En fechas cargadas de significado para La Mañana, es importante destacar el compromiso con principios como la defensa de las libertades públicas, el republicanismo y la producción nacional. Una visión que se enriquece cada semana con los diversos enfoques que aportan variados actores de la sociedad.
Por estas fechas se conmemoran varios hitos importantes vinculados a la historia de La Mañana. Hoy, 9 de julio, se celebra la impresión del número 300 de esta nueva era como semanario. Hace pocos días, el 1º de julio, fue el aniversario 108 del surgimiento de este emblemático medio de prensa.
Además, el pasado 26 de junio pasaron seis años de la publicación del número 1 del semanario y el próximo 11 de julio, día de San Benito, cumplía años el alma máter de este renovado emprendimiento editorial, el recordado Hugo Manini Ríos.
Nunca sentí interés por las cuestiones vinculadas a la astrología, aunque como casi todo uruguayo participo del fenómeno social vinculado a los signos del zodíaco y las fechas de nacimiento. Por curiosidad se me dio por indagar a qué signo corresponde el período que va del 26 de junio al 11 de julio. La respuesta fue Cáncer, un signo “de raíces, historia y continuidad”.
La frase no solo me facilitó el título de esta columna, sino que aporta una descripción precisa del hilo conductor de este esfuerzo colectivo que se concreta cada miércoles en las 32 páginas de papel. El lector podrá comprobar que hay en La Mañana un recurrente autoexamen, casi un ritual de conmemoración especialmente en fechas de aniversario. Desde luego que uno de los motivos es compartir la felicidad con la comunidad fiel del semanario, así como darse a conocer a los nuevos lectores, pero entiendo que hay otro propósito que es el de revisitar aquellos principios fundacionales, detenerse por un instante a comprender el momento histórico que atravesamos y volver a afirmarse en esa tradición para mirar con profundidad el futuro.
Lo primero que debo reconocer es que no estaría escribiendo estas líneas ni hubiera tenido la experiencia de formar parte de este ciclo de La Mañana de no haber sido por la oportunidad que me brindaron Hugo Manini Ríos y su familia. Me formé en un hogar de pensamiento blanco herrerista, artiguista, latinoamericano y estudié en un colegio jesuita. Cuando en mi adolescencia conocí a Hugo, hubo una gran sintonía con su riverismo rodoniano, católico e hispanoamericano.
En aquellos tiempos de principios de siglo, él todavía presidía la gremial de los arroceros, en una época tremendamente crítica para el sector productivo nacional, desafío que encaró con mucho trabajo, coraje y visión estratégica. No se dejó llevar por rigideces autoimpuestas ni por hemiplejias ideológicas, por el contrario, participó e impulsó una original iniciativa como fue la Concertación para el Crecimiento.
No era otra cosa que reivindicar la propuesta de su abuelo Pedro Manini en el primer editorial de La Mañana en 1917: “Asegurar los intereses financieros del Estado, pero en armonía con los de la producción nacional, que quiere mejorar la situación económica de las clases menos dotadas, pero evitando perjudicar las industrias y el comercio que es indispensable proteger”.
La crisis tampoco pasó desapercibida para el diario La Mañana, que desde hacía casi tres décadas ya no pertenecía a la familia Manini, y que debió cerrar sus puertas en el año 2000. En el 2010, fue Hugo Manini quien compró el título que se remataba. Durante los años siguientes se conversó alguna vez sobre el proyecto de su relanzamiento, pero fue recién en el 2018 cuando comenzaron las reuniones para avanzar en este emprendimiento.
En aquellos meses de planificación editorial, el contexto político y económico estaba marcado por el evidente agotamiento del Frente Amplio en el poder después de quince años, en los que se atravesó el auge y caída de los precios internacionales de los commodities. Surgían movimientos como el de los autoconvocados de Un Solo Uruguay que alertaban sobre la incesante pérdida de empleos durante la segunda administración de Tabaré Vázquez en los sectores del agro y la industria, alertando sobre el mayor peso del negocio financiero de los grandes capitales sobre el entramado social y productivo propio. De la familia Manini emergió también el liderazgo y la conducción de un nuevo partido político que aparece con fuerza en el escenario con la figura del Gral. Guido Manini y Cabildo Abierto, en sintonía con aquellos reclamos.
Esta prédica del semanario se ha mantenido coherente tanto en la instancia electoral de 2019 como durante todo el período de gobierno de la Coalición Republicana y también ahora en un nuevo gobierno frentista. Una visión naturalmente enriquecida con los distintos matices y enfoques que brindan los diversos actores y especialistas consultados por este medio.
Tiene La Mañana también un mandato histórico en la defensa de las libertades públicas. Así como nació para defender las conquistas de la consulta popular del 30 de julio de 1916, que a través de la acción de Pedro Manini Ríos y Luis Alberto de Herrera logran incorporar en la Constitución de 1918 con la representación proporcional y el sufragio secreto.
Esto más de un siglo después tenía un significado especial vinculado al necesario respeto de las decisiones populares manifestadas a través de los mecanismos garantizados constitucionalmente como son los plebiscitos y los referéndums. El desconocimiento de estos pronunciamientos, tanto por parte de autoridades nacionales como de organismos internacionales representa una grave violación de nuestras normas democráticas y la propia soberanía. En el mismo sentido, las polémicas reformas que llevaron a diluir la separación de poderes, afectando especialmente la administración de justicia, también motivan a levantar aquellos principios republicanos en la actualidad.
La cuestión de la libertad y el bien común ha estado muy presente en esta nueva era de La Mañana. Lo ha hecho tomando distancia de extremos, tanto de las posturas individualistas que buscan imponer una agenda de derechos utilitaria y contraria a la promoción de la familia, como de las posturas autoritarias que no tienen reparos en avanzar hacia un Estado policial, como quedó de manifiesto especialmente durante la irrupción de la pandemia.
El contexto mundial de 1917 y el actual son bastante diferentes. En aquel tiempo, habían pasado algunas semanas desde que Estados Unidos abandonaba su política aislacionista e intervenía en la Primera Guerra Mundial declarando la guerra a Alemania. Mientras tanto se producía una revolución al interior del otro poder industrial emergente, Rusia. Comenzaba el desplazamiento del poder europeo, que recién se concretó después de la Segunda Guerra, abriéndose el mundo bipolar EE. UU.-URSS. Era muy difícil imaginar las enormes consecuencias que este proceso tendría para Uruguay, ligado al comercio inglés.
Ahora el panorama muestra un aparente repliegue de Estados Unidos, un cuestionamiento al orden multilateral y la consolidación de otros polos de poder como China e India. América Latina ha quedado en un papel marginal de las grandes decisiones. En este marco, desde La Mañana se ha procurado entender las nuevas dinámicas geopolíticas, en toda su complejidad, sin perder de vista algunos principios sostenidos por Pedro Manini Ríos en la Séptima Conferencia Panamericana de Montevideo como la no intervención y la autodeterminación de los pueblos.
El pensamiento de José Enrique Rodó y la doctrina social de la Iglesia son también importantes fuentes orientadoras de este semanario. Guías fundamentales en especial en este tiempo en que se plantean grandes cambios vinculados al trabajo, por el impacto de las nuevas tecnologías en las dinámicas de la sociedad tanto global, como nacional y local.
¿Qué depararán los próximos 300 números? No lo sabemos. Pero confiamos en la permanencia de esta empresa periodística que, con humildad y constancia, ha buscado seguir siendo una voz clara entre tanto ruido y estímulos. Así La Mañana seguirá cultivando ese espíritu de “raíces, historia y continuidad”, propio del signo bajo el cual renació este proyecto. En transformación, sí. Pero como afirmación consciente de principios fundacionales, procurando analizar el presente con lucidez y abordar el futuro con esperanza.