Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte,
soy como el junco que se dobla
pero siempre sigue en pie.
“Resistiré” (Dúo Dinámico)
La realidad del poder
El tema del poder nos permite comprender el mundo en el que vive el hombre de hoy y en el que se desarrollan los demás temas particulares. Sin esa comprensión, la política, la economía, la justicia social y muchos otros ámbitos recibirán una interpretación desarraigada de la realidad en la que operan.
Sin embargo, acaso porque nos abruma, muchas veces tratamos de eludir el tema, ¿A qué pensar sobre una realidad cuyo poderío supera nuestras posibilidades y aplasta nuestra autonomía? Tal vez constituya uno de los límites de la existencia, como el tiempo o la muerte, que exigen simplemente aceptación o resignación… ¿No cabría nuestra rendición incondicional? Cuando se llega a la conclusión de que “el mundo está hecho así y ninguno de nosotros podrá cambiarlo”, allí el poder parece lograr su triunfo definitivo. Aun así, la vida permanece.
El poder en el mundo actual
Entendemos aquí por poder toda influencia sobre la conducta de las personas. Es natural, ya que toda vida humana es “ser con otros” y “compartir”, y su bondad o maldad no está en su esencia, sino en su intencionalidad y en su forma. Es bueno si el sentido que guía al poder de un padre sobre su hijo es el de protección. Es malo si el de un jefe o un gobierno es el abuso o la injusticia.
En la actualidad, el poder ha adquirido en el mundo características con consecuencias y derivaciones nunca conocidas.
El ciudadano del mundo actual está siendo acosado por exigencias múltiples, que difícilmente pueda afrontar con éxito. La publicidad televisiva lo insta a cumplir con mandatos tan ridículos como contradictorios y se siente obligado a responder a imposiciones del entorno acerca de lo que debe hacer “para estar a la altura de lo que el mundo de hoy exige”.
¿Cómo se fue generando ese mundo que tanto exige al individuo? Desde la invención de la máquina a vapor y los telares en serie, se produjo en la historia de la humanidad un proceso sin precedentes de mecanización, de tal manera que cada vez con mayor intensidad los aparatos fueron superando la capacidad humana en producción, velocidad y complejidad. El hombre delegó en las máquinas cada vez tareas más variadas y se fue configurando una formidable red organizacional constituida por maquinarias, sistemas y hombres que cubre el planeta. La industria, el comercio, las finanzas y la información fueron generando una imagen de “planificación universal”, conjunción de muchos “poderes” (financiero, burocrático, militar…), ninguno de ellos absolutamente autónomo y todos inevitablemente imbricados en el “sistema”. Se fue construyendo una organización semejante a una megamáquina tecnotrónica muy particular: todos contribuyen a formarla y nadie es capaz de controlarla. Genera una sensación de poder, pero al mismo tiempo el hombre se ve obligado a someterse al sistema que él mismo ha creado. Y se acostumbra a pensar que “el mundo evoluciona por sí mismo”. Se va viviendo como “producto” en la maraña de una organización “robotizada”. Las máquinas se parecen cada vez más a los hombres, y los hombres se van pareciendo cada vez más a los robots. El poder del sistema se fue “naturalizando” y hoy se lo ve como un proceso necesario.
Por otro lado, ante los efectos que ha desencadenado, el hombre no quiere sentirse responsable de lo que pasa. Y con frecuencia aparece en el imaginario colectivo el tema de la “invasión de extraterrestres”. Tales fantasías no son sino la expresión de una percepción reprimida del poder de la obra del hombre que reaparece invadiendo la propia libertad. Como generamos un proceso, pero lo consideramos necesario y “natural”, y nos creemos libres de responsabilidad acerca de los males que puede acarrear, esa energía reprimida reaparece transformada en amenaza (“el retorno de lo reprimido”, en términos de Freud). Esto explicaría gran parte del “malestar de nuestra cultura” reflejado en los estados actuales de ansiedad, insatisfacción, depresión… De tal modo que la pandemia pudo ser vivida en el inconsciente como una misteriosa invasión de fuerzas malignas.
La historia es un proceso humano
El Poder encierra una inmensa paradoja. Obra del hombre, aparece como fuerza sobrehumana que envuelve a los hombres, frente a la cual todo esfuerzo humano pareciera estéril. Pero la verdad es que la dinámica de esa figura gigantesca no está determinada por fuerzas impersonales o leyes absolutas. El desarrollo del poder humano ¿significa que el hombre ha dejado de ser sujeto de la historia, que él es un lugar de paso de sucesos que escapan a su dominio, que ya no es el hombre el que gobierna el poder, sino éste el que gobierna al hombre?
Nada hay más alejado de la realidad que el concepto de un proceso histórico que transcurra de manera necesaria. En realidad, no es posible calcular de antemano el curso d la historia. La historia comienza de nuevo en cada momento. Un acontecimiento histórico es “obra humana”, no simple “evolución”. Así como “el aletear de una mariposa en el Caribe puede producir un ciclón en California”, con cada ser humano que nace y con cada acción que se realiza se inaugura un proceso de naturaleza impredecible. Estamos embarcados en un proceso histórico del que somos agentes activos de decisiones donde juegan nuestra libertad y nuestra responsabilidad, no meros instrumentos de fuerzas impersonales que determinen la marcha de los tiempos. Y, a la vez, somos artífices de acciones cuyos resultados no podemos controlar ni prever de un modo absoluto. Un ejemplo es la expansión de la droga, que el capitalismo financiero no ha sido capaz de controlar y que hoy arroja a poblaciones enteras a la indefensión y la inseguridad.
Es cierto que la realidad es paradójica y que el hombre se encuentra con sorpresas cada día. Los acontecimientos han mostrado giros insospechados que ningún estudioso hubiese podido prever. Una pandemia, un cataclismo geológico, un desastre climático puede acontecer en cualquier momento y quebrar planes y pronósticos. Pero la dialéctica histórica es un perfecto interjuego entre las circunstancias, la voluntad de los actores sociales y las consecuencias de sus actos, que escapan a su control. No existen determinismos, ni sociológicos, ni económicos, ni ideológicos; existe multicausalidad de factores en los que la libertad humana juega su partida. El devenir histórico se reinicia con cada hombre que nace, y en cada hombre con cada hora. Como veíamos, “ninguno quiere hacerse cargo de los males del mundo”, aunque la realidad es que detrás del ejercicio del poder siempre hay algún responsable. Pero la toma de conciencia de la responsabilidad se hace difícil porque, en el sistema actual, los que generan los procesos se hallan muy alejados del terreno donde se sufren los resultados. Si una persona mata a otra, puede vivenciar el hecho, pero si desde un avión aprieta un botón y abajo mueren miles, acaso ya no lo viva como una acción “suya”. Hitler, durante toda la guerra, nunca estuvo en el frente de batalla. Y para los ejecutivos de una multinacional en Nueva York, su firma con la que se despide a mil obreros en Berazategui difícilmente irá acompañada por los sentimientos “compasivos” que serían apropiados. De los despachos de los funcionaros a las villas miseria suele haber una distancia humana sideral.
La resistencia al poder
Este Poder es de características únicas. Nunca se dio en la Historia un poder de tanto poder, capaz de dominar cosas, personas y Estados. Tiene carácter universal: no está circunscripto a ningún tiempo ni lugar del planeta y lo cubre prácticamente en su totalidad. Se ha hecho inmanejable y escapa de las manos de cada uno de los que contribuyen a su conformación. Y también como nunca el ejercicio del poder se hace cada vez más anónimo.
Las formas principales del poder actual son: el capitalismo financiero salvaje en lo económico; la tecnocracia científica y tecnológica de la organización social actual; los autoritarismos, los republicanismos burocráticos ineficientes y las revoluciones tardías en lo político; la globalización consumista y el relativismo ético en el sistema de vida y en la modalidad cultural; el fenómeno devastador de la droga. Todos estos aspectos se refuerzan mutuamente adquiriendo la envergadura de un poder colosal. Frente a ellos, la fuerza de la humanidad de los pueblos por el camino resistencial juega su destino. El poder invade y paraliza, pero el desarrollo de la vida es incoercible. Se requiere que el hombre sea capaz de asumir el control y ejercer “el poder sobre el poder” evitando que el poder gobierne al hombre.
Y ahora vienen las preguntas claves: ¿Es posible hacer algo ante la colosal magnitud del poder convertido en intrincada maraña organizacional? ¿Cómo lograr una descristalización de las estructuras mentales inadecuadas? ¿Cómo hacer para que el poder de la resistencia logre instalar en la sociedad un modo de vida internalizado en la valoración ética de los ciudadanos y se convierta en moral colectiva? Señalaremos tres actitudes que consideramos básicas para una sana estrategia resistencial: la metanoia, la parresía y la paciencia.
[Continúa la segunda parte en próxima edición]