El pasado 22 de noviembre se cumplieron 124 años del nacimiento del valenciano Joaquín Rodrigo, uno de los más importantes compositores del siglo XX, cuya obra, sin perder sus fuertes vínculos con la tradición musical española, aportó valiosas innovaciones, como la integración de la guitarra al lenguaje sinfónico orquestal. Nacido el día de Santa Cecilia, patrona de la música, difíciles circunstancias de su vida quizá contribuyeron a que su vinculación con el mundo del sonido fuera más íntima e intensa.
Trasmutar la adversidad
El pequeño Joaquín, el menor de los diez hijos de un matrimonio valenciano, quedó casi ciego a la edad de tres años como consecuencia de la difteria. Años más tarde, convertido ya consagrado compositor, Joaquín Rodrigo, admitiría, sin amargura, que tal vez esa dolorosa circunstancia pueda haber contribuido a su vocación musical, manifestada muy tempranamente.
Ya en la infancia, inició estudios de violín y piano, continuados años después con los de armonía y composición en el Conservatorio de Valencia. Rodrigo escribía sus composiciones en sistema “Braille” y dictaba después a un copista nota por nota de la partitura.
Apenas pasados los veinte años, Rodrigo era ya un destacado pianista, autor de varias obras de cámara y de una primera obra orquestal, Juglares, que fue estrenada por la orquesta sinfónica de Valencia.
París era, en su época, el gran centro de formación musical al que acudían en general grandes artistas y los más famosos compositores, intercambiando sus experiencias en una estimulante comunidad creativa, y allí acudió Joaquín Rodrigo a la edad de 26 años, acompañado de su copista y fiel colaborador Rafael Ibáñez. Es en la ciudad luz donde Joaquín Rodrigo no solo se vincula con famosos compositores como Igor Stravinsky, Maurice Ravel, y Arthur Honegger, sino que durante cinco años recibe en la Escuela Normal de Música clases del francés Paul Dukas, quien no vaciló en destacar que Rodrigo había sido el más talentoso de los compositores españoles que había podido conocer.
Es también en Paris que Joaquín Rodrigo conoce a la pianista turca Victoria Kamhi, quien tiempo después se convertiría en su esposa y quien sería la autora del libro De la mano de Joaquín Rodrigo, historia de nuestra vida, en elque se relata, entre muchos otros valiosos testimonios, las difíciles circunstancias que en ocasiones la pareja debió afrontar, como períodos de carencia económica, de quebrantos de salud, e incluso la pérdida de un bebé no nacido, coincidente con el tiempo en que compuso su famoso Concierto de Aranjuez, lo que demuestra cómo el sufrimiento, lejos de opacar su impulso creador, era capaz de incentivarlo.
Innovar sin abandonar la tradición
Joaquín Rodrigo fue innovador desde sus comienzos. El Preludio al gallo mañanero, obra de piano que Victoria Kamhi admiraba antes de conocer personalmente a su autor, está escrita en dos tonalidades, lo que da un resultado de sorprendente brillo.
También resulta admirable como Joaquín Rodrigo, a pesar de no ser guitarrista, logró expandir las posibilidades de la guitarra hasta convertirla en instrumento de concierto. A la primera Zarabanda siguieron varias obras para guitarra sola.
En cuanto a los conciertos para guitarra y orquesta, fue en el Concierto de Aranjuez, compuesto en el año 1939, el primer gran desafío en que se pudo comprobar que el sonido de la guitarra no quedaba opacado por la orquesta. El concierto fue estrenado en Barcelona en 1940 y un año más tarde en Madrid.
Si bien Rodrigo reconocía que en sus obras juveniles estaba, como todos los de su generación, influido por autores como Debussy, Ravel y Manuel de Falla, se advierte cómo fue logrando su estilo propio, con una obra vasta y madura.
Por el Concierto heroico para piano y orquesta obtuvo en 1943 el Premio Nacional de Composición y a este siguieron varios conciertos más, algunos con amplio protagonismo de la guitarra, como el Madrigal y el Andaluz, en los que la orquesta dialoga con dos y cuatro guitarras respectivamente.
Para el famoso guitarrista Andrés Segovia, el maestro compuso la Fantasía para un gentilhombre, cuyos cuatro movimientos están basados en danzas para guitarra del compositor del siglo XVII Gaspar Sanz.
Verdaderas joyas musicales son también los conciertos de Rodrigo en que la orquesta se acompaña respectivamente con arpa, flauta, violín, y violoncelo. Grande es también su producción en cuanto a música de cámara, vocal y coral. Sin embargo, la enorme notoriedad obtenida por el bellísimo Concierto de Aranjuez puede que haya restado atención a las demás obras, por cuyo conjunto Joaquín Rodrigo ha sido galardonado, entre otros, con el Premio Nacional de Música y el Príncipe de Asturias
Un tesoro para descubrir
El maestro Rodrigo nació un 22 de noviembre fecha en que por increíble coincidencia se celebra la memoria de Santa Cecilia, patrona de la música y de los ciegos. Y como no podía ser de otra manera, Cecilia es también el nombre de la hija del matrimonio Rodrigo Kamhi, quien hoy preside la Fundación Joaquín y Victoria Rodrigo, con sede en Madrid, en la casa en que vivía la familia, donde se preserva totalmente el ambiente tal cual estaba en vida del maestro.
La fundación cuenta con un calificado equipo técnico para el manejo de un valioso archivo documental, de partituras, videos y grabaciones a disposición de concertistas e investigadores.
Cecilia Rodrigo Kamhi ha sido una destacada bailarina profesional y directora de una importante academia de ballet en la ciudad de Bruselas, en donde vivía con su esposo, el violinista Agustín León Ara. Actualmente su actividad está centrada en la divulgación de la obra de su padre, dictando conferencias como la que escuchamos en Madrid a fines de setiembre, titulada “Joaquín Rodrigo en el más allá del Concierto de Aranjuez”,que es una invitación a descubrir la gran vastedad y riqueza que hay en la totalidad de la obra de tan importante autor.
Madrid, noviembre 2025



















































