El Índice de Paz Global 2025 revela un mundo en deterioro constante, con un sexto año consecutivo de descenso en los niveles de paz. Conflictos activos, militarización récord y tensiones geopolíticas configuran un escenario global cada vez más inestable, mientras la inversión en prevención y construcción de paz se desploma.
El mundo es menos pacífico hoy que en cualquier momento desde que se empezó a medir la paz global en 2008. Según el último Índice de Paz Global (IPG) 2025, el nivel promedio de paz en el planeta se ha deteriorado un 0,36%, marcando el sexto año consecutivo de declive. De 163 países evaluados, 87 vieron cómo su estabilidad se resquebrajaba, mientras solo 74 lograron mejorar. En 17 años, 94 naciones han registrado retrocesos significativos, impulsados por el aumento de conflictos, militarización creciente y tensiones geopolíticas que parecen no dar tregua.
Entre los ejemplos más claros de esta crisis están los extremos del ranking. Islandia, el país más pacífico desde 2008, conserva su posición gracias a altos niveles de cohesión social y sólidas instituciones. En cambio, Rusia, por primera vez en la historia del IPG, ocupa el último lugar en la lista de países menos pacíficos, seguida de Ucrania, Sudán, la República Democrática del Congo y Yemen, todos sumidos en guerras prolongadas y crisis humanitarias devastadoras.
El análisis regional revela matices alarmantes. Europa Occidental y Central sigue siendo la zona más pacífica, aunque con una tendencia a la baja en los últimos cuatro años. Asia-Pacífico muestra luces y sombras: Indonesia mejora, pero Myanmar retrocede de forma preocupante. Oriente Medio y Norte de África mantienen su estatus de región más conflictiva, con combates activos en Gaza, Sudán y Siria. América del Sur destaca por ser la única región que mejoró, impulsada por avances en Perú y Argentina. Asia del Sur, en cambio, experimenta un fuerte deterioro, con Bangladesh y Pakistán enfrentando represión política e inestabilidad social.
El informe subraya que en 2023 se registraron 59 conflictos estatales activos, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial, y que 78 países participaron en guerras fuera de sus fronteras, un reflejo de la competencia global entre potencias y la fragmentación del sistema internacional. El gasto militar global alcanzó un récord de 2,7 billones de dólares en 2024, con 84 países aumentando sus presupuestos. En particular, Europa enfrenta el desafío de integrar sus fuerzas armadas en lugar de simplemente incrementar la inversión.
Los costos económicos de la violencia son asombrosos: en 2024, la violencia le costó al mundo casi 20 billones de dólares, el equivalente al 11,6% del PIB global. De esa suma, el 45% corresponde al gasto militar, 29% a la seguridad interna y un 5% a pérdidas directas por conflictos, que aumentaron un 44% respecto al año anterior. Mientras tanto, la inversión en prevención y construcción de paz cayó a apenas 47.200 millones, menos del 0,52% del gasto militar total.
Los riesgos para el futuro son claros y alarmantes. El informe identifica nueve factores clave que pueden escalar conflictos, entre ellos el apoyo militar externo, la exclusión étnica y la instrumentalización política de la violencia. Las zonas con mayor riesgo son Sudán del Sur, Etiopía/Eritrea, la República Democrática del Congo y Siria, donde las tensiones podrían estallar en guerras aún más amplias.
Además, las crisis económicas y sociales agravan el panorama. En los países en desarrollo, el pago de la deuda consume en promedio el 42% de los ingresos, limitando la inversión en salud y educación. El desempleo juvenil en Oriente Medio y Norte de África supera el 24%, más del doble del promedio mundial. A esto se suma un estancamiento del comercio global, con medidas proteccionistas que se triplicaron desde 2019, frenando el crecimiento económico.
En suma, el informe del Instituto para la Economía y la Paz lanza una clara advertencia: el mundo está en un punto crítico. La paz no puede entenderse solo como la ausencia de guerra, sino como la presencia de instituciones fuertes, cohesión social y oportunidades económicas inclusivas. Por ello, urge fortalecer la “Paz Positiva” mediante inversión en educación, justicia y desarrollo; optimizar el gasto en defensa, priorizando la integración militar sobre el aumento presupuestario, especialmente en Europa; y revitalizar la cooperación global para frenar la escalada de sanciones y guerras comerciales.
El futuro depende de la capacidad colectiva para cambiar el rumbo. La alternativa, advierte el informe, es un mundo cada vez más fragmentado, militarizado y vulnerable a nuevas crisis.