A quienes sienten esa justificada curiosidad, no vacilamos en responderles que nuestra primera intención fue la de reivindicar el nombre de una publicación que consideramos un activo moral de nuestro acervo familiar, que está profundamente arraigada en la opinión pública nacional y que inesperada e injustamente se llamó a silencio. ¡Su emblema, que lo identificó desde el comienzo, el expresivo gallo, sorpresivamente dejó de cantar! Entonces el primer compromiso que asumimos es ser leales a sus fundadores. Al espíritu y a los principios rectores que pautaron su trayectoria. En una palabra, a los valores que constituyen la esencia de la Democracia y que son intemporales. No nos olvidemos que La Mañana precipita su aparición el 1º de Julio de 1917 para impedir que las conquistas del 30 de Julio del año anterior se perdieran: el voto secreto, el sufragio universal y la representación proporcional. Los tres pilares fundamentales de una democracia bien entendida.
Hugo Manini Ríos, “La vuelta de La Mañana”, 26 de junio de 2019.
El 1º de julio de 1917 salía a la luz el diario La Mañana, en un modesto taller de la calle Ciudadela, entre Uruguay y Paysandú, en donde se imprimió su primer número. La vieja rotativa Marinoni, que había pertenecido al diario El Tiempo, empezaba a girar con un nuevo propósito: dar voz al anticolegialismo y consolidar un espacio de pensamiento, análisis y acción política. Era, en esencia, la apuesta de un grupo de hombres que creían que el periodismo podía y debía ser una herramienta de transformación social.
El impulsor de este proyecto fue Pedro Manini Ríos, quien culminaba su mandato como senador por Flores, decidido a continuar la lucha política desde la trinchera de la prensa. No estaba solo. Lo acompañaban Héctor R. Gómez, amigo de la infancia y compañero en la guerra, un periodista con trayectoria en El Día, y Vicente F. Costa, comerciante que dejó atrás la comodidad de su vida para abrazar la áspera pero apasionante vocación periodística, tal como lo menciona Carlos Manini Ríos en su libro Anoche me llamó Batlle. Juntos, con el apoyo de otros nombres como Salvador Sosa, Luis Ignacio García, Pablo Varzi, Manuel Acosta y Lara, y Juan M. Gutiérrez, reunieron el capital necesario, compraron la imprenta y decidieron el precio de su diario: cuatro centésimos el ejemplar, diez pesos la suscripción anual.
La Mañana nació en un contexto político adverso. La reforma colegialista impulsada por José Batlle y Ordóñez ya estaba pactada y se convertía en realidad. Domingo Arena lo había dicho en 1913: “La columna es grande… Ya está en marcha. La acaudilla Batlle. ¡Seguro de que nada ni nadie la detendrá!”. Frente a esa ola, el riverismo buscaba consolidar su mensaje y su identidad. Así, La Mañana se definió como un periódico que no solo informaría, sino que sostendría un programa político, económico y social basado en “alta probidad política, sanos principios económicos y amplias y prácticas realizaciones sociales”. Era, como expresaba su primer editorial, el mismo programa que el riverismo había enarbolado en los históricos comicios del 30 de julio de 1916.
Ese primer editorial es un documento de época. Allí se definía la misión de La Mañana: ser un diario moderno, con vocación de permanencia, articulando información, reflexión y principios. Se oponía al reformismo apresurado que, según sus fundadores, pretendía convertir al Partido Colorado en un “socialismo sin bandera”, impulsando cambios económicos y sociales que –advertían– podían dañar la producción nacional, el comercio y las industrias en desarrollo. Defendía, en cambio, un modelo de progreso con equilibrio fiscal, fortalecimiento del Estado y respeto por la libertad y la iniciativa privada, articulados con políticas sociales que no fueran incompatibles con el crecimiento.
“Todo el inquietismo legislativo en materia económica y social, estuvo también de manera principalísima en tela de juicio. El espíritu de novelería y el afán de captarse votos entre las clases desheredadas de la fortuna, por ser las más numerosas llevó a los próceres del situacionismo a pretender transformar al Partido Colorado en lo que entonces llegó a denominarse por ellos mismos ‘Socialismo sin bandera’, fórmula que concretaba un plan amorfo de reformismo a todo transe de nuestra legislación social y económica, de violencia de las costumbres, ataque a las tradiciones y agresión a todos los intereses. Los pontífices del inquietismo creían que se formaba así en las clases trabajadoras, una vastísima clientela electoral” (Pedro Manini Ríos, editorial publicado el 1º de julio de 1917, bajo el título “Esbozo de un programa”).
Pero La Mañana no nació solo para los debates locales y en su primera editorial advertía también sobre la magnitud de la Primera Guerra Mundial, que en ese momento conmovía al planeta. Siendo así que Pedro Manini Ríos inauguró la sección de internacionales en este medio de comunicación, la cual tuvo como denominación inicial: “La nota extranjera”. Sin embargo, tras el término de la guerra y la llegada del período de la Sociedad de Naciones, esta sección estuvo a cargo –hasta 1947– de figuras como Félix Polleri, Juan José Carbajal Victorica, Carlos Manini Ríos, Adolfo Agorio, Óscar Secco Ellauri y José M. Peña.
En definitiva, el 1º julio de 1917 fue otro capítulo ineludible del Uruguay moderno. Porque La Mañana fue un actor decisivo de este proceso en el que las tensiones y contradicciones fueron fundamentales para consolidar la identidad de nuestro Estado nación. Y así, La Mañana se convirtió en tribuna del riverismo, pero también en espacio de ideas y debates que desbordaban lo partidario. Fue un diario que asumió la difícil tarea de informar y formar, de describir la realidad y proponer caminos, de asumir posiciones, pero sin abandonar el rigor analítico.
Hoy, más de un siglo después, su historia nos recuerda la importancia de la prensa como actor político y cultural. Nació en un momento de profundas transformaciones, cuando la sociedad uruguaya discutía su modelo de Estado, sus libertades, su economía y su inserción en el mundo. Fue testigo y protagonista de debates que aún resuenan: la relación entre progreso económico y justicia social, el rol del Estado y el mercado, la modernidad y las tradiciones.
Recordar el nacimiento de La Mañana es también rendir homenaje a quienes entendieron que el periodismo no es un oficio neutro. Es, en el mejor de los casos, un compromiso con la verdad, la libertad y el país. Aquella vieja rotativa Marinoni imprimía mucho más que tinta sobre papel, imprimía ideas que buscaban moldear el Uruguay que despertaba al siglo XX.