Probablemente pocas cosas lastiman más que la desilusión. Quien le promete algo a un niño y luego no cumple le causa un gran dolor. Quien le promete un puesto de trabajo a alguien que está sin él, igual (quien esto escribe lo sabe bien por experiencia propia) y muchas veces ese dolor se prolonga en el tiempo aun superada la causa. En suma, resulta una experiencia muy desagradable.
Nada más ni nada menos es lo que ha hecho y hace el rubio presidente del norte. Habiendo ilusionado a todo un pueblo y a millones de personas más, los está defraudando, no otra cosa puede decirse. Quien no vaciló en arrojar fuertes bombas sobre territorio iraní cuando el conflicto en Palestina estaba muy tenso, ahora no sabe qué hacer, como si ignorara que en la actualidad no es necesario invadir a nadie (salvo a Irak, claro) y que con dos o tres misiles estratégicamente dirigidos se paraliza a un país y a sus gobernantes, a quienes también puede dárseles muerte. Claro que lo sabe, pero… el rubio presidente se comporta como un elefante en un bazar de porcelana. Amenaza, grita, chilla, pero no hace nada de nada.
Obviamente no se puede demostrar, pero parece bastante claro que quiso asustar a Maduro y su camarilla y por eso plantó cerca de sus costas un submarino de propulsión nuclear y luego el mayor portaaviones del mundo, pero el hecho es que Maduro no se asustó o no le dejaron asustarse. Entonces, cabe preguntarse a qué le teme el rubio presidente. ¿Acaso a Rusia, que hace años suda tinta china para avanzar unos pocos kilómetros en Ucrania? No parece. ¿A China? Tampoco, los chinos están para otra cosa. ¿A la ONU o a la OEA? Buen chiste, esos organismos cuentan cada día menos. ¿Al maior país do mundo? Por favor, son mejores los cuentos de Franz y Fritz.
En realidad, no se sabe. Que hoy, que mañana, que pasado y lo único que sucede es generar más desilusión… y también rencor.
Todo indica que Maduro, de esta manera, no se irá.



















































