Es insoslayable volver a golpear otra vez este clavo remachado, a consecuencia de la omisión, la soberbia y los intereses particularistas que afectan a las hinchadas, las directivas de los clubes, la propia AUF, las empresas involucradas y, lo que es peor, las sucesivas administraciones de gobierno que primero le erraron muy feo en su apreciación, retirando a la Policía de las tribunas, o no han querido tomar las medidas imprescindibles y ahora se debaten en un escenario harto difícil, ante la habitualidad contumaz de los excesos que atentan contra mantenimiento del orden público. Una y otra vez asistimos a la inoperancia de los efectivos desplegados, heridos graves e incluso muertes y las autoridades tanto nacionales, como las del fútbol y el básquetbol solo atinan a tomar medidas tibias, momentáneas, sumar nombres a una lista obsoleta, etcétera, durante decenas de años en que este problema solo se ha acrecentado.
Un gravísimo error fue perpetrado hace unos tres lustros, cuando se retiró –demagógicamente– a los policías del interior de los estadios. Cobardía o estupidez, eso es lo que ha provocado que las familias se hayan retirado de las tribunas y que los espectáculos deportivos sean una cueva de viciosos, violentos y malhechores. Tal como es archisabido, espacio que se abandona es tomado por el contrario. Y salvo que uno sea muy ingenuo o parte interesada, nadie podrá estar en desacuerdo con la urgencia de la hora.
La extraña mixtura de barrabravas, narcomenudeo, delincuentes para controlar y mantener el espacio de poder –estacionamientos, pasajes y entradas pagadas– e incluso para incidir en las internas de clubes o asociación. Obviamente los intereses de la dirigencia, así como de otros actores de peso, tienen una lógica mercantilista y embretada por la corrección política, ergo para contentar a unos, ahuyenta a los ciudadanos de bien, espantándolos de estadios y canchas a mismas familias, que algunos fariseos de discurso cínico afirman pretender que vuelvan.
No es preciso dar nombres, todos los que estamos medianamente informados sabemos que algunos de estos mercaderes del odio han llegado a bancar a sus esbirros para robar “trapos” e incluso guardarlos de forma incongruente con sus dichos y dan la pauta de una actitud equivoca, que parece legitimar a los problemáticos.
Ya no hay fiesta, ni diversión alguna; eso sí, hay un temor generalizado que afecta casi tanto al fútbol como al básquetbol, y que por las acciones u omisiones de unos cuantos, zahieren la pacífica convivencia de la comunidad, lo cual contrario sensu de lo expresado con cara de preocupación nadie parece querer solucionar de una vez por todas.
Faltan a la verdad los dirigentes barrabravistas, con su clara simpatía por grupos fanáticos, dispuestos a todo, incluso a tratar como enemigos a los simpatizantes de otros clubes. De la boca para afuera, se muestran escandalizados y casi no paran en mientes pontificando con que ya no da para más, frente a cámaras y micrófonos.
Solo falta un poco de valentía y decisión y ponerse los pantalones. Parecen estar a la deriva, estancados en el mar de los sargazos y con un timonel mal asesorado que la macaneo desde el vamos, con la peregrina afirmación de que la guerra contra el crimen organizado está pérdida. No, mi amigo, el que anda perdido es usted, porque está asesorado por derrotistas, faltos de coraje y la vergüenza necesaria para instrumentar ideas serias, firmes y definitorias.
La seguridad no es barata y las problemáticas son ahora mucho peores, deberá invertirse fuertemente y no dejar que el deporte siga siendo meramente un negocio redituable para unos pocos. Esa actitud permite inferir que no les importa un pito cuando en realidad es un asunto importantísimo que afecta claramente algunos de los factores del potencial nacional.
Proponemos adoptar una postura gradualista, pero muy firme; con un compromiso real, con sencillez y determinación. Debe tenerse una actitud inflexible con los violentos y dejar de lado las timoratas medias tintas. El legislador deberá buscar un marco regulatorio y consagrarlo con normas penales y administrativas, sin dilatorias, ni cortapisas.
A los efectos deberían quizás establecerse medidas en círculos concéntricos:
- Despliegue de efectivos policiales en el interior de los estadios, los grupos de choque en la parte superior de las tribunas, con mayor énfasis con los equipos con antecedentes de problemas de esa índole. Los ejemplos huelgan dado que están a la vista y los sufrimos todos reiteradamente ya no solo en el fútbol, sino que se ha contagiado peligrosamente al básquetbol.
- Adopción de una tesitura de cierto tono restrictivo; no permitiéndose en lo absoluto el ingreso de banderas que sean mayores a las de uso personal e individual en mástiles plásticos, así como negar la colocación en lugares comunes que afecten o puedan afectar la visual del resto del público o de los efectivos actuantes y todo otro elemento eventualmente arrojadizo o factiblemente utilizable para agredir y golpear. Del mismo modo debe penalizarse severamente el ingreso o utilización de fuegos artificiales, bengalas y demás elementos pirotécnico civil o militar, tanto como la manipulación y la apropiación o sustracción de símbolos del otro, etc.
- Incluso prohibir para todos los encuentros deportivos el ingreso a los estadios y canchas con la cara pintada, el rostro embozado y con cualquier elemento que pueda considerarse para ese uso como ser capuchas o similares, de tal suerte que permitan evitar las cámaras de identificación facial.
- Incluso para los partidos de riesgo y de alto riesgo, sean de nivel nacional o internacional, deberá prohibirse –según la casuística– el ingreso vistiendo camisetas, dado que pueden exacerbar los ánimos al identificar a las fuerzas encontradas.
- Se recomienda la utilización de drones de mediano o gran tamaño, poseedores de cámaras de alta resolución y artillados para efectuar la grabación, el seguimiento y si fuera necesario el desarme con munición no letal (cartuchos de goma o “bean bag”) de los disturbados y quienes ejerzan violencia contra las personas y las cosas.
Suena algo duro, deberá meditarse, como parte de una batería de medidas tomadas de manera concatenada y gradual, pero a no dudarlo la utilización de la tecnología puede ser fundamental a los efectos de recuperar la paz pública e intentar recomponer el tejido social a pesar del accionar de las pequeñas bandas, de estas tribus urbanas violentas que han impuesto la lógica del módulo carcelario y la solución al estilo de la plancha.
Es preciso por sobretodo, establecer un sistema de contralor no solo de que la entrada sea portada por quien la adquirió, sino que fotografié y escanee el rostro y fisonomía general de todos y cada uno de los que ingresen: no solo los espectadores, sino también los empleados, comerciantes, dirigentes, etcétera. El uso de tótems de esa índole y con las mayores capacidades para el control de la filiación de las entradas, compradas previamente, portando la cédula es un inestimable elemento disuasivo. Estos artilugios convenientemente distribuidos en las ocho a diez puertas habilitadas en los grandes estadios, uno por cada boca de acceso al espectáculo deportivo, permitiría la detección y negación de ingreso de todos los que estén incluidos en el listado de inhabilitados (“lista negra”) debido a sus antecedentes.
En los estadios o canchas más pequeñas alcanzará con establecer menos de media docena de tótems de acuerdo con las bocas de ingreso existentes, siendo estos complementarios a un sistema de molinetes que franquean o no el paso cuando se hayan cumplido con los requerimientos establecidos.
Ante la insostenible situación, que pone en riesgo la tranquilidad, nadie desea seguir soportándola y ya es hora de tomar las cosas en serio y dejar de lado presiones, pequeños intereses o lobbies y dejar de hacer concesiones políticas, a todos los niveles. Basta de sesudos diagnósticos, absurdas explicaciones o de los eufemismos todo terreno, ha llegado la hora de salvar al deporte y sobretodo salvaguardar la integridad física y las vidas de nuestros conciudadanos.
La planificación estratégica hecha por un Estado mayor debe ser respaldada con el marco de las políticas públicas que el Poder Ejecutivo delineará por intermedio del Ministerio del Interior. De nada sirve el palabrerío barato y grandilocuente y las promesas de que dentro de un año habrá un Plan para aplicarse.
Otro punto que considerar es que debe haber pérdida inexorable de puntos, aplicada de manera creciente, al igual que la pérdida de la localía, las multas graduadas aún más graves y costosas, creándose un tribunal de penas –ajeno a la AUF– en la órbita de la Secretaría de Deportes e integrada por el Ministerio, técnicos profesionales de carrera policial –quizás con representación de cada partido que tenga legisladores– y delegados de los clubes. Este tribunal deberá realizar investigaciones de urgencia, en plazos perentorios, de tal suerte que las medidas no pierdan oportunidad y rigor por el natural paso del tiempo.
No pretendemos ser poseedores de la verdad, solo estamos convencidos de que su construcción se hace andando y no empantanados en una marisma hedionda de inoperancia y carencia de ideas. Según nuestra óptica ha llegado el momento de ponerse las pilas por parte del Ministerio del Interior, el Parlamento Nacional, la AUF y todos los organismos relacionados, pero en serio y dejándose de tantas idas y venidas.