Dada la importancia que van adquiriendo los acontecimientos económicos y geopolíticos de los últimos tiempos, salvo hechos o circunstancias de destacado relieve local el enfoque de esta columna se concentrará en el acontecer global y sus posibles repercusiones a nivel nacional.
Cuando un país influyente de golpe impone condiciones que impactan negativamente a sus aliados, lo primero que estos se preguntan es ¿dónde quedamos parados? ¿Cuál será la nueva situación y cuánto durará? ¿Qué posibilidades existen de revertirla?
Frente a tal circunstancia lo más valioso es la información, siempre y cuando exista un plan u hoja de ruta que vaya despejando las incertidumbres en el camino hacia la nueva “normalidad”. Pero cuando pasan las semanas marcadas por contramarchas, inconsistencias e improvisaciones nos encontramos en el peor de las situaciones, perdidos en el caos y a la búsqueda del nuevo orden. Algo así está sucediendo con los timonazos que está dando el Sr. Trump, algunos certeros y otros más errados que a una piñata.
Pensemos en la credibilidad de un país que en menos de diez años habrá renegociado íntegramente el marco comercial en tres ocasiones (Nafta, Usmca y el propuesto) con sus dos vecinos y principales socios, México y Canadá.
Comercio internacional
Comencemos con el área en donde se desencadenó el desorden global: el anuncio de un aumento generalizado de aranceles para todos sus socios comerciales, con la particularidad que para cada país el nivel arancelario se ajustaría con relación al monto del superávit comercial mantenido con los EE. UU. Estos llamados “aranceles recíprocos” fueron anunciados hace un mes, pero inmediatamente se abrió un compás de espera de 90 días que vence el 8 de julio.
No reparemos en las causas de dicho déficit, de cuya culpa no está exento el propio afectado. Pensemos simplemente en la colosal tarea de calcular, negociar y aplicar dicho régimen para más de un centenar de socios comerciales, diferenciando a su vez por sector económico (farmacéutica, tecnología, energía, autos, agro, cine, servicios, acero, etc.). El Sistema Armonizado de Designación y Codificación de Mercancías (SA, manual aduanero) comprende 7400 títulos organizados en cuatro niveles jerárquicos, que a su vez contienen distintos bienes y servicios. Los cuatro años del gobierno de Trump podrían dedicarse enteramente a la tarea propuesta.
No subestimar la utilidad de los organismos
Arrancar de cero, país por país, parece un despropósito, tomando en cuenta que ya existe una institucionalidad global en el tema. Entre el GATT y la OMC tardaron casi 80 años, marcados por una progresiva liberalización del comercio internacional, hasta llegar a la situación actual. Que no es un organismo ideal, sin duda, pero cuyos acuerdos multilaterales y cláusulas de nación más preferida (NMF) han evitado la necesidad de miles de negociaciones arancelarias bilaterales.
Las desavenencias con los EE. UU. han ido in crescendo por los fallos adversos en el sistema de resolución de diferencias, que a su vez ha sido paralizado por dicho país mediante su negativa a suministrar un quorum al tribunal de apelaciones del sistema, dejándolo totalmente inactivo.
Sacando número
Hasta ahora ningún país ha llegado a un acuerdo. Según Trump, Japón está a la cabeza de la fila de países que buscan acordar, seguido por Corea del Sur e India. Voceros de la Casa Blanca deslizan que varios países más se han acercado en busca de diálogo. Ayer [por martes] el recientemente confirmado primer ministro de Canadá, Mark Carney, visitó a Trump en Washington, aunque hasta el momento no han trascendido detalles.
No existe tema en la economía que reúna más consenso que la bondad del libre comercio. Pero seguimos lejos de ese ideal (basta con ver el Mercosur) y estas medidas de Trump nos han alejado aún más. Intentar crecer a expensas del vecino es una receta segura para el estancamiento de ambos. Es pasar de un juego de suma positiva a un juego de suma cero o aun negativo.
De rebote
Los impactos de la “propuesta Trump” no se limitan solo al comercio internacional, sino también a los aspectos geopolíticos (rivalidad con China, mediación entre Ucrania y Rusia) y económico-financieros (cotización del dólar, nivel de las tasas de interés, impacto sobre inflación).
También en la política interna de los países. Crece la figura de Carney a nivel global, quien a pesar de su ciudadanía viene de ejercer dos períodos como gobernador del Bank of England (banco central). Ante la renuncia de Justin Trudeau como primer ministro de Canadá, Carney ganó la interna del Partido Liberal y convocó a elecciones generales. Pese a estar 27 puntos atrás de los conservadores en las encuestas, aprovechó la “traición” estadunidense para reaccionar duramente ante la sugerencia de Trump de integrar a Canadá como un estado más de los EE. UU. El resultado fue una victoria de los liberales y la permanencia de Carney en la primera magistratura. En junio recibirá a los jefes de Estado del G7 (Trump incluido) en la provincia de Alberta. Sin duda los aranceles estarán en el orden del día.
Otro beneficiado por el “efecto anti-Trump” (la reacción global contra los aranceles) fue el primer ministro australiano, Anthony Albanese, quien llevó su Partido Laborista a una victoria inesperada.
El sabio de Omaha
Esta semana, en ocasión de la reunión anual de su empresa en Omaha, Nebraska, presentó renuncia a su puesto el popularísimo Warren Buffet, luego de 60 años (tiene 94 actualmente) como oficial ejecutivo en jefe (CEO) de Berkshire-Hathaway, quizás el fondo de inversión más conocido por su exitosa trayectoria (crecimiento anual cumulativo del 20% durante su gestión). Su mensaje a la audiencia ante una pregunta fue: “Los Estados Unidos no deberían usar el comercio como un arma”.
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