El pasado lunes 4 de agosto se realizó la conferencia anual “El narco nos jaquea. Una espada de Damocles sobre las democracias”, que contó con la participación de destacados expertos en materia de crimen organizado y economías ilegales. La organización estuvo a cargo del canal digital Yunta. Su director, Gabriel Pereyra, conversó con La Mañana sobre el avance del narcotráfico y el rol de las cárceles como foco delictivo. “Hoy la cárcel es el principal aliado de la delincuencia”, advirtió.
¿Qué lo motivó a organizar esta conferencia?
Hace tiempo que me dedico al tema y he dado charlas para empresarios, pero como creo que nadie es profeta en su tierra, me parece importante escuchar a estos hombres que yo conozco y admiro desde hace mucho tiempo. Es una alerta por un tema que nos importa, porque esta actividad la organiza el canal Yunta, que con mi pareja y socia Mariana Secco lanzamos en abril y además de poner contenido en la web dijimos que vamos a hacer que algunas cosas pasen, o sea, vamos a hacer actividades como esta y otras cosas para diversos públicos.
La conferencia contó con la apertura del presidente Yamandú Orsi. ¿Qué significa para ustedes?
Sí, muy generoso el presidente que aceptó abrirla. Tengo una buena relación con él, le interesó el tema desde un comienzo, a él y al ministro del Interior.
¿Y qué aportaron al debate los conferencistas?
Juan Pablo Luna y Benjamin Lessing aportaron desde la academia, y Marcelo Saín desde la práctica, porque él ejerció, fue ministro de Seguridad de la provincia de Santa Fe. Ellos tienen una mirada que comparten que es distinta a la pura represión. Benjamin es un tipo que ha investigado mucho en Colombia, México, Brasil; tiene la teoría de la tríada imposible, que ha sido asumida por muchos sociólogos y criminólogos, donde se sostiene que no se puede combatir narcotráfico, violencia y corrupción a la vez, que hay que ceder en alguna para poder enfocarse en otras. Desde la academia se plantea eso y son cosas muy difíciles de asumir por los gobiernos, muchos lo asumen, otros lo asumen por fuera del radar, otros se resisten y a veces ocurre naturalmente que el Estado se retire y no pueda hacer cosas. Nuestra cárcel es un ejemplo.
¿Tienen solución los problemas que tenemos en el sistema penitenciario?
Al narcotráfico no se le va a ganar, perdimos la guerra absolutamente, pero la cárcel es un lugar donde el Estado es monopólico y puede aplicar políticas focalizadas, experimentar, o sea, si hay un lugar donde se puede poner orden es justamente la cárcel. En desorden, la cárcel es no solo el cuartel general de la delincuencia, es violencia que sale hacia la sociedad integrada, que involucra a todas las familias, es la organización de bandas y reclutamiento. Hoy la cárcel es el principal aliado de la delincuencia.
¿Qué es lo que ha fallado para terminar así?
En los 90 había 2500 presos, hoy hay 17000. Los políticos que apuestan por la represión, que significa penas más duras, más gente en la cárcel durante más tiempo, no tuvieron paralelamente un interés de mejorar las cárceles para que su prédica fuera coherente. Hoy su prédica no es coherente: te dicen que entran a la cárcel y salen peor, pero sin embargo votan leyes que los dejan más tiempo adentro. Entonces, lo que falló fue esa política dual en la que cada vez hay penas más grandes y el sistema no se reforma.
¿Estamos a tiempo de volver atrás?
En las cárceles, como te decía, se puede mejorar. ¿Esto significa que se van a rehabilitar? No, pero significa que mientras estén adentro no generen violencia y que los primarios salgan de una manera más integrada.
Volviendo a la conferencia, ¿qué buscaron transmitir con el título y por qué eligieron centrarse en la relación entre crimen organizado y democracia?
En las últimas décadas se han generado las mafias más poderosas de toda la historia y el poder de corromper a la política lo hemos visto, hemos visto caer presidentes, ministros. El narcotráfico a ese nivel no puede funcionar sin cierto apoyo de la política y de los mandos medios, entonces, este es un delito que afecta a la democracia. Cuando uno dice que la democracia está en riesgo, la gente muchas veces piensa que va a venir una dictadura, pero entre una democracia y una dictadura hay una fractura legal, acá estamos hablando de una pérdida de la legitimidad, que es más difícil de advertir que la ilegalidad; la legitimidad tiene que ver con la capacidad de generar ciudadanía, de que el ciudadano se sienta representado, de no perder poder en manos del narco, de que no se instale la gobernanza criminal, es decir, que los narcotraficantes ocupen el lugar que ocupa el Estado, como está ocurriendo en la cárcel, donde la seguridad no la da la policía, la dan los propios presos. En Río de Janeiro el 80% del territorio está en manos del crimen organizado y ellos brindan seguridad, salud, televisión por cable, gas, entonces hace tiempo que se viene hablando de cómo este delito ha afectado la institucionalidad por el poder corruptor que tiene, la violencia que genera. El crimen organizado en Uruguay no se ve, actúa en los puertos, en los aeropuertos, en el sistema financiero, luego vemos un crimen desorganizado que es la bandita que se mata, pero esto escala muy rápido. Ecuador era el país más pacífico de la región y en pocos años pasó a ser uno de los más violentos. Esto escala y uno se va dando cuenta, tenemos que mirar para atrás y ver lo que éramos hace unos 20 años, y no había sicarios de 14 años, no había armas de guerra en manos de niños, y nos vamos acostumbrando y cuando queremos acordar se nos fue todo al carajo.
¿Qué tendrían que hacer los gobiernos para no llegar a eso? ¿Cómo ha visto las señales de esta administración que apuntan a mejorar el combate al crimen organizado, como la creación del Sistema Integral de Lucha contra el Crimen Organizado y el Narcotráfico (Silcon)?
No hay una fórmula que se pueda copiar porque nadie ha podido ni siquiera poniendo miles de millones de dólares. De aquí para adelante hay incertidumbre, pero de aquí para atrás podemos mirar lo que hemos hecho. No está claro qué es lo que tenemos que hacer, pero está claro qué es lo que hemos hecho y que hemos fracasado, entonces, lo primero que tenemos que hacer es no hacer lo que venimos haciendo, porque hemos llegado hasta acá con este fracaso. Sin embargo, no se ve esa autocrítica, que es un fallo sistémico, no partidario. No fuimos capaces de comprender antes de buscar una solución. Y no es lo mismo aplicar una política hacia un problema del que vos visualizás la solución, que hacia un problema que sabés que no se va a solucionar. El narcotráfico no se va a solucionar, tiene que ver con la condición humana: siempre va a haber gente que quiera consumir, por tanto, siempre va a haber gente que venda. Y cada vez es peor, hay más drogas, hay más cárteles, hay más muertos por sobredosis, hay más presos. Si no nos damos cuenta…
Uruguay suele ser elogiado por la solidez de sus instituciones, por la calidad de su democracia. ¿Podría decirse que hay una negación del problema del narco o una baja percepción del riesgo?
Lo que pasa es que nos comparan con países que están muy mal. En Uruguay el 50% de los muchachos desertan de la educación. ¿Cómo va a ser una democracia de calidad si el 50% deserta y el otro 50% llega a la universidad sin entender un texto simple? ¿Cómo podemos tener una democracia fuerte cuando se violan los derechos humanos en las cárceles como no se violaban en la dictadura? ¿Cómo vamos a tener una democracia fuerte cuando el 90% de quienes pasan por juzgados de familia son condenados sin tener un abogado? Si no nos damos cuenta de esas señales y nos comemos la pastilla… Por supuesto que tenemos instituciones sólidas, pero eso se va perdiendo.
¿Se subestima por parte de la clase política el impacto del narcotráfico?
Más que subestimarlo, no se entiende el fenómeno del narcotráfico. Por eso yo creo que hay que volver atrás y hacernos las preguntas que debimos hacernos hace tiempo: ¿Qué hemos hecho? ¿Cuál es este fenómeno? ¿Qué ha pasado?