El Pit-Cnt formalizó su propuesta de gravar con el 1% de su patrimonio al 1% más rico, para así obtener fondos públicos adicionales para enfrentar a la pobreza infantil. Sin duda, una propuesta atractiva que debería tener el apoyo de todos aquellos justicieros sociales que realmente quieren cambiar la realidad de ese tercio de nuestros niños que viven debajo de la línea de pobreza. Pero no todo es tan simple…
Siempre hemos compartido aquella máxima de que “pague más el que tiene más” con la que se llevó adelante la reforma tributaria de 2007. Lamentablemente lo que finalmente se implementó fue otra cosa, que pague más el que trabaje más, llegándose a desestimular por la vía impositiva la posibilidad de un trabajo adicional o de más horas extras.
La propuesta de la central sindical carga sobre un sector de nuestra economía que ya de por sí hace múltiples aportes por distintos conceptos en un país que, dicho por las propias autoridades económicas, está al límite de la carga tributaria tolerable. Una vez más se quiere cargar sobre los mismos a los que hoy se les está exigiendo que financien el gasto del Estado. Pero lo que no se dice es que no se está planteando gravar al gran capital. Nadie menciona siquiera al sector financiero que año a año se ufana de ganar centenares de millones de dólares, que salen de las lonjas de todos los uruguayos. Ni a las grandes empresas a las que se les dio todo tipo de concesiones y cuyas millonarias ganancias permanecen intocadas en la propuesta sindical.
Da la impresión de que antes que una propuesta sincera que busca cambiar la dura realidad de los más frágiles, estamos ante una movida política. Se trata de instalar una gran cortina de humo para desviar la atención de temas realmente urticantes para la central sindical. Es mejor que la militancia se enfrasque en una discusión sobre los beneficios que traería para el pueblo humilde sacarle algo de su riqueza a la oligarquía explotadora. Por otra parte, se les da rostro y nombre a los culpables de la miseria de tantos: son los oligarcas, los malla oro, los que siempre ganan, a los que les ha ido demasiado bien… Va como anillo al dedo con lo que han aprendido y repetido durante más de medio siglo.
Y de paso cañazo se saca de arriba de la mesa la crítica, que puede ser feroz, sobre el mal manejo de los dineros de los trabajadores que han hecho algunos sindicatos. No sea cosa que se les ocurra a otros gremios seguir el camino emprendido por la Federación Uruguaya de la Salud (FUS) y auditar el uso de los dineros de los trabajadores por parte de sus dirigentes. O que vuelva al primer plano el uso de los dineros del Sunca con los que presuntamente se financió la operativa del Partido Comunista y la campaña del plebiscito de la Seguridad Social. Parece que nadie se cree lo de la falsificación de firmas ni que todo haya sido una patraña, aunque así lo pueda dictaminar la justicia compañera.
Además, no compartimos que haya falta de recursos para atender la emergencia social. Lo que hay es un mal uso de los dineros disponibles. Centenares de cargos de asesores con sueldos elevados, funcionarios innecesarios, reparticiones del Estado prescindibles, inversiones ruinosas, juicios perdidos, uso de vehículos, viajes y gastos que rayan con la obscenidad, son solo algunos de los aspectos a cambiar antes de pedirle a la sociedad nuevos esfuerzos tributarios. En vez de avanzar en esos cambios imprescindibles, el Pit-Cnt insiste con la reducción de la carga horaria, o protesta cuando se pretende descontar del salario las ausencias laborales a partir de dudosas certificaciones médicas. Si realmente se quiere contar con más recursos para combatir la pobreza infantil deberíamos comenzar por generarle ahorros a un Estado asfixiado por el peso de un sector público insaciable en sus demandas.
Por otro lado, ¿es real el compromiso de la central sindical con las causas sociales? Hay actitudes que nos hacen dudar. En 2007 se aprobó la Ley 18.212 que legalizó la usura, a pesar de estar prohibida en nuestra Constitución. No hubo ni siquiera el amague del Pit-Cnt de recoger firmas para derogar esa ley que afecta a todos, incluidos a los trabajadores. Ni siquiera el amague… Cuando quisimos cambiar esa realidad de abuso y explotación (esta sí verdadera explotación) que sufren los trabajadores y, después de fracasar en la votación en el Senado, salimos a recoger firmas para plebiscitar el fin de la usura, la central sindical no movió un pelo y se sumó al boicot generalizado que nos hizo todo el sistema político. ¿Acaso los dirigentes sindicales no ven que los trabajadores vuelcan buena parte de su salario en pagar intereses de usura? El silencio cómplice de la central nos hace dudar de sus verdaderas intenciones.
Antes de continuar alimentando a un barril sin fondo con más recursos que terminarán perdiéndose en el camino sin llegar a los legítimos beneficiarios, queremos que se hagan propuestas que conduzcan a sustanciales cambios en la forma de gastar de nuestro Estado.
Mientras tanto, los más postergados siguen siendo usados por todos en sus mezquinas movidas de política menor. Y su situación seguirá incambiada…



















































