Los uruguayos juzgan de las cosas como los beduinos, por sus apariencias, no en sus causas o en sus resultados, y se representan las ideas en el plano más homogéneo, con la sencillez elemental de un niño.
Julio Herrera y Reissig en Tratado de la imbecilidad del país.
El jueves pasado la consultora Cifra presentó en Telemundo su última encuesta nacional sobre la eutanasia, para la que fueron entrevistadas telefónicamente 1115 personas entre los días 9 y 19 de abril de 2025. Los resultados mostraron que el 62% de la población uruguaya está de acuerdo con legalizarla, el 24% en desacuerdo y el 14% “no sabe”.
Recordemos que Cifra viene desde 2020 registrando una clara mayoría a favor de la legalización y solo una minoría en contra. Los juicios se mantuvieron estables hasta 2022 y en esta medición se registra un crecimiento de 7 puntos (de 55 a 62%) de los juicios favorables, y una caída de 1 punto (de 25 a 24%) de los juicios en contra.
Es interesante observar que en este tema en concreto las diferencias político-partidarias casi no tienen incidencia ya que la mayoría de los legisladores del Frente Amplio estaría a favor y solo una parte de la oposición estaría en contra. A nivel del electorado, la mayoría absoluta de los votantes de los tres partidos está a favor, aunque la mayoría es aún más grande entre los frenteamplistas, entre los cuales el 69% estaría a favor, frente al 62% del Partido Colorado y el 57% del Partido Nacional. De todos los grupos analizados, en el único grupo donde la mayoría absoluta (51%) está en contra de legalizar es en el de las personas que se consideran religiosas practicantes, que son el 16% del total de adultos.
Obviamente, a partir de estos datos pueden hacerse distintas lecturas, pero nos parece importante destacar lo que expresa Cifra al decir que “los uruguayos no son fanáticos defensores de la vida por ‘la sacralidad de la vida’, porque tienden a ser laicos, pero lo que sí preocupa es la libertad de elección”.
Este dato es el más interesante de todos, porque evidencia cómo el uruguayo promedio tiene un sentido erróneo de la vida, de la laicidad y de la libertad. En primer lugar, porque la vida es sagrada por donde se la mire. Ya que para todo nuestro sistema jurídico es algo consagrado, y es la piedra fundamental desde la que se edifica nuestra República, ya desde su Constitución, cuando afirma en su artículo 7: “Los habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida”.
En definitiva, lo que expone la encuesta es que a la mayoría de los uruguayos les importa más la libertad que vivir. Y evidencia, un problema cultural severo, no solo educativo, sino un atrofiamiento de la cosmovisión e intersubjetividad uruguaya. ¿Por qué? Porque en primer lugar la libertad es inherente a la vida, y no trascendente como pretenden simular algunos sofistas que pululan en los medios engañando a la población. Pues no existe la libertad sin vida.
Por otro lado, en un país en el que se aprobó recientemente una ley de cuidados paliativos, pero que todavía no se ha instrumentado, avanzar en una ley que podría ir en un sentido totalmente contrario no parece algo lógico. Y menos razonable aun cuando tenemos una de las tasas de suicidios más altas del mundo. Quizás lo importante, más que legalizar la eutanasia, sería pensar cómo mejorar la vida de los uruguayos para que amen la vida y no la rechacen.
Además, el gran problema aquí es cómo encaja la eutanasia dentro del sistema de salud uruguayo, en el que varias instituciones tienen problemas financieros, los tiempos de espera son cada vez más altos, y la atención está mostrando deficiencias estructurales. Ni que hablar de las carencias que hay en materia de salud mental y cómo estas carencias afectan a nuestra sociedad de manera transversal. Ya que, desde una perspectiva puramente economicista, no sería nada descabellado pensar que la eutanasia podría abrir una nueva caja de Pandora, convirtiéndose en una salida barata para enfermedades que de otra forma insumirían enormes costos en cuidados paliativos. No nos podemos olvidar de que, aunque la salud sea un derecho, también es un negocio. Y en un mundo en que los Estados están en decadencia por su endeudamiento, en un país como Uruguay, que carece de rumbo económico y no es capaz de generar a través de su sistema productivo y laboral las condiciones mínimas para la mayor parte de sus habitantes, una ley de eutanasia puede ser fácilmente otra ocasión de “hecha la ley, hecha la trampa”.
Lamentablemente, siguiendo con la línea de legislar con los fondos públicos para problemas que afectan a una minoría de nuestra población y no atendiendo deliberadamente los problemas urgentes del país, se está haciendo nuevo intento de despenalizar la eutanasia: el martes 6 de mayo comenzó a tratarse en la Comisión de Salud de Diputados el estudio de un proyecto de ley sobre este tema.