Los datos del último informe de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), correspondiente al segundo trimestre de 2025, revelan una realidad compleja y matizada del sector manufacturero nacional.
Lejos de las narrativas simplistas de crecimiento generalizado o crisis absoluta, la actividad industrial nacional presenta un desempeño heterogéneo, en el que conviven signos alentadores con áreas de preocupación que demandan atención estratégica.
En términos agregados, el Índice de Volumen Físico (IVF) de la industria manufacturera –excluyendo la refinería de Ancap– registró un aumento del 1,6% interanual en el período abril-junio de 2025. Este incremento, aunque modesto, consolida un crecimiento semestral del 2,2%, señalando una tendencia de lenta pero estable recuperación. Sin embargo, esta cifra macro esconde una realidad diversa y segmentada. Si se excluyen adicionalmente las empresas en régimen de zona franca –Pepsi ZF, UPM y Montes del Plata–, el crecimiento se reduce al 1,3%, lo que sugiere que el dinamismo no está distribuido de manera uniforme en todo el espectro del entramado productivo.
El análisis por agrupaciones industriales devela las dos caras de la moneda. Por un lado, se destacan desempeños robustos en sectores clave. Productos Metálicos, Maquinaria y Equipos emerge como el motor del trimestre, con una expansión destacada del 16%, impulsada principalmente por un crecimiento del 52,3% en la fabricación de vehículos automotores. Este dato no es menor; evidencia una capacidad de diversificación y sofisticación productiva que el país ha buscado por décadas. De manera complementaria, la agrupación Madera, Papel e Imprenta creció un 13%, gracias fundamentalmente a un aumento del 17,9% en la producción de pulpa de celulosa, papel y cartón. Asimismo, Metálicas Básicas y Minerales no Metálicos registró un alza del 3%, con la fabricación de artículos de hormigón, cemento y yeso a la cabeza (16,8%).
Estos números pintan un panorama optimista para segmentos industriales vinculados a la construcción, la forestación y la metalmecánica. Sin embargo, la otra cara de la moneda exhibe signos preocupantes que no pueden ser obviados. La agrupación Alimentos, Bebidas y Tabaco –tradicionalmente un pilar de la industria nacional– cayó un 1% interanual, arrastrada por una contracción del 7,3% en la producción de pastas y fideos. Más crítica aún es la situación de Textil, Vestimenta y Cueros, que se desplomó un 13%, con la rama de cueros y productos conexos como la más afectada. Químicos y Plásticos completó el cuadro de desempeños negativos con una caída del 3%, en la que los productos farmacéuticos (-5,1%) mostraron la mayor incidencia.
Esta radiografía de luces y sombras se ve reflejada con mayor precisión en el Indicador de Difusión, una métrica que muestra cómo se distribuye el crecimiento entre los distintos sectores. El dato es elocuente: de las 53 ramas industriales que componen el índice, exactamente la mitad (27) aumentó su producción, mientras que la otra mitad (26) la disminuyó. Este equilibrio perfecto entre expansión y contracción sectorial indica que no existe una marea que levante todos los barcos, sino un crecimiento selectivo, fragmentado y que profundiza asimetrías dentro del propio sector industrial.
La situación se vuelve más compleja al analizar el mercado laboral del sector. El Índice de Personal Ocupado (IPO) industrial cayó un 1,4% en el segundo trimestre de 2025 respecto al mismo período del año anterior. El Indicador de Difusión del Empleo confirma esta debilidad: en lo que va del año, son más las ramas en los que cayeron puestos de trabajo que aquellas que los crearon. Este dato es crucial, pues desacopla el moderado crecimiento de la producción de la generación de empleo, sugiriendo ganancias de productividad o, en una lectura menos optimista, una incapacidad del sector para traducir su actividad en más y mejores puestos de trabajo para los uruguayos.
En definitiva, el informe de la CIU dibuja un sector industrial en una encrucijada. Por un lado, demuestra la existencia de capacidades dinámicas en áreas de mayor valor agregado y complejidad tecnológica. Por otro, expone la vulnerabilidad de ramas tradicionales intensivas en mano de obra, que enfrentan presiones competitivas y quizás un modelo agotado. El desafío para la política industrial ya no es genérico; es específico. Requiere de diagnósticos precisos y herramientas diferenciadas para potenciar a los que ganan y revitalizar a los que pierden, con el objetivo último de construir un entramado productivo no solo más grande, sino más diversificado, resiliente y capaz de generar empleo de calidad para el Uruguay del futuro.