones.
Acostumbrarse a no creer en las empresas financieras, a que los organismos que tienen que controlar son corruptos y que sus políticos no los representan es acostumbrarse a que la democracia no funcione. Creo que la clase política no ha tomado dimensión de lo que está en juego. Acá se necesitan medidas ejemplarizantes y no parar hasta que aparezca todo el dinero, hay que ir hasta el hueso, todos, como diría mi amiga Brade.