Se cumplen este mes 108 años desde el día que La Mañana surgió a la vida pública de nuestro país. Pero los años de un diario no se cuentan por el tiempo vivido, sino por la sangre que recorre sus arterias. Porque el periodismo es una profesión, pero es sobre todo una pasión.
Aquel lejano 1º de julio de 1917 en que el doctor Pedro Manini Ríos convocó a Héctor Gómez y a Vicente Costa con la idea de levantar una tribuna opositora a las ideas colegialistas de don José Batlle y Ordóñez, pero sin abandonar el Partido Colorado, nació a la vida pública La Mañana, con el propósito de dar “una lucha firme y constante por la justicia, el derecho y el bienestar de nuestro pueblo”.
Como se comentaba tiempo después, La Mañana surgía a la vida en un momento excepcional de nuestro país y a raíz de acontecimientos trascendentales que aconsejaban “una patriótica brega por ideales y postulados que mantenían en la lucha de tiempo atrás, al núcleo de ciudadanos que promovía está realización periodística”.
Como escribía un editorialista, “esta hoja periodística que, a la vez de ser destinada a cristalizar una obra patriótica en el terreno de la lucha de ideas, habría que dar a la población, en la faz material, un diario moderno de excelente presentación gráfica, de amplios servicios informativos y de universalidad de temas, capaz de satisfacer las exigencias de sus lectores en todas las esferas de la actividad nacional”.
Esa necesidad “de señalar un rumbo a la opinión pública, ese espíritu de La Mañana que da siempre orientación segura para opinar con honradez, sinceridad y justicia” es la línea de conducta que ha caracterizado a nuestro medio en más de un siglo de existencia.
La tecnología ha cambiado. Desde aquella primera edición que contó con la colaboración de cinco cronistas dedicados a información general, otros dos en casa de gobierno y el Parlamento, un cronista para temas municipales, otro para los entes estatales, dos cubrían el movimiento marítimo y tres las actividades rurales, agropecuarias; dos cubrían la crónica policial, otros dos a la actividad hípica, cuatro a deportes y tres se enfocaban en los eventos sociales. Era una estructura innovadora para su época: la división por especialidades no solo permitió una cobertura amplia y profunda, sino que sentó las bases para un periodismo profesional, diverso y metódico.
Escribieron en sus páginas destacados intelectuales cuya impronta perdura hoy en la forma de contar historias y en el compromiso de rescatar voces del pasado, lo que se refleja todavía en nuestras páginas semanales.
Pero no se puede hablar de La Mañana sin referirse a la familia Manini Ríos. Pedro, diputado, senador, ministro en varias oportunidades, rompió con el batllismo en 1913 al rechazar la reforma constitucional propuesta por José Batlle y Ordóñez para crear el sistema colegiado de gobierno. Creó el riverismo sin dejar el partido Colorado y para respaldar esa corriente opositora dio a luz La Mañana.
La segunda generación mediática y política estuvo representada por los dos hijos de Pedro: Carlos y Alberto. Fue Carlos quien asumió en 1955 como director de La Mañana y líder o la línea editorial del diario manteniendo una postura conservadora y riverista. Fue diputado, senador, ministro de varias carteras, embajador en Brasil.
Alberto, abogado y político, diputado, presidió la sociedad editora de La Mañana, desde donde estableció su línea política alineada con la denominada “tercera posición”, no batllista –no izquierda ni derecha tradicionales– admirando a líderes como Gandhi o De Gaulle.
Así, el periodismo de La Mañana se caracterizó por la profesionalización temprana, la riqueza cultural a través de cronistas intelectuales, y la formación de periodistas apasionados, mucho de los cuales marcaron hitos no solo en el diario sino en la prensa uruguaya en general.
Si bien La Mañana fue históricamente vinculada a corrientes conservadoras, también albergó voces que, sin encasillarse en la izquierda tradicional, promovieron enfoques críticos, sociales y democráticos dentro de sus páginas, impulsando enfoques gremiales, de género, democratización y denuncia dentro de su cobertura.
Es poco conocido que cuando el semanario Hechos, que dirigía Zelmar Michelini, no pudo mantenerse económicamente, Carlos Manini lo compró, manteniendo en la dirección a Michelini y a toda su plantilla de periodistas, unánimemente de izquierda. Se compartía el lugar y el horario de trabajo, conformando así una redacción viva, inquieta y dispuesta a adaptarse y aprender. Desde debates filosóficos con un trago de whisky disimulado en la taza de té, hasta el vértigo del cierre nocturno, La Mañana fue crisol de periodismo auténtico.
Hoy llegaron las computadoras, los teléfonos inteligentes, la comunicación instantánea a través de los océanos; el mundo ha cambiado e inevitablemente ha cambiado la forma de hacer periodismo. La Mañana se ha aggiornado con su edición digital, pero ha mantenido también esta edición en papel como homenaje a sus pioneros. Las redes sociales tergiversan, confunden, inventan y nada de lo que ellas pregonan tiene certeza de veracidad. Sin embargo, queda un periodismo con códigos y valores, transparente y veraz, que seguramente perdurará.
Una crisis económica profunda, termino con varios medios de prensa tradicionales. La Mañana entre ellos. Pero una nueva generación de la familia Manini Ríos se negó a dar por perdida la batalla intelectual y agotó recursos para dar nueva vida al diario familiar. Hugo Manini Ríos, hijo de Alberto, tomó la posta, rescató el título perdido y trajo de nuevo a la vida al viejo bastión periodístico.
Tarea casi imposible en esta época, la sangre volvió a correr por las arterias de La Mañana, no tanto para difundir noticias que hoy adelantan los medios digitales, sino para proyectar una narrativa de nación, orden, y valores tradicionales en un fuerte contenido editorial.
Y la responsabilidad de continuar con la tradición periodística de la familia ha recaído, a la muerte de su padre Hugo, en Manuelita Manini Ríos, joven, resuelta, representante de una nueva generación, que ha asumido el desafío de llevar adelante la doble edición de La Mañana –digital y en papel– manteniendo el estilo fundacional: periodismo serio, de ideas y valores, con respaldo cultural, histórico y una fuerte impronta regional, aunque adaptado al contexto y las tensiones políticas actuales, pero con el compromiso de un periodismo reflexivo, plural y responsable, que recuerda a la impronta histórica.
(*) Exdirector de La Mañana y El Diario
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