Aramir Silva dijo a este semanario que acá no hay colores políticos de ningún tipo, porque se busca dar soluciones a un sector que cada vez se reduce más, y que se deben enfrentar fuertes intereses económicos.
Desde el gobierno pasado el Centro de Viticultores del Uruguay (CVU) está impulsando en el Parlamento un proyecto de ley que generaría una agroindustria de mosto concentrado rectificado, dando oxígeno a un sector cada vez más empequeñecido, a pesar de producir productos de altísima calidad. Sobre el tema, La Mañana entrevistó a Aramir Silva, presidente del CVU e integrante del Directorio del Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi).
El mosto se extrae al prensar la uva; el concentrado rectificado es un producto cien por ciento natural de varios usos en la industria alimenticia.
El proyecto fue presentado durante el gobierno de Luis Lacalle, “elaboramos un texto con la finalidad de presentar en el Parlamento y que se transformara en proyecto de ley, sobre la creación de una agroindustria de mosto concentrado rectificado que no hay en el país” y que pasaría a ser “una herramienta para la elaboración de azúcar y todos los productos derivados de la uva y el mosto rectificado acético con canal de exportación”, explicó el productor. “Políticamente y desde el primer momento, esa iniciativa contó con el apoyo de Cabildo Abierto y el Frente Amplio”, siendo el diputado cabildante Álvaro Perrone uno de los impulsores.
El proyecto “tuvo media sanción en la Cámara de Diputado y pasó al Senado”, donde se pretendía realizar cambios, “y nos citaron en tres oportunidades” en la Comisión de Hacienda, pero “nunca nos recibieron, porque suspendían la reunión” por actividades políticas partidarias.
“Con la llegada del Frente Amplio y el presidente Yamandú Orsi insistimos con el proyecto original”, sin los cambios que se hicieron en el Parlamento, esperándose contar con los votos del Frente Amplio y de la oposición ya que en el gobierno pasado lo apoyaron”, continuó. Para lograr avanzar, “ahora el CVU está coordinando distintas acciones y conversaciones, todo para que el proyecto prospere” porque su aprobación sería “de mucha utilidad en la defensa del productor familiar, de la agricultura, de la pequeña y mediana industria, fundamentalmente la pequeña, porque es a los más chicos a los que más les interesa que se desarrolle una iniciativa de esta naturaleza”.
Ese interés se da principalmente por dos razones, “primero, porque tenemos posibilidades de desarrollar una venta importante dentro del mercado interno; y segundo porque se abre un canal de exportación muy positivo para el sector”, precisó Silva.
Además, señaló que ya “hay inversores que están esperando que el proyecto avance para venir a Uruguay” y poder concretar conversaciones que se han sostenido por correo electrónico o plataformas virtuales. Para comenzar a trabajar en todo lo conversado es necesario que se vote el proyecto de ley”, subrayó.
“El grande pierde el mango de la sartén”
Consultado Silva sobre cómo se beneficiaría al pequeño productor, dijo que “una de las cosas que de verdad marca la cancha es que el bodeguero grande, porque está muy concentrada la riqueza de este sector en pocas manos, pierde el mango de la sartén y empieza a haber una viabilidad en productos alternativos que verdaderamente le dé estabilidad económica y rentabilidad al aparato productivo, incluyendo a la pequeña empresa industrial”.
Respecto a por qué no se ha podido avanzar en un proyecto que hasta el año pasado tenía un importante apoyo parlamentario, que se espera que continúe con la nueva conformación de las bancadas, Silva comentó que “hay intereses económicos que están jugando muy fuerte dentro del sector y cuando esos intereses entran en juego, relegando el desarrollo del aparato productivo y la pequeña industria, pasan estas cosas”. Por esa razón “hemos perdido una cantidad importante de viticultores y pequeños bodegueros, porque se apunta siempre a lo mismo, y es que lo único que puede hacerse con la uva es vino, y no es así”.
Con la uva “se pueden desarrollar otras cosas”, ya se han hecho investigaciones con la participación del INIA y la presentación de más de 300 proyectos de emprendimiento e investigación”, recordó. “En concreto precisamos instalar la agroindustria porque el resultado de la investigación determinó que en caso contrario vamos a perder las bodegas”.
Esa pérdida hace a la realidad del rubro, y hay que comenzar a cambiarlo: “De 600 bodegas van quedando 80 o 90 si afinamos bien, aunque si se quiere estirar (ese total) se puede decir que hay 200, pero no es cierto, y no sé si llegamos a las 80 en todo el país”, subrayó.
Ese desfasaje en los números se da porque “hay un bodeguero que tiene 7 bodegas inscriptas en Inavi y contabilizan esas 7, que en sí es son una sola; otro que tiene 3 y también son una”. Otra confusión es sobre “las bodegas turísticas, que las ponemos como que son una cosa, pero son turísticas de 50, 80, 100 litros de vino que hace un producto especial para su clientela turística, pero no es la verdadera bodega que desarrolla al sector”.
Igual pasa con los productores: “Éramos más de 20.000 viticultores y cuando llegó el primer gobierno al Frente Amplio (2005) había unos 1180 según el censo, pero hoy somos entre 500 y 600 productores. En todos estos años perdimos más de la mitad, se continuaron perdieron en el gobierno pasado y se van a perder en este”, vaticinó, en caso de que no se actúe para modificar la realidad.
Sostener a los productores familiares
Para lograr el apoyo necesario, el CVU ha dialogado con diferentes actores de la política nacional, de todos los partidos porque se necesita del apoyo de todos, y porque no es un tema partidario sino el desarrollo de una agroindustria para sostener a los productores familiares. “A su vez se generarían puestos de trabajo, además de que la producción crearía una materia prima diversificada, con la realización de negocios muy importantes en lo productivo y comercial. De alguna maneara eso va a impulsar más obras y más trabajo”, planeó Silva.
Este es un sector que necesita una industria que además de trabajar el mercado interno también exporte, cambiando los criterios de acción: “El otro día en el Inavi nos daban como una gran noticia que se había ido a una feria a Brasil con la participación de unas treinta y pocas bodegas. Allí se vendieron 100 botellas de vino, con una inversión de unos US$ 250.000. Esas 100 botellas no son la solución para el sector, pero bueno, el mercado está ahí, apuntan ahí, y no se está apuntando verdaderamente con todo el sector, solo con una parte y muy pequeña”, cuestionó.
El CVU tiene confianza
El CVU ve con esperanzas el avance del proyecto entendiendo que “no es política partidaria ni hay que mirar con ningún color en particular, sino buscando la solución para gente, y si lo analizamos desde ese lugar tenemos confianza”.
Silva contó que tan no es un tema político partidario, que “cuando elaboramos el proyecto por primera vez durante el gobierno anterior, en la rueda de conversaciones políticas previas, lo hablamos con [el expresidente José] Pepe [Mujica] y este nos mandó hablar Guido Manini Ríos [líder de Cabildo Abierto y entonces senador], que a su vez también nos dijo que lo conversáramos con Mujica. Ellos se conectaron y después el diputado Álvaro Perrones nos dio una mano enorme junto con los del Frente Amplio, llegando a la media sanción. Sobre esos contactos con todos los partidos Mujica me dijo que no importaba el color del gato, sino que cazara ratones”.
“Todos tenemos que apoyar las soluciones a los problemas de la gente, porque hablamos de que hay que quedarse en el campo, desarrollar la granja, pero es muy triste lo que está pasando”, reflexionó. “Hace unos días conversé con un productor joven cuya familia tiene una viña y son históricos en la viticultura. Este muchacho ahora se retiró de la viña y se dedica a fruticultura. Me dijo que la viña le ‘rechina’, y si su padre le da un pedazo de viña, la tiene que arrancar, no puede seguir” en el sector. Ese mismo joven productor expresó a Silva que “lo peor de todo es que me encuentro mal porque yo paso en el tractor cuando trabajo con las manzanas y veo a mi padre que tiene la viña al lado mío. Cuando lo veo se me caen las lágrimas de la angustia, porque veo que está trabajando algo que después no se lo compran o lo vende regalado. De a poco se va fundiendo, perdimos una quinta y ahora vamos a perder otra”.
Para Silva el razonamiento y la lógica es clara: “Si nosotros no trabajamos por ese dolor que tiene la gente, ni la viticultura ni nadie va a tener salida, solo van a quedar las grandes transnacionales y vamos a pagar lo que no tenemos para asegurar una soberanía alimentaria. Una multinacional te va a brindar el alimento, sí, pero te lo va a vender y te la va a cobrar muy bien, y si no hacemos algo eso nos va a llegar a todos los uruguayos”.
La confianza del CVU nace de “lo que se ve en los productores que van quedando, esas ganas de seguir luchando, y continuar con el trabajo en la viña que en muchos casos ya lleva varias generaciones de una misma familia”.
“Lo que sí genera mucha preocupación es que no hay señales claras, y que terminamos usando la herramienta de Inavi para generar cargos políticos, y no soluciones para el sector”, sostuvo.
“El Inavi tiene cabeza grande y piernas flacas”
Silva dijo que “la cabeza del Inavi es muy grande y sus piernas cada vez más flacas; se maneja como una herramienta política y no gremial cuando hay que articular la negociación política con lo gremial y social, sin esa articulación no se puede. Está muy lejos de la gente, eso tenemos que revertirlo”.
“No tenemos una planta de mosto rectificado en el país, hay que desarrollarla, pero meterse en ese terreno es tocar intereses de otros que frenan la diversificación de los productos”. La uva “no es solo vino, hay que diversificar. Hay que hablar de una agroindustria”, reflexionó.