En los últimos días ha tomado estado público el documento emanado de la Asamblea Nacional Técnico Docente Ordinaria (ATD), reunida en Minas del 4 al 8 de agosto.
El documento final de la Asamblea propone hacer cambios en ciertas prácticas que hoy realizan los alumnos de nuestros centros escolares, como portar pabellones patrios, prometerle fidelidad al Pabellón Nacional o entonar frases como “No reclamo más honor que morir por mi bandera”, en referencia a la conocida y hasta ahora muy apreciada marcha “Mi bandera”. Se argumenta que no se puede imponer institucionalmente algo que aquellos a quienes está dirigido no pueden entenderlo. Esto constituye, según el documento, un claro ejemplo de violencia institucional.
Sin embargo, esa misma ATD establece contenidos programáticos en los que se propone consolidar la presencia curricular de la sexualidad como área específica, impartiendo a niños de 3, 4 y 5 años temáticas tales como la identidad de género, en lo que lo masculino y lo femenino son presentados como construcciones y estereotipos sociales. Parece que para estos docentes nuestros niños no pueden entender lo de defender la patria y venerar su bandera, pero sí pueden entender que su sexo (género en el léxico progre) es una construcción social. ¡Y pueden entenderlo ya con 3 años!
Estamos ante un verdadero desquicio. No solo por lo que expusimos del documento, sino también por lo que por razones de espacio no podemos desarrollar como, por ejemplo, la necesidad de reconocer a las lenguas nativas (¿?).
Pensamos que se trata de gente muy trastornada, alienada por ideologías que han fracasado en el mundo entero, que ha perdido noción de qué es lo que hay que trasmitir a nuestros niños para formarlos como buenos ciudadanos. Conscientes o no, estos docentes se han transformado en verdaderos soldados de Soros, un millonario de fortuna mal habida que ha dedicado su vida a financiar todo lo que debilite a Occidente, minando su base cultural y sus instituciones.
Tenemos la convicción de que el mal de nuestra sociedad en los tiempos actuales se origina en un sistema de enseñanza que desde hace décadas está en manos de militantes políticos, peones de agendas elaboradas en otras latitudes. Agendas que hablan de desarraigar a los pueblos desconectándolos de su historia, a la que distorsionan hasta transformarlas en un relato afín a sus objetivos políticos. Agendas que impulsan la fragmentación social enfrentando a la mujer con el hombre, a quien criminalizan y culpan de los males de la sociedad. Agendas que buscan la destrucción de la familia, que en última instancia constituye una barrera ante la acción totalitaria de un Estado que quiere imponerse en todos los aspectos de la vida del ser humano. Agendas, en fin, que impulsan la cultura de la muerte legalizando el aborto y ahora también la eutanasia…
Estas agendas fueron adoptadas por nuestra progresía que, ante la merma del rédito político que significaba alentar una lucha de clases cada vez más sin sentido, debido al inevitable aburguesamiento del proletariado, transitó hacia un neomarxismo que estimula nuevos focos de conflicto. Para ello impulsan la lucha por las minorías marginadas, sea esto cierto o no, y sobre todo la fragmentación social y el enfrentamiento entre sexos. “El capitalismo necesita de la guerra”, dice el documento que comentamos. No es nuestra intención discutir eso en este espacio. Pero de lo que no tenemos dudas es de que el neosocialismo, el supuesto anticapitalismo que al final no es tal, necesita del conflicto. Cualquier asunto que pueda encerrar una confrontación es bienvenido por un izquierdismo enfermizo para el que el odio sigue siendo el motor de la historia. Y no importa si ahora deben reivindicar y alentar colectivos, como los Lgtbi, que años atrás condenaban como un producto decadente de la sociedad capitalista…
A esa agenda de clara intencionalidad política responden quienes llevaron la voz cantante en la reciente ATD. Derribar en los niños todo sentido de pertenencia a una unidad de destino en lo universal, representada por una bandera, un himno, canciones patrióticas, un escudo, una historia común, es el primer paso. Un árbol sin raíces queda a merced del primer viento que lo tirará al suelo. Así un pueblo sin vínculo con sus raíces será copado más fácilmente por quienes responden a intereses ajenos a los nacionales y tienen como único objetivo eternizarse en el poder, aunque el precio para ello sea el empobrecimiento de su pueblo. Creemos que sobran ejemplos de ello en el mundo y en nuestro propio continente.
La ideología de género, que provoca confusión identitaria y graves trastornos psicológicos en niños incapaces de entenderla, parece ideada para estimular colectivos que, en su debilidad, derivada de la fragilidad emocional de sus integrantes, los hace fácilmente manipulables con fines políticos. El objetivo es debilitar más a una sociedad desde hace décadas golpeada por la droga, la destrucción de la familia y el desprestigio de sus instituciones básicas. En definitiva, una sociedad con cada vez menos capacidad de reacción.
Lo de la ATD no solo es lamentable, es también preocupante. El suicidio nacional en el que parecemos embarcados debe ser resistido. Es hora de encender una luz en el horizonte de nuestro pueblo, principalmente de nuestros jóvenes. Es hora de darles una esperanza de un futuro mejor. Ese es el gran desafío de cualquier gobernante y referente político o social. Seguramente no será con estas nocivas propuestas que lo lograremos.