Una alianza estratégica busca capacitar e insertar laboralmente a personas migrantes en roles clave para el nuevo sistema de seguridad del transporte, reafirmando un compromiso con la diversidad y la herencia gallega de la compañía.
En un acto que entrelaza la innovación con la memoria, y la responsabilidad social con el legado histórico, la empresa de transporte Cutcsa, el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) y la ONG Manos Veneguayas firmaron un ambicioso acuerdo de cooperación. Esta alianza estratégica no solo busca promover la formación e inserción laboral de conductores profesionales, con un foco prioritario en la población migrante, sino que también hila una conexión emotiva con el origen de la propia compañía, fundada por inmigrantes europeos en una época de reconstrucción.
El presidente de Cutcsa, Juan Salgado, no solo anunció la puesta en marcha de un programa de formación especializado en el control y monitoreo de los nuevos sistemas de seguridad de las unidades, sino que también realizó una profunda reflexión histórica. Convocando el espíritu de los fundadores gallegos, liderados por la figura de José Añón, Salgado enmarcó esta iniciativa no como un acto aislado, sino como la reafirmación de un principio fundacional: Cutcsa es y siempre ha sido el resultado del esfuerzo y la visión de quienes llegaron a Uruguay buscando un nuevo horizonte.
Una respuesta técnica y social a una necesidad operativa
El núcleo del acuerdo es la creación de un programa de capacitación técnico-profesional, financiado y avalado por Inefop, que formará a personas migrantes en las competencias específicas requeridas para operar el novedoso sistema de supervisión y seguridad implementado en la flota de Cutcsa. Este sistema, que integra tecnología de vanguardia como geolocalización en tiempo real, videovigilancia interior y exterior, y monitoreo de parámetros de conducción, requiere de personal calificado para su gestión centralizada.
“No se trata simplemente de observar pantallas”, explicó un vocero del área técnica de Cutcsa. “Es analizar datos en tiempo real, anticipar incidentes, optimizar los intervalos entre unidades y garantizar la seguridad de pasajeros y conductores. Son roles que demandan una formación sólida, concentración y un alto sentido de la responsabilidad”.
Es en este punto donde la tripartita encuentra su sinergia perfecta. Inefop proporciona el marco y los recursos formativos; Cutcsa define la necesidad concreta y abre las puertas de su ecosistema laboral; y Manos Veneguayas, con su profundo trabajo de campo y su red de confianza dentro de la comunidad migrante, se encarga de la captación, preselección y acompañamiento psicosocial de los candidatos.
María González, coordinadora de Manos Veneguayas, destacó el valor de esta integralidad: “Para una persona migrante, acceder a un empleo formal y calificado es generalmente el paso definitivo para su integración plena. No es solo un salario; es dignidad, es reconocimiento de sus capacidades, es la posibilidad de proyectar una vida estable en Uruguay. Este programa, al ser una formación con un puesto de trabajo casi asegurado, es una herramienta poderosísima de movilidad social”.
Manos Veneguayas: el puente indispensable con la comunidad
Fundada en 2017, Manos Veneguayas ha ido tejiendo, meticulosamente, una red de apoyo que va más allá de la asistencia inmediata. Sus talleres de asesoría laboral, sus ferias de empleo y sus programas de inserción son bien conocidos por su eficacia. Su metodología se basa en entender las dos caras de la moneda: por un lado, preparan a los migrantes para el mercado laboral uruguayo, puliendo sus currículums, practicando entrevistas y explicando la cultura laboral local. Por otro, trabajan con las empresas para derribar prejuicios y mostrar el invaluable capital humano que representa la diversidad.
“Hemos demostrado, evento tras evento, que cuando una empresa da una oportunidad a un migrante, no está haciendo caridad. Está contratando a una persona que suele tener una resiliencia, una determinación y una valentía extraordinarias. Ganan las dos partes”, aseguró González. Su participación en este acuerdo garantiza que los seleccionados no solo tengan la disposición, sino también el perfil actitudinal y el apoyo necesario para sortear con éxito el proceso de capacitación y adaptación laboral.
El eco de la historia: cuando Cutcsa era el sueño de un inmigrante
Quizás el momento más significativo del anuncio fue cuando Juan Salgado decidió conectar explícitamente el presente con el pasado. Al hacerlo, elevó una iniciativa de recursos humanos a una declaración de principios corporativos.
“Habría que historiar un poco la llegada de José Añón, que fue el gestor de esta empresa”, comenzó Salgado, con un tono que mezclaba el respeto y el orgullo. “Cutcsa fue formada fundamentalmente por inmigrantes que vinieron de distintos lugares en la época de la posguerra en Europa. La gran mayoría fueron españoles, pero también hay italianos. Y de los españoles, el 99% eran gallegos”.
Con estas palabras, Salgado pintó un cuadro de una época crucial. Eran años de huida de un continente devastado, de llegar a un país de acogida con una maleta cargada de esperanza y poco más. En ese contexto, la figura de José Añón emergió como un faro. “¿El motivo? Porque acá había alguien que era realmente un líder en lo que fue la unificación de Cutcsa”, afirmó el presidente.
Ese liderazgo no fue solo empresarial; fue comunitario. Añón aglutinó a sus compatriotas, canalizó su fuerza de trabajo y su anhelo de progreso hacia un proyecto colectivo que terminaría definiendo el transporte montevideano por décadas. Los gallegos no fueron meros empleados; fueron los albañiles, los conductores, los mecánicos y los visionarios que levantaron la empresa.
Al evocar esta historia, Salgado envía un mensaje potente: honrar a Añón y a aquellos pioneros no es solo colocar una placa o pronunciar un discurso en una fecha conmemorativa. La mejor manera de honrarlos es replicar su espíritu. Es abrir las puertas, como ellos las abrieron en su momento, a las nuevas oleadas de migrantes que hoy eligen Uruguay para rehacer sus vidas. Es reconocer que el mismo valor, coraje y potencial que tuvo aquel joven gallego para gestar una empresa, lo tiene hoy un migrante venido de Venezuela, Cuba, Perú o la República Dominicana para contribuir a su crecimiento.
Un modelo con impacto de largo alcance
Los beneficios de este acuerdo son multifacéticos y crean un círculo virtuoso:
- Para Cutcsa: obtiene personal capacitado y motivado para un área crítica, fortalece su seguridad operativa y consolida una marca empleadora asociada a la diversidad y la inclusión, valores cada vez más valorados por la ciudadanía.
- Para los trabajadores migrantes: acceden a un empleo formal, calificado y con perspectivas de crecimiento, lo que se traduce en estabilidad económica, integración social y la validación de sus habilidades en un nuevo país.
- Para Inefop: cumple con su mandato de facilitar la inserción laboral en sectores estratégicos, demostrando la efectividad de las alianzas público-privadas para abordar desafíos sociales.
- Para la sociedad uruguaya: recibe a individuos que se convierten en contribuyentes netos, se fortalece el tejido social a través de la convivencia y la diversidad, y se envía un mensaje claro al mundo sobre Uruguay como un país de puertas abiertas y oportunidades.
Más que un acuerdo, un reencuentro
La firma entre Cutcsa, INEFOP y Manos Veneguayas trasciende el mero formalismo. Es el reencuentro de una empresa con su alma. Al mirar hacia su pasado fundacional, Cutcsa encontró la brújula para navegar su futuro social. Comprendió que su mayor activo no son solo sus buses o su tecnología, sino la capacidad de reinventarse sin perder su esencia.
José Añón y sus compañeros llegaron con las manos vacías, pero con la cabeza llena de sueños. Construyeron un gigante. Hoy, Cutcsa, ya convertida en ese gigante, extiende su mano a quienes están en la misma situación que ellos estuvieron alguna vez. No es solo un acto de justicia o de solidaridad; es, en el más profundo sentido, un acto de coherencia histórica. Es la confirmación de que la esencia de Uruguay, un país construido por inmigrantes, sigue viva y palpitante en sus instituciones más emblemáticas.