La intermitencia operativa ya ha dejado pérdidas por US$ 60 millones y una creciente desconfianza internacional. El sector exportador advierte: sin un acuerdo estable, empresas de distintos rubros se verán forzadas a paralizar actividades, afectando empleos y el crecimiento de todo el país.
El Puerto de Montevideo, esa puerta de entrada y salida que define en gran medida el pulso comercial de Uruguay, se encuentra nuevamente en la cuerda floja. Lo que comenzó como un conflicto laboral focalizado entre el sindicato de trabajadores y la empresa Katoen Natie, principal accionista de la Terminal Cuenca del Plata (TCP), se ha transformado en un problema con potencial para paralizar sectores enteros de la producción nacional. La frágil tregua de diez días, acordada para permitir las negociaciones, se ha quebrado, sumiendo al principal nodo logístico del país en una incertidumbre que resuena, como un eco costoso, en cada rincón de la cadena productiva.
Mientras el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) intenta mediar entre las partes, las alarmas desde el sector privado no solo se han encendido, sino que han alcanzado un tono de urgencia casi desesperado. La Unión de Exportadores (UEU), voz colectiva de un sector que es el verdadero motor de la economía uruguaya, ha lanzado un comunicado que funciona como un diagnóstico crudo y una advertencia severa: la interrupción del puerto es, en esencia, un frenazo de mano a la riqueza del país.
El costo tangible: millones que se esfuman
Las cifras, por sí solas, son elocuentes. Según el cálculo preciso de la UEU, la primera interrupción de actividades, del 2 al 8 de octubre, representó aproximadamente US$ 60 millones en mercadería sin exportar. Esta no es una cifra abstracta, son toneladas de granos, cortes de carne, productos forestales y manufacturas que, destinados a mercados lejanos, quedaron varados en un limbo logístico. Lo más preocupante, como señalaron los exportadores, es que “solamente una parte se logró embarcar durante los 10 días de negociación y desde el viernes [17 de octubre] la actividad ha vuelto a tener interrupciones”.
Pero el impacto directo va más allá de la mercadería no embarcada. Cada día de parálisis conlleva una serie de costos logísticos colaterales que multiplican las pérdidas. Contenedores que deben ser desviados, camiones que hacen fila interminable a las puertas del puerto consumiendo combustible y tiempo, almacenajes extras y tarifas de demora que se acumulan. La ineficiencia se paga, y se paga cara.
Sin embargo, la UEU es enfática en señalar que “esa cifra es solamente una parte del impacto”. El verdadero peligro, el que deja una huella indeleble, es intangible.
El costo intangible
En el mundo del comercio global, la confianza es la moneda más valiosa. Los compradores en China, Europa o Estados Unidos no compran solo commodities; compran confiabilidad. Carmen Porteiro, presidenta de la UEU, lo expresó con claridad meridiana: “Con un nuevo corte se genera más inestabilidad, más inseguridad de parte de los clientes que cada vez empiezan a presionar más para que la mercadería llegue”.
Cada embarque incumplido es una mancha en el historial de Uruguay como proveedor confiable. Los importadores internacionales, ante la más mínima señal de inestabilidad, comienzan a diversificar sus fuentes. Un comprador que una vez no recibe su mercadería a tiempo, la próxima vez puede mirar hacia Brasil, Argentina o Paraguay. Recuperar ese cliente, una vez perdido, es una tarea titánica.
“Montevideo pierde pie en el tránsito internacional”, sentencia el comunicado de la UEU. Esta frase encapsula una de las mayores preocupaciones. El Puerto de Montevideo compite ferozmente con otros puertos de la región por ser un hub de transbordo. Las navieras globales trazan sus rutas en base a la eficiencia y la previsibilidad. Un puerto conflictivo es inmediatamente descartado de sus mapas logísticos. La pérdida de una escala de una gran naviera puede tener un efecto dominó mucho más devastador que la pérdida puntual de una exportación, ya que afecta a todo el volumen de comercio que esa naviera moviliza.
Cuando el puerto estornuda, la economía se resfría
La advertencia más grave de la Unión de Exportadores es la que anuncia un posible colapso en cadena: “De continuar la actual situación, nos enfrentamos a un escenario donde empresas de distintos sectores puedan verse en la obligación de detener sus actividades, afectando así las fuentes de trabajo y los cumplimientos financieros”.
Esta no es una hipérbole. Imaginemos una planta frigorífica que no puede exportar su producción. Ante la saturación de sus cámaras, se ve forzada a parar la faena. Eso significa despedir trabajadores, incumplir contratos con los ganaderos y dejar de pagar sus obligaciones financieras. El mismo efecto se replica en el sector forestal, el agrícola y cualquier industria que dependa de las exportaciones.
La incertidumbre ya se ha propagado. Ignacio Asumendi, presidente de la Intergremial de Transporte de Carga Terrestre, confirmó a radio Monte Carlo que tienen una “gran incertidumbre” sobre el giro que puede dar el conflicto. Los transportistas, eslabón fundamental entre el campo y el puerto, son los primeros en sufrir las consecuencias, con sus camiones y choferes detenidos, generando costos sin poder operar.
La visión oficial
Frente a esta realidad apremiante, la voz del gobierno ha buscado un equilibrio delicado. El presidente Yamandú Orsi se refirió al conflicto con un mensaje que combinaba un optimismo medido con un realismo sobre la complejidad del asunto. “Por lo que tengo entendido, sí llegó algún acuerdo; veremos cuánto ocurre. Las últimas noticias fueron positivas, se bajó la pelota al piso, veremos si lo podemos sostener. Hay que ser optimista”, expresó.
Orsi reconoció sabiamente que el conflicto tiene “muchas aristas”, al involucrar a actores privados y públicos, y recordó que la terminal portuaria “es un espacio donde el Estado participa en un porcentaje y donde existen antecedentes de arbitrajes y reclamos”. Esta mirada contextual es crucial, pero no aplaca la urgencia del sector productivo.
El mandatario subrayó el papel del puerto como un “dinamizador del crecimiento del Uruguay del futuro” y descartó una intervención directa de su parte, respaldando en cambio la gestión del ministro de Trabajo, Juan Castillo, y de la ministra de Transporte, Lucía Etcheverry, quienes “estuvieron todo el fin de semana trabajando para lograr un acercamiento”. Este respaldo a su equipo es un mensaje de que la estrategia gubernamental es la de la contención y la mediación técnica, antes que una intervención política directa.
La perspectiva de los operadores
Desde la perspectiva de los operadores portuarios, como Katoen Natie, la situación es de una profunda frustración. La empresa, que ha realizado inversiones millonarias en la TCP, ve cómo la imprevisibilidad laboral pone en riesgo la rentabilidad de su negocio y, más importante, la viabilidad misma del puerto como centro de clase mundial.
En un comunicado, Katoen Natie manifestó que, a pesar del retorno de actividades, la situación sigue siendo “de incertidumbre”. Para un operador logístico, la incertidumbre es su peor enemigo. La planificación de recursos, la asignación de grúas y espacios, y las contrataciones con navieras se basan en la certeza de una operativa continua. Sin ella, el modelo de negocio se resquebraja.
La UEU fue más allá al conectar directamente la estabilidad portuaria con la capacidad de Uruguay para atraer inversiones. “Para Uruguay la exportación es esencial, constituye el motivo por el cual las empresas invierten, se instalan y generan empleo”, remarcaron. Un país que no puede garantizar la salida eficiente de sus productos es un país que se autorelegará en la carrera por el capital internacional. “Debemos proteger nuestro posicionamiento, ya amenazado por la creciente competencia de proveedores y países”, sostuvo la gremial. Esta no es una competencia amistosa; es una lucha feroz por un mercado global donde la eficiencia es el único criterio que prevalece.
El llamado de la Unión de Exportadores no es solo para que se levanten las medidas gremiales. Es un llamado estructural. Carmen Porteiro lo resumió al decir que buscan que “haya una solución de largo aliento que permita dar estabilidad al trabajo, a la operativa”.
La hora de la responsabilidad
El Puerto de Montevideo se encuentra en una situación preocupante. Las negociaciones laborales no pueden ignorar el contexto macroeconómico en el que se desarrollan. El sector exportador, motor indiscutible de la economía uruguaya, ha lanzado un SOS que no puede ser ignorado. Su clamor por previsibilidad y estabilidad es el mismo clamor de un país que aspira a crecer, a insertarse en el mundo y a generar prosperidad para todos sus ciudadanos. La pelota, como dijo el presidente Orsi, está en el piso. De la habilidad de las partes y del gobierno para mantenerla en juego y convertirla en un gol para Uruguay dependerá no solo la suerte de unas negociaciones, sino la trayectoria económica del país en los próximos años. El reloj sigue corriendo y cada tic-tac tiene un costo millonario para la nación.




















































