Desde el 20 al 27 de setiembre en varias salas de nuestra capital se viene desarrollando la 3ª edición de este Festival Internacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Adolescencia.
El Festival Rodamundo “nace con el fin de acercar el mundo de las artes escénicas al público más joven de nuestra sociedad, los niños, niñas y adolescentes, a través de experiencias transformadoras que generen pensamiento crítico y potencien la imaginación”. Con gran espíritu emprendedor, sus dos jóvenes creadoras, quienes además están a cargo de la dirección general junto a un equipo de colaboradoras, se proponen “potenciar procesos creativos locales y acercar propuestas internacionales, que abordan temáticas afectivas, sociales y medioambientales desde múltiples perspectivas”.
Para saber más de este excepcional festival entrevistamos a sus directoras Sofía Arocena y Paula Martell.
¿Cómo surgió el Festival Rodamundo desde su origen? ¿Cuál fue su génesis? ¿Cómo eligieron? ¿Cómo convocaron? ¿Cómo conformaron equipo y delinearon un plan estratégico? ¿Fijaron objetivos, metas? ¿Elaboraron cronogramas, presupuestos, plan de marketing?
Rodamundo nació como una necesidad interna y colectiva. Veníamos trabajando desde distintos lugares en artes escénicas y diseño, y compartíamos una sensación: las infancias y adolescencias merecen una programación escénica de calidad, sostenida en el tiempo, no solo acotada a las vacaciones de julio. Empezó como una conversación, una idea compartida que fue tomando forma. Elegimos desde el deseo y la convicción de que un festival así era necesario. Convocamos personas que admirábamos y confiábamos: artistas, gestoras, diseñadoras, técnicas. El equipo se fue armando desde la afinidad, la escucha, el compromiso.
A nivel estratégico, definimos objetivos: ampliar el acceso a propuestas artísticas diversas, fomentar el pensamiento crítico desde la infancia, generar circulación de obras nacionales e internacionales, y construir comunidad artística. Elaboramos un plan que incluyó gestión de apoyos, armado de redes, calendario, presupuesto, comunicación, etcétera. Mucho lo aprendimos haciendo, ajustando, creciendo edición a edición.
El festival ya va por su 3ª edición (2021, 2023). ¿Qué cambios han implementado y por qué? ¿Han recibido devoluciones del público y sponsors? ¿Qué apoyos han recibido? ¿Cuáles son los desafíos que debieron enfrentar y cómo los superaron? Elijan tres conceptos que definan esta nueva edición.
Cada edición ha sido una evolución. En 2021, recién salíamos de un contexto pandémico, lo que marcó tanto los formatos como las posibilidades. En 2023 apostamos a crecer: más salas, más internacionalidad, más públicos. Y en 2025 nos encontramos con un festival que ya tiene identidad, pero que sigue preguntándose cómo seguir siendo necesario.
Ajustamos según lo que el público nos devuelve: familias que agradecen la calidad de las propuestas, docentes que valoran la dimensión pedagógica, adolescentes que encuentran un lugar donde mirar y pensarse. También hay instituciones que nos ayudan a mejorar la accesibilidad, logística y circulación. Los desafíos son constantes: sostener la financiación, descentralizar la oferta, tejer alianzas duraderas. Pero los superamos con trabajo colectivo, mucha autogestión, y la convicción de que vale la pena.
Tres conceptos que definen esta edición: nuevas audiencias, primera infancia, pensamiento crítico.
Hablemos del actual Festival Rodamundo, que se presenta hasta el 27 de setiembre con 7 espectáculos nacionales y 6 de España y Francia, además de talleres, espacios de reflexión… ¿y hasta propuestas para bebés? Todo ello comunicado con gran detalle en www.festivalrodamundo.com.
Este año la programación reúne 13 espectáculos: 7 nacionales y 6 internacionales provenientes de España y Francia. Cada uno fue seleccionado cuidadosamente, buscando estética, profundidad en la temática y respeto por el público al que se dirige.
Además, hay talleres de formación para todas las edades, encuentros con artistas, espacios de reflexión para educadores y creadores, y propuestas diseñadas específicamente para bebés. Sí, para bebés. Porque creemos profundamente que, desde el inicio, merecemos experiencias sensibles. Todo esto está detallado en la web www.festivalrodamundo.com.
¿Por qué sería deseable y necesario mantener una oferta teatral para público infantil y adolescente más allá de las tradicionales del mes de julio? ¿Por qué es importante que el primer acercamiento al arte escénico sea de muy buena calidad artística? ¿Qué se entiende por “calidad”?
La niñez no es una estación del año. Crece, siente, imagina, todo el tiempo. Limitar el arte al receso de julio es como pensar que solo tenemos derecho a emocionarnos dos semanas por año. Queremos que el teatro sea una parte viva de la infancia, no un evento aislado. Y que ese primer acercamiento al arte escénico sea potente. Porque la primera obra que ves puede marcar tu relación con el arte para siempre.
Cuando hablamos de calidad no nos referimos solo a lo técnico (aunque también): hablamos de obras que cuidan lo estético, lo ético, lo sensible. Que no subestiman, que conmueven, que abren preguntas. Calidad es asumir que las niñeces merecen lo mejor.
Al teatro, al público infantil lo acompañan familiares y docentes. ¿Y a los adolescentes? ¿Qué funciona para convocarlos y en especial satisfacer sus expectativas? ¿Han cambiado estos públicos en cuanto a cómo perciben el hecho artístico? ¿Están dispuestos a disfrutar de un espacio en el que deben estar sin usar celulares, permanecer un tiempo determinado y mantener su atención en una propuesta diferente? ¿Participan más (o menos)? Conocido su sinceramiento, ¿cómo manifiestan su satisfacción (o no)?
Con los adolescentes el vínculo es distinto. No se trata tanto de acompañarlos, sino de reconocerlos. De ofrecerles propuestas que les hablen, les resuenen, les desafíen.
Hoy son más exigentes, tienen otros lenguajes, otros ritmos. Pero eso no significa que no estén disponibles: significa que hay que pensar en ellos desde el presente. ¿Qué les interesa? ¿Qué estéticas consumen? ¿Cómo se comunican?
Sí, a veces cuesta que suelten el celular. Pero cuando algo les interpela, lo sueltan. O lo usan para registrar, compartir, comentar. Participan, sí, pero desde lugares nuevos: con más voz y con más mirada crítica. Y cuando les gusta, lo dicen. Y cuando no, también. Escucharlos es parte del desafío.
Hablemos de Uds. Ambas son egresadas de la EMAD. ¿Por qué eligieron el diseño? ¿Cómo fue el ambiente familiar? ¿Cuáles fueron sus referentes? ¿Qué les aportó esa formación? ¿Qué caminos siguieron después de egresar? ¿Qué proyectos eligieron y por qué?
Elegimos la EMAD sin saber todo lo que nos iba a influir en nuestra vida. Fue una decisión que marcó un antes y un después. La formación que recibimos ahí fue un eje de muchas de las decisiones que vinieron después. Siempre vamos a estar profundamente agradecidas a la EMAD, por los saberes técnicos, por los vínculos, por la mirada, y por abrirnos la puerta a un lenguaje artístico que sigue creciendo con nosotras.
Después de egresar, nos insertamos en el mundo laboral desde lo técnico: trabajamos en el Auditorio Nacional del Sodre, y hoy una en el Teatro Solís y la otra en la Sala Zitarrosa. Desde esos espacios acompañamos el detrás de escena, con la convicción de que aportar a la cultura también es sostener lo que no siempre se ve.
Seguimos profundizando en gestión y producción, y fue ahí donde decidimos unirnos para pensar lo escénico como un espacio de encuentro. Rodamundo vino a reunir todo eso: experiencia, deseo, vocación y una necesidad social que sentimos urgente.
Además de la formación, ¿qué capacidades son necesarias para llevar adelante proyectos de estas características y relevancia? ¿Qué aconsejarían a estudiantes de artes escénicas?
Más allá de la formación, creemos que hay algo fundamental: la capacidad de sostener el deseo. De imaginar algo y trabajar para que exista. Se necesita sensibilidad, pero también organización, escucha, gestión, negociación, paciencia. A las y los estudiantes les diríamos: “No esperen a que ‘alguien’ los llame. Creen. Armen colectivo. Propongan. El mundo necesita arte, pero necesita más aún artistas con compromiso, con mirada, con amor por el proceso”.
Por último, queremos su opinión sobre políticas culturales. ¿Proyectos a futuro? ¿Algún adelanto de lo que les gustaría hacer juntas o individualmente?
Las políticas culturales no son un extra: son la base. Son las que garantizan que el arte no sea un privilegio de unos pocos, sino un derecho colectivo. Permiten el acceso, la diversidad, la continuidad. Y son las que hacen posible que existan espacios como Rodamundo.
Este festival no se construye solo con buenas intenciones: existe gracias a una red de instituciones que confían y apoyan, pero sobre todo gracias a un grupo de mujeres poderosas que decidieron sumarse con compromiso y amor. Mujeres que creen, como nosotras, que este espacio es necesario, y que no se puede esperar a que “alguien más” lo haga. Lo hacemos entre todas.
Queremos nombrarlas, porque sostener un proyecto así también es un acto colectivo: María José Fuentes y Danila Mazzarelli en la producción general, Jimena Ríos y Camila Arocena en la comunicación, Francesca Crossa y Leticia Figueroa en la producción técnica.
Y tantas otras personas que aportan desde su lugar, sumándose porque creen que la cultura transforma. Que puede y debe estar desde los cimientos, acompañando procesos vitales, dando nombre a lo que sentimos incluso antes de poder decirlo.
A futuro queremos seguir creciendo: más formación, más espacios de residencia artística, más llegada a territorios no céntricos, más investigación en torno a la primera infancia y su vínculo con lo escénico. Y también seguir sembrando. Porque cada función, cada taller, cada encuentro, puede ser una semilla: una emoción, una pregunta, una experiencia que transforme.
Nos gustaría seguir creando juntas, sí, pero también abrir caminos para que nuevas voces y miradas se sumen. Que la cultura no sea algo que pasa “afuera”, sino algo que nos atraviesa. Que nos nombra, nos incluye, y nos da herramientas para imaginar otros mundos posibles.