Wilfredo Penco (Montevideo, 7 de marzo de 1954) es un ensayista, crítico literario y político uruguayo, doctor en Derecho y Ciencias Sociales egresado de la Universidad de la República. Ha ejercido la crítica literaria desde muy joven y es uno de los principales investigadores de la obra de José Enrique Rodó. En 1994 ingresó como miembro de número en la Academia Nacional de Letras, la cual ha presidido entre 2005 y 2011 y nuevamente desde 2017 hasta 2023. Actualmente es el primer vicepresidente. Fue director de Cultura del gobierno departamental de Montevideo en 1990 y desde 1996 se desempeña como ministro de la Corte Electoral del Uruguay. En 2023 asumió como presidente del organismo.
Hablemos de la Academia Nacional de Letras del Uruguay. Para algunas personas este nombre indica una institución lejana, importante, con grandes personalidades y que tiene algo que ver con el idioma. ¿Cómo podría poner en palabras sencillas el nexo entre esta institución y la ciudadanía que no la conoce en toda su dimensión? ¿Es una institución pública que depende del MEC y opera con autonomía técnica e intelectual?
La Academia uruguaya fue creada en 1943 por un decreto-ley, a fines del gobierno del Gral. Baldomir. Es una institución pública con una muy amplia autonomía, pero no es una dependencia del Ministerio de Educación y Cultura ni de ninguna otra entidad estatal. Estrictamente, no forma parte del Estado, aunque sí recibe, de manera bastante limitada, por cierto, el apoyo de este para el cumplimiento de sus cometidos.
En el marco de las academias de la lengua española (la mayoría americanas), fue una de las últimas en crearse, hacia mediados del siglo XX, cuando ya existían casi todas las demás, algunas desde el siglo anterior y una en particular, la más antigua y prestigiosa, la Real Academia Española, se remonta, más temprano aún, a la segunda década del XVIII.
Pese a no ser tan remota, es probable que, por sus más de 80 años de vida, por la propia índole de su labor y la tradición que distingue a sus similares en el mundo de habla hispana, nuestra academia haya sido considerada, y aún lo sea en alguna medida, una institución de gabinete, cerrada sobre sí misma, solo dedicada al estudio y la investigación de la lengua y la literatura, entre cuatro paredes, proyectando una imagen basada en el sentido de autoridad normativa, de última y consagrada palabra. Sin embargo, hace tiempo que se ha tratado de cambiar desde la propia Academia esa imagen estereotipada. Porque no es posible concebir un trabajo concentrado en círculos elitistas, de espaldas a la realidad, sin una inserción social clara y profunda.
En síntesis, la Academia no podría desarrollar una perspectiva que desconozca la evolución de la lengua con sus dinámicas variantes y connotaciones. Y esa lengua no es otra que la que se fragua en el habla del pueblo en todos sus niveles y, de una u otra forma, la literatura termina reflejando, traduciendo y volviendo a elaborar. De ese proceso y de sus consecuencias culturales la Academia se encarga de registrar y dar cuenta.
¿Cómo se eligen sus miembros? ¿Qué categorías hay?
Para integrar el grupo inicial la propia ley designó diez figuras relevantes de la cultura del país como Alberto Zum Felde, Emilio Oribe, Juana de Ibarbourou, Emilio Frugoni, Raúl Montero Bustamante, Álvaro Armando Vasseur. Estos, a su vez, eligieron a nueve más (Carlos Vaz Ferreira, Fernán Silva Valdés, José Irureta Goyena, Carlos Sabat Ercasty, Adolfo Berro García, entre otros) hasta completar los diecinueve previstos en la norma de creación, el mismo número que los departamentos del país. A medida que se producen vacantes, por el mismo método de cooptación son elegidos, mediante voto secreto, los nuevos académicos, requiriéndose en todos los casos mayoría absoluta.
El actual estatuto, que entró en vigencia junto al respectivo reglamento en 2004, reconoce cuatro categorías de académicos: los de número o numerarios (los diecinueve que constituyen el órgano de dirección de la Academia y son los únicos con voz y voto), correspondientes (dentro del país, en diferentes departamentos, y en el extranjero), eméritos (miembros de número que dejan de serlo cuando se ven impedidos de concurrir a la sesiones de trabajo) y los de honor (personalidades de gran relevancia en la cultura del país, por ejemplo Estela Medina e Ida Vitale). En todos los casos la labor que se cumple es honoraria.
¿Qué significan los sillones?
Se les llama sillones, pero en verdad son sillas (y muy republicanas) que ocupan los académicos numerarios y son identificados por los nombres, según resolución del Pleno de la Academia en 1978, de destacados escritores del siglo XIX y principios del XX, desde Pérez Castellano, Larrañaga, Bartolomé Hidalgo, Acuña de Figueroa, Varela, Bauzá, Zorrilla de San Martín y Acevedo Díaz hasta los integrantes de la generación del 900 Rodó, Javier de Viana, Reyles, Horacio Quiroga, Delmira Agustini, Florencio Sánchez, entre varios.
¿Hay un listado actualizado de sus miembros? ¿Hay miembros que no sean escritores?
En la página web de la Academia (academiadeletras.gub.uy) figuran todos sus miembros, los fundadores, los que los siguieron y los actuales. Entre ellos se encuentran escritores (poetas, narradores, ensayistas, filólogos y críticos literarios, periodistas), pero también lingüistas (especializados en lexicografía y gramática, por ejemplo) y quienes, desde otras disciplinas, como el derecho, la historia, las ciencias naturales o informáticas, las artes visuales o escénicas, la música, están también vinculados con el desarrollo de la lengua.
¿Cuál es su forma de trabajo? ¿Hay investigaciones? ¿De dónde provienen los fondos? ¿Qué personal tiene a cargo?
La Academia trabaja en régimen de plenario, de comisiones permanentes o estables (Asuntos lingüísticos, Gramática, Lexicografía, Literatura y Publicaciones y Asuntos culturales) y con una mesa directiva que integran quienes ejercen la presidencia y la secretaría, a los que se agregan la primera y segunda vicepresidencia, el tesorero y el bibliotecario. Las comisiones se integran no solo con académicos, sino también con especialistas reconocidos por su solvencia en el campo respectivo y pueden ser también comisiones a término o subcomisiones para asuntos específicos.
A su vez, se ha trabajado desde el Departamento de Lengua y Literatura, dependiente de las comisiones, en el estudio de voces y paremias con destino al corpus del Diccionario del Español del Uruguay, cuya primera edición apareció en 2011 y sobre la que se viene procediendo a una revisión de los perfiles teóricos y metodológicos con los que fue concebido a fin de pasar a una renovada estructura que incluirá diferentes formas de consulta a la obra que será digital. También, en ese marco, se intercambia información con la Real Academia Española y con la Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española y son atendidas consultas idiomáticas formuladas por personas o instituciones.
Toda esta labor se lleva a cabo en la sede de la Academia, la casa de Herrera y Reissig, con su “Torre de los Panoramas”, cedida por el Estado en cumplimiento de obligaciones internacionales. Se cuenta con un presupuesto básico, diría que mínimo, otorgado por ley para el funcionamiento, y un par de funcionarios administrativos. Muy poco, por cierto.
Por otra parte, resulta fundamental la práctica que realizan becarios uruguayos en la Academia como parte del máster en Lexicografía Hispánica y Corrección Lingüística convocado por la RAE y la Asale y cuyo título es refrendado por la Universidad de León en España.
¿Cómo se comunican con la gente? ¿Reciben consultas? Sus comunicados o resoluciones ¿tienen carácter obligatorio para alguien o son sugerencias, no imposiciones?
La comunicación de la Academia se realiza a través de publicaciones como la revista anual que actualmente dirige la académica Carina Blixen, ediciones como la reciente del libro Acá se habla así. Apuntes para conocer el español rioplatense, que recoge varios estudios compilados por la académica Virginia Bertolotti, coediciones, la página web, concursos, actos públicos, pronunciamientos dados a conocer por los medios públicos.
Las resoluciones de la Academia tienen solo carácter preceptivo para la propia institución y en el marco de sus cometidos principales que son velar por la conservación y el enriquecimiento de la lengua española en el Uruguay, y contribuir, en lo pertinente, al desarrollo y a la difusión de la cultura nacional. En ese esquema se otorga prioridad al fomento del uso adecuado de la lengua, a contribuir en la definición de políticas lingüísticas nacionales, la realización de investigaciones idiomáticas como las ya referidas, estudios léxicos y gramaticales relativos al español general y al español del Uruguay, el estímulo a la creación y la investigación literarias en todas sus expresiones, el asesoramiento a organismos públicos o privados y a los particulares que soliciten su dictamen en aquellos temas que son de su competencia. También nos interesa siempre colaborar con el sistema educativo nacional. En todos los casos tienen el alcance de aportes institucionales elaborados por reconocidos estudiosos en cada tema.
Hay tendencias y diversidades en la lengua. ¿Se respetan los dialectos o lenguas originales (portuñol, por ejemplo)?
Sí, por supuesto, las variedades son objeto de estudio e investigación. Por ejemplo, en materia de bilingüismo en la Cuenca del Plata, de dialectos portugueses en Uruguay, la Academia cuenta con un especialista de relieve como es el Dr. Adolfo Elizaicín, que presidió la corporación entre 2011 y 2017.
¿Cómo se incorporan nuevos términos?
Se trata de un más o menos largo proceso de verificación, riguroso en todo lo posible, sobre la base de consultas en variadas fuentes que permiten comprobar la suficiente permanencia y aceptación en el uso de palabras que terminan finalmente incorporadas en los corpus lexicográficos, ya sea como expresiones locales o regionales o del propio español general.
¿Se concuerdan los términos de un país con otro?
La lengua española tiene áreas lingüísticas definidas para facilitar el trabajo conjunto. Uruguay integra el área del Río de la Plata junto a Argentina y Paraguay. Las academias respectivas han coordinado una frecuente labor de concordancia y contrastación cuando las circunstancias así lo han requerido.
¿Cómo se vincula la Academia Nacional de Letras del Uruguay con la RAE y la Asale?
Se vincula de diversas maneras. Los vínculos son cada vez más estrechos, y no solo gracias a la tecnología de las comunicaciones que los facilita y hace posible en forma cotidiana, sino además porque el concepto de una lengua española predominantemente metropolitana concentrada en Madrid ha ido cediendo terreno, con el reconocimiento –no siempre lineal– de que en el continente americano radica la mayor cantidad de hablantes del español, que son los que al fin de cuentas dan vida y vigencia a la lengua.
Todas las academias participan de una u otra manera en los proyectos comunes, en los órganos de conducción de la Asale, como la Comisión Permanente, en Congresos académicos periódicos, en los Internacionales de la Lengua Española (el próximo será este año en Arequipa, Perú), en comisiones interacadémicas como la de Publicaciones, que he tenido el honor de integrar y que resolvió no hace mucho sumar a la colección de Ediciones Conmemorativas que publica la Asociación un justo homenaje a Juan Carlos Onetti con la edición reciente de La vida breve, novela pionera en la narrativa hispanoamericana del siglo XX.
Podríamos también hablar del Diccionario de la lengua española, del de Americanismos, del Panhispánico de Dudas, de la Nueva Gramática, de la Ortografía, del programa sobre lenguaje claro y su repercusión en los órganos de Justicia y el ámbito jurídico, entre numerosos proyectos en los que la Academia de nuestro país interviene con regularidad.
¿Qué actividades tienen planificadas para este 2025?
Ya celebramos, como todos los años, el Día de la Poesía en marzo, el Día del Idioma en abril y el Día del Libro en mayo. En los próximos meses habrá conferencias, presentaciones de libros, mesas redondas, promociones relacionadas principalmente con asuntos lingüísticos y literarios. Se destacan, en particular, las incorporaciones a la Academia como miembros de número de la poeta Tatiana Oroño y del músico Mauricio Ubal en los pertinentes actos públicos. Será un año intenso, con numerosas sesiones del plenario bajo la presidencia del historiador Gerardo Caetano, que encabeza la institución desde fines del 2023, con el apoyo indispensable de la secretaria académica, la lexicógrafa Magdalena Coll.
Su actividad literaria, lo conectó, entre otras, con el periodismo cultural. Escribió para Búsqueda, el Correo de los viernes, El País Cultural, Brecha. ¿Qué rol le asigna al periodismo y al poder de la palabra?
Fue una etapa muy importante de mi vida. El ejercicio de la crítica periodística, lo que en cierto modo era una forma de militancia y de exigencia conmigo mismo, una prueba de extremo rigor, me significó un esfuerzo acuciante por estar al día principalmente con la producción literaria uruguaya e hispanoamericana, de ir más a fondo y confirmar las virtudes que constituye la lectura cuando se comparte diariamente con los demás en un acto de intermediación, tal vez algo vicario pero útil o servicial al fin, gracias a la palabra escrita. Esa actividad, junto a la editorial cumplida simultáneamente en los años inolvidables de Arca dirigida por Alberto Oreggioni, y la labor de investigación que desplegué en los archivos literarios de la Biblioteca Nacional, completaron mi compromiso para siempre con la literatura.
Por último, pero no menos importante, desde 1996 ejerce como ministro de la Corte Electoral del Uruguay y desde 2023 es presidente del organismo. ¿Qué responsabilidades implica ese cargo a nivel nacional e internacional?
Ingresé como ministro a la Corte Electoral en vísperas del plebiscito de reforma constitucional que introdujo cambios muy importantes al sistema de elecciones en Uruguay, hoy vigentes. Creía entonces que mi paso por el organismo duraría no más de tres años, pero ya llevo casi treinta dedicado a la misma labor.
Así es la vida: nos da sorpresas y nos marca destinos. Haber sido elegido en tres ocasiones por la Asamblea General para integrar la Corte Electoral a lo largo de tres décadas y terminar presidiéndola no puede dejar de ser un desafío y motivo de orgullo. Por eso trato de cumplir mi tarea con ponderación y equilibrio, respeto y consideración, estudio y compromiso, como entiendo debe hacerlo en todos los casos un juez electoral.
Se trata en definitiva de corresponder a la confianza recibida y ser fiel a una historia institucional con un prestigio bien ganado a nivel nacional e internacional y que, sobre cualquier otra circunstancia, prevalece con la perspectiva con que fue diseñada hace un siglo: con vocación democrática de servicio y pensada para una convivencia perdurable.