Los historiadores aeronáuticos suelen llamar “Aviación Heroica”a los tiempos iniciales de la actividad en la que los vuelos tenían una mezcla de deporte de riesgo y romanticismo, dada la precariedad de las máquinas y el halo que revestía la disciplina. Era la época donde a partir del desarrollo que se empieza a dar en la aeronáutica y de la redefinición del espacio-tiempo provocado por las nuevas aeronaves, se instaura en esas ansias de superación –al igual que en el resto del mundo– la práctica de batir o quebrar récords, ya sea de distancia o velocidad, que llevaba implícito el deseo de concretar hazañas dignas de renombre.
Por ese entonces, el estudio de la ciencia aerodinámica no era muy vasto, y las primeras experiencias que en un principio estaban basadas mayormente en el binomio ensayo y error, recién empezaban a dar muestras de gran avance luego del efecto catalítico que se dioen todas las diciplinas como consecuencia de la Gran Guerra. Ese impulso se terminaría de consolidar de increíble modo luego del segundo conflicto que ha sufrido la humanidad, para continuar de manera sostenida hasta nuestros días, haciendo de ella una profesión sumamente tecnificada.
El Uruguay en materia aeronáutica hacía relativamente poco que había dejado atrás los difíciles momentos iniciales en que se abogaba por la creación de una aviación militar, que logra materializarse en 1913 cuando se contrata al instructor francés Marcel Paillete y se realiza el llamado a oficiales interesados en realizar un curso de aviación que se iba a dictar en el campo de Los Cerrillos, Canelones.
Esa etapa, que dio lugar a la fundación de la Escuela de Aviación Militar, el 17 de marzo de ese año, a pesar de los ingentes esfuerzos que se hicieron por parte del entonces ministro de Guerra y Marina, Gral. Bernazza y Gerez, fue muy corta y poco fecunda, donde los problemas de toda índole fueron la constante en los pocos meses de vida institucional que tuvo. Pero a pesar de todo, esa corta etapa marcó el inicio, y dejó plantada en la conciencia nacional la semilla de la necesidad de una aviación militar.
Los éxitos que posteriormente llegaron, como la fundación definitiva de la Escuela Militar de Aviación, en noviembre de 1916 –de la cual el capitán Boiso Lanza fue su primer director– son en gran parte debido a quienes desde ese tumultuoso comienzo no claudicaron ante las dificultades y persistieron en el esfuerzo. Varios fueron los actores de esa película con buen final, pero podríamos decir que entre los que con más ímpetu destacaron estuvieron Boiso Lanza y Cesáreo L. Berisso, ambos pioneros de la aviación civil y militar de gran relevancia y verdaderos fundadores de la aviación militar. A este último, en 1994, el Parlamento por unanimidad lo honraría designando con su nombre a la principal terminal aérea del Uruguay.
Sorteadas esas vicisitudes iniciales y ya consolidada la aviación militar con una estructura y dotación de aeronaves, aún faltaba parte del reconocimiento internacional. Y es en ese marco que se dan varios de esos desafíos con logros importantes que se habían iniciado con el primer raid internacional de Sudamérica, el Gran Raid Buenos Aires-Mendoza de 1916, en el que triunfaría notablemente Berisso. Esta era tendría en su cierre un destacable final para las alas uruguayas con el vuelo realizado por el entonces Cnel. Berisso y el Tte. Cnel. y poeta Edgardo Ubaldo Genta con motivo de asistir a la celebración de Lima, del cual el pasado enero se cumplieron 90 años.
Subiendo desde El Plata
La ciudad de los virreyes cumplía el cuarto centenario y con el objetivo de representar a las Fuerzas Armadas de nuestro país se programó un vuelo que sería el último de esa época heroica; el mensaje de confraternidad no solo alcanzaría a la nación incaica, sino también en el pasaje a su destino a la Argentina y Chile. Inicialmente la idea de Berisso era realizar la travesía en el avión ARME (Avión de Reconocimiento Modelo Escuela) de fabricación nacional, bautizado Montevideo Nro. 2, pero razones técnicas surgidas durante los vuelos de prueba los días antes le llevaron a inclinarse por hacerlo en un Potez 25 por el mayor rendimiento de su motor Lorraine-Dietrich de 450 HP. La ruta implicaba necesariamente el pasaje de la Cordillera de los Andes, por lo que la preparación de la misión exigía alivianar al avión de todo lo innecesario, llegando incluso a restringir al máximo los efectos personales, con la única excepción de un paquete con volantes del poema Al Perú, que Genta había escrito para la ocasión, y con los que se pretendía honrar a los limeños, arrojándolos desde el cielo a modo de saludo por parte del pueblo uruguayo.
Luego del decolaje el sábado 19 a las 08:00, aterrizan en Villa Mercedes, donde se abastecen de combustible para emprender el cruce de la cordillera por el Paso del Cristo, que felizmente cumplen, arribando al aeródromo Los Cerrillos en Santiago de Chile, donde pernoctan. Al día siguiente, continúan de acuerdo con lo planeado despegando hacia Antofagasta, adonde –previo a una escala técnica en Copiapó– arriban luego de una larga jornada de vuelo para pasar la noche. Ya en las primeras horas del lunes, luego del decolaje, su próxima parada sería Arica, donde luego de repostar y descansar en la noche, pondrían rumbo al destino final, Lima.
El martes 22 en las primeras horas de la tarde serían recibidos en los cielos de la capital incaica por dos escuadrillas de la Aviación Militar del Perú compuesta de tres Curtis Hawk y tres Vought V80 Corsair, al mando del Tte. Comandante Manuel Escalante. Previo a su aterrizaje en el campo de Las Palmas, tal como habían planificado descargan sobre Lima miles y miles de volantes del poema que en digno gesto y a modo de fraternal saludo Genta había escrito:
Al Perú
Bellísimas peruanas, generosos peruanos,
Escuchad desde el lírico cielo deslumbrador
Cómo os llega el saludo de fraternales manos…
¡Es el pueblo uruguayo que aplaude en un motor!
¡Es el pueblo uruguayo! Trae de los lejanos
Tesoro del Atlántico, su tributo mejor:
El estuche fantástico de una palabra. ¡Hermanos!
Y dentro del estuche una diadema: ¡Amor!
Perú glorioso pueblo de heroicas tradiciones,
Colmado de riquezas, de lauros, de canciones;
Vibrante de ideales, pleno de juventud;
Subiendo desde El Plata por celestes escalas
Uruguay en el trémulo palpitar de sus alas
Salud, grita a los cielos, que responden: ¡Salud!
Edgardo Ubaldo Genta
Luego del aterrizaje son recibidos en el mismo aeródromo por el ministro uruguayo Dr. Pedro Callorda, el cónsul de Uruguay, Sr. Jaime Linares, el intendente de Montevideo, Alberto Dagnino, huésped de Lima, miembros de la colonia de uruguayos residentes y diversas autoridades y personal de la aviación del Perú. Berisso luego de los saludos protocolares haría entrega de un mensaje para el ministro de la Guerra por parte del ministro de Defensa uruguayo y otro del Inspector General del Ejército Nacional para su par peruano. Por su parte, Genta en otro entrañable gesto y en representación de la Unión Cultural Americana, de la cual era secretario y su amiga Juana de Irbarbourou presidente, entrega un emotivo mensaje a la madre del poeta Juan Parra Riego, fallecido en Montevideo en 1925. A su vez por medio de la prensa hace extensivo el saludo por parte de dicha organización intelectual a la intelectualidad limeña. Años después esa misma intelectualidad, el 1º de setiembre de 1947, en la persona del escritor y crítico literario Rafael Larco Herrera –quien luego sería vicepresidente del Perú– lo postularía al oficial uruguayo al Premio Nobel de Literatura, materializando una propuesta que nació en tierra mexicana.
Cumplidos los saludos y las recepciones protocolares el regreso estaba planificado para realizarse tempranamente el domingo 27, pero ese mismo día quiso el destino que se jugara la final de Copa América entre Argentina y Uruguay, y ante la insistencia del presidente de la delegación uruguaya de fútbol, Ignacio Reyes, que les pidió que arengaran a los jugadores y presenciaran el partido, decidieron permanecer unas horas más. Felizmente Uruguay se coronó campeón derrotando al rival por un contundente 3 a 0 con goles de Castro, Taboada y Ciocca, conquistando así su séptimo título sudamericano, no pudiendo sellar de mejor manera para los intrépidos militares su viaje antes del retorno definitivo.
Misión cumplida a la manera de Ícaro
El lunes temprano iniciaron su regreso, poniendo proa hacia Cumaná, donde reaprovisionaron combustible para luego partir hacia Arica, donde a las pocas horas de vuelo comienzan a divisar en el horizonte de la ciudad portuaria, la distintiva torre de la catedral gótica de San Marcos, diseñada por Gustave Eiffel. Luego de pasar la noche, en la mañana continuaron el periplo de regreso, que incluyó una escala en Copiapó, para aterrizar muy a su pesar, a unos 200 kilómetros de Santiago por problemas de visibilidad en el paraje de Quillota, donde pernoctan en el fundo del gentil propietario. Al otro día arribarían a Los Cerrillos, donde preparan todo para el cruce. Despedidos por el representante uruguayo, el Sr. Domingo Pacull, decolan, pero rato después, debido a problemas con la presión de aceite deben regresar, falla que se repetirá al día siguiente. Solucionado el problema, se hacen al aire nuevamente hasta alcanzar a cruzar por El Paso del Cristo, aparecer sobre el valle de Uspallata y posar el noble Potez en el campo militar de Mendoza, donde los esperaba el cónsul uruguayo y viejos amigos de Berisso de cuando ganó el Gran Raid en 1916. En la tarde visitarían el monumento en honor a la gesta del Ejército de los Andes en la cima del Cerro de la Gloria, del escultor compatriota Juan Ferrari y enviarían un telegrama a sus familiares: “Cumplida nuestra misión a la manera del Ícaro, subimos la cordillera seis mil metros hacia el sol…”.
El martes 5 de febrero, luego de sobrevolar praderas, pampas, cordilleras, montañas, costas, desiertos y punas, en un vuelo con notas de mil colores, el cansado Potez Nro. 8 con sus dos bravos ocupantes, regresaba a su nido posándose suavemente en la pista de pasto del aeródromo que 17 días antes los vio partir. Se había cumplido así el último raid de la Aviación Heroica.
Los entonces Cnel. Berisso y Tte. Cnel. Genta serían condecorados el 19 de julio por el gobierno peruano por dicha hazaña. El ministro de ese país en Uruguay, el poeta Luis Fernán Cisneros, les otorgó la Orden del Sol en una ceremonia en la sede diplomática de ese país.