La reunión entre Donald Trump y Javier Milei el martes en Washington representó mucho más que un encuentro diplomático: fue el punto culminante de una apuesta geopolítica que busca salvar un experimento económico en jaque. Mientras el Financial Times advertía sobre la “dinámica insostenible” de la economía argentina, el respaldo estadounidense emergió como la última carta de Milei frente al desgaste social y la derrota electoral.
El informe del Financial Times no podría ser más contundente. Argentina, a pesar de haber logrado el santo grial del superávit fiscal, enfrenta una “dinámica insostenible”. Esta aparente paradoja –equilibrar las cuentas públicas mientras la economía se hunde– define el dramático desafío de Milei.
Los números son elocuentes. La economía argentina se contrajo un 5,6% interanual en el primer trimestre de 2025, y las proyecciones anticipan una caída similar para el segundo trimestre. El consumo interno se desplomó un 12% interanual, reflejando el colapso del poder adquisitivo. La inflación, aunque ha bajado de sus picos dantescos, mantiene una tasa interanual del 142%, una de las más altas del mundo. El resultado social de este ajuste brutal es que la pobreza ya afecta al 55% de la población, según la Universidad Católica Argentina, mientras la indigencia alcanza al 15%.
Este es el panorama desolador que enfrenta Milei en Washington. Su gran éxito macroeconómico –un superávit fiscal primario del 0,3% del PIB en el primer semestre– se logró mediante una tijera feroz al gasto público, pero no ha logrado reactivar la economía. La “lluvia de inversiones” prometida tarda en llegar, y el país se encuentra en una recesión profunda con indicadores sociales que se asemejan a una economía de posguerra.
La derrota electoral: el despertar político de la realidad social
Las recientes elecciones provinciales fueron un terremoto político para La Libertad Avanza. El partido de Milei sufrió una contundente derrota, perdiendo terreno clave frente a una oposición peronista y de centroderecha que capitalizó el malestar social. El mensaje de la ciudadanía fue claro: la paciencia se agota.
Esta derrota no es solo simbólica. Dejó a Milei con una base política aún más débil, complicando enormemente la aprobación de reformas estructurales como la ley laboral y la reforma previsional. El viaje a Washington, por tanto, adquiere un carácter de urgencia existencial: Milei necesita demostrar a su electorado y a los mercados que el apoyo internacional sigue firme, a pesar del revés doméstico.
La estrategia estadounidense: interés geopolítico en un socio débil
¿Por qué la administración Trump apostaría por un gobierno debilitado? La respuesta reside en una calculada estrategia de friend-shoring y competencia global con China. Los intereses de Estados Unidos son claros y se articulan en tres frentes.
Bajo la superficie árida del noroeste argentino yace un tesoro que ha capturado la atención de Washington: el “triángulo del litio”. Argentina no es solo un actor más en el mapa de los minerales críticos; con el 21% de las reservas globales de litio, además de cobre y tierras raras, se ha convertido en una pieza geopolítica crucial. Estos minerales son el nuevo petróleo, la materia prima indispensable para las baterías de los vehículos eléctricos, los chips semiconductores y los sistemas de defensa del siglo XXI. En esta puja silenciosa pero feroz, Estados Unidos ve en el gobierno de Milei la oportunidad de contrarrestar la abrumadora ventaja china. Mientras Pekín controla más del 80% del procesamiento global de estos recursos, la alineación ideológica de Buenos Aires con Occidente ofrece a Washington la posibilidad de construir una cadena de suministro segura, leal y fuera del alcance de su principal rival estratégico. No se trata solo de economía; es una cuestión de seguridad nacional.
Esta carrera por los recursos necesita, a su vez, de un pilar energético sólido. Es aquí donde la tradición nuclear argentina, encarnada en la prestigiosa empresa estatal Invap, entra en juego. El apoyo estadounidense al sector nuclear local va más allá de la mera cooperación técnica. Es una apuesta para garantizar la energía estable que demandará la minería del futuro, a la vez que se teje una alianza estratégica en un área de alta sensibilidad. Al fortalecer a Invap, Estados Unidos no solo apuesta por reactores de investigación; está colocando una ficha clave en el tablero regional, contrarrestando la influencia que Rusia y China han extendido en el sector nuclear latinoamericano. Es una jugada maestra que combina desarrollo energético con influencia geopolítica.
Tras los intereses materiales y estratégicos, late un pulso ideológico. Para la administración Trump, el audaz experimento libertario de Javier Milei es mucho más que un aliado circunstancial. Es un laboratorio vivo, un faro cuyo éxito o fracaso resonará en toda la región. Si el modelo de recorte estatal drástico, apertura económica y alineación férrea con Occidente demuestra ser viable en una economía tradicionalmente volátil como la argentina, se convertirá en un argumento poderoso frente a los gobiernos de izquierda en Brasil, Colombia o México. Esta cumbre, por tanto, no es solo una reunión bilateral. Es la escenificación de una batalla más amplia por el alma de América Latina, donde Washington espera que Buenos Aires se convierta en la prueba tangible de que su visión del mundo puede ofrecer resultados.
La economía de EE. UU.: fortaleza doméstica y necesidades estratégicas
La economía estadounidense bajo Trump presenta un panorama de fortaleza relativa, pero con necesidades estratégicas apremiantes. El crecimiento del PIB ronda el 2,5% anual, con una inflación que se mantiene por encima del 3% –por debajo del pico de 2022 pero aún por encima del objetivo de la Fed– El mercado laboral sigue robusto, con una tasa de desempleo del 4,2%.
Sin embargo, esta fortaleza doméstica ocupa dependencias críticas. La transición energética y la industria de defensa requieren un flujo seguro de minerales que EE. UU. no produce internamente en cantidad suficiente. La inversión en Argentina es, por tanto, una extensión de la política industrial doméstica de Trump, una externalización estratégica para asegurar cadenas de suministro leales y reducir la vulnerabilidad frente a China.
La reunión Trump-Milei: agenda y expectativas
El encuentro de este martes fue más allá de la foto protocolaria. Y ambos presidentes abordaron temas como:
- Financiamiento e inversiones: anuncios concretos de financiamiento para proyectos de infraestructura energética y minera, posiblemente a través de instrumentos del Development Finance Corporation estadounidense.
- Cooperación en seguridad: fortalecimiento de la cooperación en inteligencia y seguridad regional, con un o puesto en la actividad de actores como China e Irán en la región.
- Apoyo político: un mensaje conjunto de firme respaldo al plan de Milei, destinado a calmar a los mercados y enviar una señal de fortaleza a la oposición argentina.
Una apuesta de riesgo en tiempos inciertos
La alianza Trump-Milei es una apuesta de proporciones históricas para ambos líderes, pero con riesgos asimétricos. Para Donald Trump, el riesgo es geopolítico. Si el gobierno de Milei cae por la presión social, EE. UU. podría perder importantes inversiones y ver fortalecida a la oposición en un país estratégico. Un fracaso en Argentina sería una derrota en su estrategia de contención china en la región. Para Javier Milei, la apuesta es existencial. Su gobierno depende de este respaldo para sobrevivir. Si la inversión no se materializa con la velocidad suficiente para revertir la recesión antes de las elecciones presidenciales de 2027, su proyecto político podría colapsar, demostrando que ni siquiera el apoyo de la principal potencia global basta para domar la crisis argentina.
El “dinamismo insostenible” del que advertía el Financial Times fue el telón de fondo de esta cumbre. El éxito o el fracaso de esta alianza no solo definirá el futuro político de Milei, sino que reconfigurará el mapa de influencias en el Cono Sur y servirá como termómetro de la capacidad de EE. UU. para proyectar poder económico en su patio trasero, en una era de competencia entre grandes potencias. La reunión de este martes no fue un punto de llegada, sino el inicio de la jugada más arriesgada de ambos presidentes.