¿Qué pasa con el trabajo? Se está librando una guerra mundial por pedazos, y uno de esos pedazos es por el control del trabajo. Deciden qué países deben producir y cuáles deben consumir, qué pueblos tienen derecho a trabajar y cuáles no.
Francisco I, Bolivia, 2015
En noviembre de 2021 publicamos un artículo en este mismo semanario titulado “Crisis energética: entre el discurso y la realidad geopolítica”, que teorizaba sobre el nuevo orden geopolítico. En él, afirmamos que dicho orden –hoy ya indiscutible– iba a definir ganadores y perdedores según el acceso a fuentes de energía confiables y baratas, y su impacto en el mercado laboral.
Dividimos al mundo en dos grandes grupos: países con abundancia energética y países que dependen de terceros. A su vez, dentro del primer grupo están los que tienen industria intensiva en energía –como Estados Unidos– y los que no –como Rusia o los países del Medio Oriente–. En el otro grupo, encontramos a China y la Unión Europea: potencias industriales que carecen de energía propia, aunque tienen industria ávida de dicho recurso. Cuatro años después, ese análisis sigue plenamente vigente.
El costo de la energía es hoy el principal factor que define la competitividad de una industria. En toda la gama productiva –desde una planta de lácteos hasta una acería– la energía se ha vuelto central en la estructura de costos. Este enfoque permite entender con claridad lo que ocurre en el mundo.
La confrontación central sigue siendo entre Estados Unidos y China. La posibilidad de perder la hegemonía global no fue tomada a la ligera por la élite norteamericana, que, por distintos medios, busca neutralizar la amenaza del gigante asiático.
A continuación, analizamos los principales conflictos desde el año 2021 y cómo todos ellos conforman una narrativa coherente.
Guerra Rusia-Ucrania (2022)
Con la llegada de Biden al poder, lo que había sido la crisis de Crimea en 2014 escaló ante el discurso insistente de Zelensky en ingresar a la OTAN, algo que estaba claro que Rusia no lo permitiría. Ucrania es clave en la logística del gas ruso hacia Europa, junto con los gasoductos Nordstream, especialmente el Nordstream II que conecta con Alemania.
Lo que parecía una guerra por la libertad se reveló finalmente como un negocio para Estados Unidos: pasó a ser el principal proveedor de energía de Europa gracias a las sanciones impuestas a Rusia y firmó contratos millonarios en minería ucraniana, financiados por la deuda contraída por Ucrania en armamento norteamericano. Un negocio redondo.
En febrero de 2022, ante una pregunta sobre una eventual invasión rusa, Biden respondió: “Si Rusia invade nuevamente, no habrá más Nordstream II. Lo vamos a terminar.” En septiembre de ese año, el Nordstream 1 y 2 fueron saboteados. La operación fue tan precisa y sigilosa que pocos países tienen la capacidad técnica para ejecutarla. A la fecha, nadie se ha adjudicado el atentado, pero entre los tres posibles actores –Ucrania, Rusia o EE. UU.– solo uno resultó beneficiado. Dejo al lector que saque sus propias conclusiones.
Victoria de Donald Trump (2024)
El triunfo fue rotundo: récord histórico de votos para un republicano, victoria en todos los swing states y en el 84 % de los condados. Con ese respaldo, Trump aceleró el rumbo y abandonó la retórica idealista. En su discurso de asunción, declaró la emergencia energética nacional con su célebre Drill, baby, drill, eliminando las restricciones ambientales impuestas por la administración anterior y enterrando las llamadas energías verdes. Estados Unidos se encamina a posicionarse como el “taller del mundo”, desplazando a China mediante su ventaja energética basada en el shale oil y el shale gas, sumado a políticas proteccionistas que ya significaron anuncios de cuantiosas inversiones por parte de empresas como Apple, Nvidia, IBM, TSMC, entre otros.
Esto por sí solo marca una ruptura con el paradigma del libre comercio, dominante desde la caída del muro de Berlín, y pone en valor nuevamente la planificación del desarrollo económico desde el interés nacional.
Otro cambio importante en la política exterior norteamericana fue el fin del doble discurso. En esta nueva etapa, Trump amenaza y cumple. Utiliza la disuasión del poder de fuego y económico estadounidense para ordenar el tablero global, mientras mantiene una línea directa con Putin para coordinar movimientos.
Guerra de los 12 días: Irán vs. Israel (2025)
Israel, en guerra permanente con sus vecinos, retomó su viejo discurso sobre la amenaza nuclear iraní. Parece ser que la hegemonía de Israel en materia nuclear en el Medio Oriente está en duda, e Irán, de mayoría chiita, busca adquirir armamento nuclear, ya sea por desarrollo propio o compra a terceros, como garantía de equilibrio estratégico frente a Israel. Si Irán lo consigue, Arabia Saudita –de mayoría sunita– no se quedará atrás. Y si Arabia Saudita accede, Turquía naturalmente también exigirá lo mismo.
Estamos ante un escenario donde cuatro países pugnan por armamento nuclear. La solución parece ser que todos lo tengan… o ninguno.
Está claro, además, que las acciones llevadas a cabo por Estados Unidos, y las respuestas iraníes, fueron coordinadas previamente entre los actores. Quedará en la anécdota el ataque americano contra las instalaciones nucleares iraníes. Trump apostó fuerte y declaró la aniquilación total de las posibilidades de Irán de desarrollar armamento nuclear, dejando a Israel sin casus belli, y aunque algunos informes contradicen dichas afirmaciones, ningún líder se atreverá a llamar mentiroso al presidente americano sin sufrir las consecuencias económicas correspondientes. Queda de manifiesto, nuevamente, que la retórica y la realidad no siempre van de la mano.
Una vez que esta disputa se resuelva y la región se estabilice, Medio Oriente será un actor relevante en el mercado energético global, compitiendo con Rusia y EE. UU. por el mercado europeo, y con Rusia por el chino. Por eso, tanto EE. UU. como Rusia promueven gobiernos funcionales a sus intereses. Rusia tiene vínculos claros con Irán, Siria y Arabia Saudita. La novedad es el rol de EE. UU., que recientemente firmó acuerdos con Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes, y ya trabaja discretamente en el futuro orden regional.
Consideraciones finales
Los datos publicados por EE. UU. y China en 2025 validan esta línea de análisis. En Estados Unidos, el desempleo bajó a 4,1 % y se crearon 140.000 empleos en junio. En cambio, China acumuló desde 2019 la pérdida de 4 millones de puestos industriales y manufactureros.
Si aceptamos que estamos en medio de una Tercera Guerra Mundial en cuotas, y que lo que se dirime es qué países tendrán trabajo y cuáles no, entonces los grandes perdedores son Europa y China. Y todo indica que esta tendencia solo se profundizará.
(*) Contador Público por la Universidad de la República (Uruguay) y Magíster en Economía por el John Jay College of Criminal Justice (Nueva York).