A partir de su cultura operacional monopólica, empresas como OSE concentran su capacidad empresarial en aspectos industriales relacionados con la generación de agua potable y no prestan tanta atención a los aspectos comerciales de esos procesos, lo que incluye que del 50% del agua producida 35% se pierde y 15% no se factura, problema que ha estado presente durante muchos años, aunque parezca ser un increíble descuido y hasta ceguera ante un futuro crecientemente incierto.
Por otro lado, no se plantean urgencias de renovación de la infraestructura de potabilización en varias dimensiones, por lo cual era previsible esperar que estas desatenciones (se hicieron proyectos, algunos fueron financiados por el BID) pudiesen impactar en el futuro cercano sobre sus posibilidades de producción. Debe tenerse presente que OSE junto con otras empresas públicas uruguayas a lo largo de muchas décadas ha desarrollado una estructura administrativa muy estable que gobierna todo el ciclo de control de la producción y comercialización, sin las urgencias que genera un entorno competitivo y las necesidades de cierto dinamismo para enfrentar acciones ante cambios en la oferta y demanda de agua potable. Se trata de un modus operandi que evidentemente no es el más apto para trabajar en los entornos VUCA y menos en los entornos BANI emergentes.
No es que OSE no se hubiera dado cuenta de que se no se cobraba el 50% del agua que potabilizaba, sino que había concluido (aunque resulte increíble) que es más barato potabilizar que arreglar las pérdidas. Pero esta aceptación de la realidad no es exclusiva de OSE en Uruguay. Los niveles de pérdidas de agua potable eran bastantes similares a los que ocurre en otros países de la región. Esa especie de resignación ante lo aparentemente inevitable no justifica la aceptación de no encarar profesionalmente la reparación o sustitución de cañerías por las cuales de pierde la mitad de la producción de agua potable. Pero este asunto, siendo muy importante no es el centro de interés de este estudio de la crisis hídrica que ahora nos ocupa, pero sí muestra la aceptación resignada de una realidad operativa totalmente contraproducente.
Cada una de las empresas públicas uruguayas que son claves para el desarrollo productivo del Uruguay, tiene cometidos centrales a partir de los cuales centra su desarrollo procurando satisfacer ciertas necesidades. Nos referimos a servicios de agua potable y saneamiento, electricidad, comunicaciones, combustibles. Cuando alguna de estas empresas, por el motivo que sea, no puede cumplir con su rol fundamental, se genera una crisis. Es como si un “cuasi riesgo existencial” se hubiese materializado, donde las consecuencias pueden ser en extremo perjudiciales.
Desde el enfoque de la planeación estratégica nacional y mirado desde el rol de tomador de decisiones, se puede percibir errores significativos en la valoración de la probabilidad e impacto de ciertos riesgos. Los acontecido con OSE en relación con la crisis hídrica que analizamos, esperamos que haya servido para alertar sobre riesgos relevantes, a las otras empresas públicas y organizaciones nacionales que dan servicios claves para la continuidad de la sociedad a escala nacional. Recordemos como reza el dicho “cuando veas las bardas de tu vecino arder pon las tuyas en remojo”
Aparentemente, el Uruguay tiene problemas de conocimiento sistematizado de la problemática. No hemos podido acceder a un análisis de riesgos integral que muestre los diferentes perfiles de cada una de las alternativas, hay un número significativos de factores que requieren un análisis en extremo dificultoso y que depende de los involucrados consultados. Muchos riesgos incluyen valoraciones futuras de los factores críticos, temas asociados con la seguridad y la valoración de riesgos existenciales para la sociedad. Si estamos frente a un conjunto de riesgos existenciales, algunos de los cuales están fuera de nuestro control, un error nos deja expuestos a riesgos catastróficos. Un tema nada sencillo de gestionar, en la medida en que el volumen y distribución de las precipitaciones no los podemos gestionar además de que el cambio climático es cada vez más impactante.
La problemática y las consecuencias negativas de este estilo de gestión se han visto agravados en particular desde la década del 90 del pasado siglo con el advenimiento de los entornos VUCA y la caducidad de los paradigmas bajo los cuales se operaba a mediados de siglo XX. Contextos en los cuales el contar con unos principios éticos compartidos, es un valor que aporta a la sustentabilidad de la organización. La organización dejó de ser confiable y a no ser por la oportuna intervención del gobierno el ente no hubiese podido responder a la emergencia hídrica de manera eficaz. Los indicios recogidos muestran que especialmente durante los últimos años, la gestión de los riesgos de OSE fue prácticamente muy limitada en términos de su efectividad en asuntos que sabemos que son relevantes.
Todo lo que hemos encontrado en los antecedentes del estudio del caso, parece indicar que esto fue en principio algo aceptado en términos de las restricciones de inversión en infraestructura, que aparentemente eran necesarias pero que, de todas maneras, no se realizaron, durante muchos años, con direcciones políticas de diferente signo en la conducción de OSE lo que muestra algo más estructural, respecto de donde es necesario realmente invertir. Los problemas de agencia se exasperaron. No podemos entender (ni justificar) los fundamentos de algunas decisiones claves, pero la ceguera parece insólita, como por ejemplo de que era más barato tratar el agua que controlar las pérdidas. Esto sería un síntoma de cierto economicismo irracional.
Históricamente, la orientación industrial de OSE paso a ser incuestionable y como tal ha sido asimilada colectivamente como algo esencial. No se analizaba el impacto de aquellas inversiones en infraestructura, que siendo necesarias no se realizaron por décadas y siempre existía una razón para posponerlas. Consecuentemente, la Empresa no ha desarrollado históricamente capacidades para llamar la atención sobre los riesgos que se estaban menospreciando. Todo parece indicar que los recursos públicos debían asignarse con otras prioridades, porque el agua siempre estuvo disponible y consecuentemente, no se pensaba que podría ocurrir una crisis de desabastecimiento, como la que se planteó, fundamentalmente en el año 2023. Hay que tener presente además que las empresas públicas industriales como OSE son las principales herramientas con que cuenta el gobierno para implementar las estrategias y lograr los objetivos y metas. Esto generó recurrentemente, dificultades en la conducción de OSE para obtener los fondos necesarios para realizar inversiones en infraestructura. No hemos accedido a documentos claros sobre las marchas y contramarchas en las inversiones que OSE debería haber realizado, aunque han existido declaraciones al respecto. Los resultados generados cuando se desató la crisis hídrica muestran que las responsabilidades de prevención que debió realizar la conducción de OSE, no se asumieron adecuadamente.
No se puede dejar de reconocer que, con la crisis hídrica desatada, los equipos gerenciales de OSE buscaron soluciones creativas. La Gerencia General de OSE asumió un rol más visible de conducción y de comunicación. Por su parte, el Sistema Nacional de Emergencias se activó y aparecieron algunas respuestas eficaces para atender a la población más vulnerable y buscar soluciones de rápida ejecución, para acceder a fuentes de agua potable alternativas. Se buscaron alternativas para aprovechar las escasas reservas de agua potable, con que se contaba. Además, se activaron ágilmente, búsquedas de agua mediante perforaciones, que generaron alguna tranquilidad. Como soporte social ante la crisis, se generaron opciones de acceso a agua potable embotellada que incluyeron importantes subsidios. De todas maneras, los problemas de imagen de los servicios públicos ante la crisis hídrica fueron importantes. Cuando los esfuerzos corporativos en la creación de una identidad/marca están alineados con la forma en que realmente la compañía actúa, las reclamaciones acerca de quién realmente es, son validadas interna y externamente, y puede generar suficiente confianza y voluntad a la hora de recibir por parte de sus accionistas su comprensión, e incluso el perdón, en momentos de crisis. En el caso en que lo que se proclama y lo que se hace luzcan disociados, los perjuicios pueden ser enormes. Aparentemente los intercambios de reproches entre gobierno y oposición por la crisis ponen en evidencia contradicciones que no se han dilucidado.
Hay algunos aspectos relevantes que no se han encarado. En el diagnóstico de OSE se evidencia que existen discrepancias a nivel gremial en cuanto a considerar clientes a los consumidores, los cambios no van a resultar tan sencillo y seguramente requerirán un fuerte trabajo de negociación y acercamiento entre las posiciones que hoy parecen muy distantes por no decir antagónicas. Pensamos que hoy OSE tiene entre sus manos la solución de un riesgo cuyos impactos sobre la sociedad pueden ser devastadores como lo es el abastecimiento del Área Metropolitana donde conviven más de 2 millones de persona o sea más del 60% de la población total del país. No se trata de pedirle algo a un actor clave relevante considerado aisladamente. No será un agente que, actuando individualmente, encuentre las mejores respuestas, por más capacitado y comprometido que este pueda estar. Se trata de un problema que denominamos “multistakeholders” en el cual son varios los agentes que tienen obligación de resolver su cuota de responsabilidad. No estamos seguros de que se haya comprendido a cabalidad la magnitud de los riesgos y valores en juego, que por otra parte afecta también a las otras cuencas del país.
Resulta evidente que analizando los eventuales impactos sobre la salud de la población y los costos que podría tener el creciente deterioro de la calidad del “agua bruta”, entendemos que hoy es el desafío que posiblemente tiene mayores impactos en el desarrollo de la calidad de vida en el país. Es claro que las responsabilidades por la crisis no caen sólo sobre OSE, sino que existen responsabilidades compartidas de varios ministerios. Pensamos además que se han sobrepuesto otros aspectos como la expansión de las áreas agrícola y la intensificación del modelo de producción con base a la intensificación de “insumos químicos” aceleró estos efectos. El Uruguay no se está preparado para ciertas contingencias del futuro, que se nos vienen encima de manera incontenible, de la mano del cambio climático. Ni siquiera ha reaccionado para hacerse cargo de cómo sus esfuerzos productivos afectan el medio ambiente y la calidad de vida presente y futura de los ciudadanos. Uruguayos, tenemos un gran problema.
* Carlos Petrella y Carlos Tessore son ingenieros de la Universidad de la República, Uruguay, y doctorados en España y Estados Unidos, respectivamente. Codirigen un equipo de investigación en Gestión de Crisis Antrópicas.



















































