La senadora Graciela Bianchi criticó la estrategia de campaña de su partido en las pasadas elecciones. En entrevista con La Mañana, la legisladora nacionalista analizó la derrota electoral y admitió errores en el relacionamiento con la ciudadanía: “Nos confiamos demasiado en el gobierno, fuimos siempre a los mismos lugares y le hablamos siempre a la misma gente”. Bianchi destacó la importancia de los encuentros directos con la militancia.
¿Qué opinión le merece la gira que han iniciado dirigentes del Partido Nacional por todo el país?
Estoy absolutamente de acuerdo. La primera propuesta había sido efectuar una reunión de 50 convencionales, pero eso no era algo directo con la gente que apoya y votó al Partido Nacional, por lo cual este tipo de encuentros es lo mejor. Lo otro importante y que fue una recomendación que le hice a Álvaro Delgado es tener un estudio científico, como el análisis sociológico que se realizó mediante una empresa de opinión pública, para que fuera la base de la discusión de por qué perdimos. Esto se hace ahora, un año después de las elecciones, ya que obviamente necesitábamos un tiempo para que se estabilizaran un poco los ánimos y se pueda analizar con mayor objetividad.
¿Dónde cree que está la mayor preocupación de los dirigentes y de los partidarios nacionalistas, principalmente en el interior del país, con respecto a la pérdida de las elecciones?
Es muy complejo. Tengo olfato político, pero no formación estadística y me gusta basarme en estudios. Creo que no supimos llegar bien. Erramos en la forma del relacionamiento. Nos confiamos demasiado en el gobierno de Luis Lacalle Pou e íbamos siempre a los mismos lugares y le hablábamos siempre a la misma gente. Nos basamos mucho en el gobierno, pero eso no bastó. Para mí y para la población también, ya que Luis Lacalle Pou tiene apoyo por encima del voto del Partido Nacional. Pero en la campaña no se llegó en el mano a mano. Se hicieron esas campañas muy tradicionales, de otras épocas, como hacer actos donde habla un dirigente y los demás escuchan. Eso creo que nos jugó en contra, principalmente en Montevideo y Canelones, donde está la mitad del electorado.
Con respecto a esa manera de hacer política, ¿piensa que el Frente Amplio actuó de una mejor manera?
Sí, claro. Yo vengo de ahí. Tienen claro cómo se llega a la gente. No quiere decir que se llegue con la verdad, al revés. Pero sí llegan en el mano a mano, el puerta a puerta. Usan elementos bastante emocionales, se usa mucho la mentira. Se parte de la base de la necesidad y la carencia de la gente, en lugar de buscar las soluciones, porque las soluciones obviamente que no vienen por el lado de la izquierda. Y en ese sentido tengo que decir que están condenados por la historia. No hay ningún régimen exitoso hacia el socialismo, al contrario, son todo fracasos.
Pero también debemos tener en cuenta que la política se basa en el sentimiento y no en la reflexión. Los primeros 50 años del siglo XX marcaron la vida política del país, que no por casualidad coinciden con 50 años de una bonanza económica como nunca el país vivió. Esta bonanza estuvo impulsada por los conflictos mundiales. Pero cuando termina la guerra de Corea, no teníamos un peso. Y ahí empezó la crisis estructural y financiera de Uruguay. Esos años de bonanza habían llevado a creer que todo tiene que ser proporcionado por el Estado, y se confunde Estado con gobierno. Se nos ha educado con el criterio de que tenemos que esperar la protección y la solución estatal a los problemas. Obvio que necesitamos un apalancamiento, pero de ninguna manera partir de la base que todo lo debe proporcionar el Estado. Eso es muy peligroso, incluso para la democracia, porque la gente se desilusiona. La prédica de la izquierda ha ido por el lado de la protección total desde el Estado. Entonces el discurso de la izquierda, y sobre todo en Uruguay, es una religión. Y nosotros no supimos contrarrestar esos argumentos.
¿Considera que faltó autocrítica?
Faltó autocrítica y faltó esperanza en los discursos. Se iba siempre a los logros en la pandemia. También lo que había que profundizar en otro período de gobierno, pero era todo demasiado generalizado. Por otra parte, yo hice seis giras por todo el país, muy sobre las elecciones y siempre íbamos a los mismos lugares. A las casas partidarias, a los locales partidarios. No nos acercamos al que no nos había votado, al que estaba más o menos conforme o al que no estaba nada conforme.
En la campaña se promocionaba el gobierno de Lacalle Pou con sus obras de infraestructura, pero durante ese período problemas diversos de la población más carenciada no se solucionaron o persistieron, como las dificultades en la educación. ¿Eso también no merecía una autocrítica en la campaña electoral?
Sí y dije que había que hacer autocrítica, pero también hacer entender la situación. No supimos expresar que nosotros gobernamos solamente tres años. Porque parece que la gente se olvidó de la pandemia, que se llevó dos años de gobierno. El destacar lo que se hizo en pandemia, por un lado, es bueno, porque uno no puede estar siempre anclado en lo negativo, pero recordemos que en el gobierno los dos primeros años estuvieron condicionados. No hay duda de que se salió bien y en una situación mucho mejor que otros países, incluso desarrollados, pero los efectos económicos se hicieron sentir. Y como no romantizo las cosas, creo que la gente vota con el bolsillo.
¿Y qué opina de la gira que realiza ahora el Frente Amplio para explicar el Presupuesto?
Que está bien. En la estrategia está perfecto, no en el contenido, porque mienten mucho. Su ventaja es que tienen una militancia rentada, que es el aparato sindical. El aparato sindical es rentado y trabaja para ellos. De esa manera tienen asegurada una militancia que nosotros no tenemos, porque somos personas que trabajamos además de militar, y trabajar y militar no es fácil hacerlo durante cuatro o cinco años sin un brutal desgaste.
El presupuesto llega al Senado. ¿Piensa que se podrán hacer algunos cambios o debido a que el Frente Amplio tiene mayoría va a quedar como salió de Diputados?
En el Presupuesto hay cosas que son muy graves y es el tema del levantamiento del secreto bancario por parte de la DGI. Si bien se mejoró un poco (ahora requiere la intervención de un juez), que la decisión estuviera en manos del director de la Impositiva es una aberración democrática. Vamos a ver si este artículo lo mejoramos en el Senado. Se plantea por el proyecto que, si el juez no se expide por la negativa en 10 días, queda el levantamiento del secreto bancario pedido por la DGI como algo aceptado. En el Poder Judicial diez días no es nada y el denominado “silencio positivo” (o sea no expedirse por un no) es peligroso. También hay algunas otras cosas que parece que la gente lo tiene por debajo del radar. Hay artículos que venían en la Ley Antilavado que ahora los pusieron en el Presupuesto. Hacen referencia a que el poder administrativo tenga la posibilidad de perseguir al ciudadano solo por presunciones, sin intervención del Poder Judicial. Esto tiene relación con la libertad individual en el manejo del dinero, porque con lo que se plantea, parece que fuéramos todos narcotraficantes y lavadores de plata. Tenemos que demostrar que somos inocentes, o sea, se invierte la carga de la prueba. A mí especialmente me importan esos artículos que tienen que ver con el secreto bancario y normas relacionadas con el lavado de activos. Son dos artículos concretos que venían en la Ley de Lavado y fueron pasados al proyecto de Presupuesto, precisamente porque se sabía que en Diputados iban a lograr la mayoría. En el resto puede ser que se logren algunas reasignaciones de fondos, pero muy pocas, no hay muchas expectativas.
TE PUEDE INTERESAR: