Cualquiera que se haya detenido a pensar un poco sobre el tema sabe bien que una nación sin fantasía, sin un poco de gusto por la magia, no puede, ni pudo, ni podrá jamás ostentar un lugar privilegiado bajo el sol
Charles Dickens
El semanario La Mañana celebra su edición número 300, un logro que simboliza la continuidad de un proyecto periodístico que no solo tiene raíces profundas en la historia nacional –siendo un actor mediático fundamental en la modernización del Uruguay–, sino que además forma parte del imaginario vivo de este país a través de la memoria de sus lectores, que la han seguido a lo largo de estos años.
Recordemos que La Mañana, diario, fue fundada por Pedro Manini Ríos en 1917, y que tras su cierre en los años 90 fue Hugo Manini Ríos quien, en el año 2019, lideró su refundación como semanario. Fallecido en 2023, su figura es inseparable de este nuevo ciclo editorial.
Como bien lo había señalado Hugo más de una vez, estamos en un momento particular de nuestra historia nacional, en el que –a pesar de los cambios de gobierno– los temas acuciantes de este país, sobre los cuales hemos escrito a lo largo de estos años, siguen aguardando una inmediata solución. Y es evidente que Uruguay se encuentra ante la disyuntiva de encontrarse a sí mismo y alcanzar su madurez como nación o, simplemente, dejarse arrastrar por los vientos de la historia.
Sin embargo, como bien expresaba Dickens ut supra, es fundamental creer en los sueños y así como en el pasado, La Mañana se transformó en un medio de referencia del riverismo, que tenía como una de sus principales banderas alcanzar constitucionalmente el sufragio universal en aquellas elecciones del 30 de julio de 1916, hoy en un tiempo de ortodoxia globalista y liberal, defenderse contra el desmantelamiento del Uruguay real es una necesidad ética y moral. Y en esa línea, La Mañana permanece manteniendo en alto sus banderas en favor del Uruguay productivo, de un Uruguay en el que no esté en juego la dignidad de nuestra ciudadanía a costa del beneficio de intereses foráneos.
Hugo Manini Ríos impulsó la reapertura de La Mañana convencido de que Uruguay necesitaba un medio que interpretara su historia productiva y ruralista, sus desafíos geopolíticos y su matriz cultural en un mundo en que cada vez más se diluyen más las tradiciones, fagocitándose desde distintos ángulos una homogenización insípida del pensamiento. Fue por eso por lo que, con claridad conceptual, trazó el modelo editorial, un semanario con opinión, análisis y agenda propia.
Desde su refundación, La Mañana mantuvo un perfil distintivo. Sus páginas no buscan competir en inmediatez con los portales digitales, sino ofrecer profundidad, publicando columnas de política, agro, economía, cultura, historia y filosofía.
En sus editoriales destacados escritos durante la época en que Hugo estaba entre nosotros están: “Nuestro compromiso”, donde desde las páginas de este medio se denuncia el desmantelamiento del aparato productivo nacional que nos impide salir del eterno bucle cíclico de la crisis; o “Réquiem por un país productivo”, en la que se busca elucidar qué sucedió con aquel Uruguay productivo que al comenzar el siglo XXI flameaba en tantas banderas y tantas plataformas políticas.
La concentración de la propiedad de la tierra, la crisis del sector lechero, la casi desaparición del Uruguay lanero, las dificultades que tiene para competir la granja, así como el resto de la agroindustria, como el arroz o la industria frigorífica, han sido evidencia más que suficiente de que las políticas llevadas adelante en las últimas dos décadas pesaron malamente sobre el Uruguay productivo.
Otros temas cautivaron nuestras editoriales, como la importancia de la soberanía nacional y de la región –el Mercosur– donde se destaca de la pluma de Hugo, “Cipayos y genuflexos”, rescatando un episodio transcurrido en el contexto de la Segunda Guerra Mundial en nuestro país, y que tuvo como protagonista a Luis Alberto de Herrera y su oposición a que Estados Unidos instalara una base militar en Uruguay.
En la primera mitad del siglo XX, ya cerrando el ciclo de nuestras endémicas contiendas armadas, nuestro país contó con dos figuras que aún confrontadas –y aparentemente antagónicas– se complementaron magníficamente como los dos pilares indispensables de una democracia tangible. José Batlle y Ordóñez y Luis Alberto de Herrera. Ambos poseían un claro concepto de lo popular y de lo nacional. Pero así como Batlle se lo enfoca como adalid de la justicia social, a Herrera se lo ve inseparable de la dignidad nacional. “Así como Batlle ha forjado la conciencia interna del país, podemos afirmar que Herrera ha sido la conciencia externa…” concluye Alberto Methol Ferré.
En definitiva, llegar al número 300 significa haber sostenido una producción editorial constante, semana tras semana, a lo largo de casi seis años. Lo que significa también la consolidación de un equipo periodístico pequeño pero comprometido, con colaboradores que van desde analistas económicos reconocidos de la talla de Kenneth Coates, hasta historiadores, columnistas culturales y corresponsales en el interior.
Los 300 números de La Mañana también son un recordatorio de la necesidad de medios independientes, no solo de los poderes económicos, sino también de las modas intelectuales que tienden a uniformar el discurso público. En sus páginas conviven artículos que reflexionan sobre los desafíos de la democracia liberal, las nuevas formas de colonialismo financiero, las transiciones energéticas y el arraigo cultural. En las páginas de La Mañana se puede leer al Uruguay como país y también como nación.
En tiempos donde la información circula fragmentada, La Mañana sigue apostando por la palabra escrita con rigor, por la entrevista larga, por la contextualización histórica. Esa herencia de Pedro Manini Ríos y de Hugo Manini Ríos constituye por cierto un aporte invaluable a la prensa uruguaya, y que hoy continúa Manuelita Manini Ríos.
En este aniversario, La Mañana celebra su pasado y proyecta su futuro. Como escribía su fundador en 1917, cuando también el mundo vivía tiempos convulsos: “No entendemos la causa que hemos abrazado sino en perfecta compenetración con los intereses superiores del país. A estos y no a otros consagraremos todas las energías de nuestros entusiasmos”.