El jueves 3 y el viernes 4 de octubre, tuvieron lugar dos eventos relacionados con la infancia y la adolescencia en nuestro país.
El jueves 3, se presentó el “Informe global de la Inddhh: Panorama de las Infancias y Adolescencias”, en el marco de un “Seminario sobre infancias y adolescencias en el sistema de protección especial”, organizado por Unicef, el Inddhh y el INAU.
Durante el evento se realizaron varias presentaciones: “Panorama de las infancias y adolescencias con mirada regional. Niñas, niños y adolescentes del sistema de protección”; “Desafíos interinstitucionales para el sistema de protección especial”; “Sistema de protección de las infancias y adolescencias de la región”; “Desafíos para la prevención del ingreso y el egreso sostenible del sistema de protección”; “Monitoreo derecho de las infancias y adolescencias en la región”.
La intervención de Unicef en nuestro sistema de protección, el desdoblamiento del lenguaje y la profusión de plurales indican que en este tipo de eventos subyace una determinada ideología.
Cuando trabajé en INAU pude advertir la fuerte influencia que tienen las ideologías promovidas por la ONU en todos sus servicios. El problema es que esto cierra las puertas a soluciones de sentido común, que mejorarían notablemente la vida de los chicos, pero que no se consideran porque son “ideológicamente incorrectas”.
Por eso creo que, si bien estos seminarios pueden servir para hacer catarsis, mientras obedezcan a lineamientos ideológicos foráneos, difícilmente servirán para mejorar la vida de los niños y adolescentes que están en el sistema de protección. Porque lo que falta, en mi opinión, es sentido común.
El segundo evento realizado durante la primera semana de octubre tuvo lugar el viernes 3, con motivo del 17º “Día Nacional del Bebé”. Ese día, la Comisión Nacional Interinstitucional del Día Nacional de Bebé desarrolló una jornada de sensibilización bajo la consigna “Fortalecer la trama. Cuidado perinatal y sociedad”, en una sala del Palacio Legislativo.
Por supuesto, es muy de agradecer que distintas las instituciones del Estado se reúnan para recordar la importancia de cuidar a los poquísimos bebes que logran nacer en Uruguay. Es aplicar ese sentido común del que hablamos más arriba.
En un país en el cual desde 2013 se puede abortar impunemente, donde el Estado regala implantes anticonceptivos y DIU, y donde se esteriliza a mujeres en forma gratuita para que no nazcan bebés, es muy bueno que alguien se preocupe por los y las bebés, nacidos y nacidas, dirían los inclusivos… Porque la mitad de las víctimas del aborto, son seres humanos de sexo femenino.
Quizá sea oportuno recordar, además, que en 1975 había en Uruguay 2.788.429 habitantes. Ese año, nacieron 59.140 bebés. Cincuenta años después, hay en Uruguay unos 3.510.305 habitantes. Casi 722.000 habitantes más que en 1975 según el INE. Y, sin embargo, para este año, se espera que nazcan, como el año pasado, menos de 30.000 bebés. Por supuesto, en una sociedad como la nuestra, no se puede atribuir la baja de la natalidad, a una masiva opción de los orientales por el celibato…
La escasez de niños se debe, sin duda, a una superabundancia de medios para controlar la natalidad: para evitar que nazcan, o directamente para matar a los seres humanos más débiles, aquellos que no pueden defenderse por sí mismos.
Esto nos recuerda que el sistema de protección para niños y adolescentes vulnerables existe porque ellos no pueden cuidarse a sí mismos. Ante la falta de un apoyo familiar adecuado, interviene un sistema de protección estatal.
Ahora bien, si de lo que se trata es de ser inclusivos y de proteger a los más vulnerables, y estos son los concebidos y las concebidas, ¿por qué no incluirlos en el sistema de protección junto a sus madres, para evitar que sean abortados y abortadas cuando esas madres enfrentan situaciones complejas? ¿No apoyar más a las madres que lo necesiten para que traigan sus hijos al mundo, y derogar la infame ley de aborto, que en lugar de proteger a los más débiles los mata?
Claro que para eso lo primero que deberíamos hacer es ponernos los pantalones y prohibir a los organismos y fundaciones internacionales que incidan, como lo están haciendo, en nuestras políticas de población. Pues en la gran mayoría de los casos, estas están más de acuerdo con sus ideologías, que con los verdaderos intereses de los orientales.