El Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) de Montevideo presenta la exposición Carmelo Arden Quin. En la trama del arte constructivo, un recorrido que invita a redescubrir la obra de uno de los artistas más singulares del siglo XX. Curada por la doctora María Cristina Rossi, la muestra va más allá de una retrospectiva: propone una cartografía sensible que revela cómo Arden Quin concibió el arte como espacio de experimentación, pensamiento y juego compartido.
Nacido en Rivera en 1913, Carmelo Arden Quin comenzó su camino artístico influido por la visión de Joaquín Torres García, de quien adoptó la idea de que el arte debía ser una construcción colectiva, aunque nunca fue su discípulo formal. Desde temprano combinó la creación plástica con la reflexión escrita, los debates y los manifiestos, convencido de que la obra debía ser autónoma y no una mera representación de la realidad.
Su primera etapa se desarrolló entre Montevideo y Buenos Aires, a donde emigró a fin de la década de los 30 y se integró a una escena artística en plena efervescencia. En 1944 integró el grupo de artistas que fundó la revista Arturo, antecedente fundamental del arte concreto en el Río de la Plata, y poco después impulsó el Movimiento de Arte Concreto-Invención (MACI). De ese impulso nació el movimiento MADI, que proponía un arte geométrico, lúdico y participativo, dispuesto a cuestionar los límites del cuadro tradicional.
Arden Quin rompió con el marco rectangular, incorporó formas poligonales, superficies curvadas y pinturas transformables, invitando al espectador a interactuar, cuestionando los límites del cuadro. Su concepción de la geometría no era fría ni mecánica: estaba cargada de poesía, humor y juego, transformando la contemplación en un acto participativo.
Redes internacionales y experimentación con el lenguaje
En 1948, Arden Quin viajó a París para proyectar el movimiento MADI en el escenario internacional. Allí fundó el Centre de Recherches et d’Études MADI, que reunió a artistas franceses, latinoamericanos y de otras procedencias, y entabló relación con figuras clave de la vanguardia europea como Francis Picabia y Georges Vantongerloo. París se convirtió en su nodo de expansión: desde allí amplió sus vínculos, se acercó a las vanguardias ópticas y cinéticas y exploró el collage como estrategia de ruptura y recomposición del sentido.
Durante los años 50 alternó estadías entre Buenos Aires y París, promoviendo la Asociación Arte Nuevo y consolidando una red transnacional que unía artistas, ideas y exposiciones. Su curiosidad no se limitó a lo visual: incursionó en la poesía experimental con poemas móviles, en los que las palabras podían desplazarse en superficies transformables, anticipando la poesía concreta y la performance. El Centre de Recherches et d’Études MADI, concebido para la creación y exhibición grupal, incluyó artistas franceses, latinoamericanos y de otras procedencias.
Entre 1963 y 1966 dirigió la revista Ailleurs (En otra parte), que se convirtió en un espacio de encuentro para poetas experimentales, artistas visuales y críticos. Allí se mezclaron collages, escritura automática, humor y poesía visual, reflejando su convicción de que la palabra también podía ser materia plástica.
El MADI internacional y un arte para jugar
Lejos de retraerse con el paso de los años, Arden Quin, protagonizo en la década de los 80 una nueva expansión de su proyecto con la creación del Movimiento MADI Internacional, junto a Roger Neyrat y Volf Roitman. París se transforma entonces en un nodo privilegiado para su expansión.
Esta red sumó sedes y exposiciones en 1984 en Francia, Italia, Hungría, Brasil, Estados Unidos, Venezuela, Bélgica y Buenos Aires, incorporando nuevos materiales, colores vibrantes y un marcado espíritu lúdico. En esta etapa retomó y transformó las formas recortadas, los planos yuxtapuestos y las esculturas móviles de sus inicios, con una libertad creativa aún mayor. Las obras se convirtieron en cuadros-objeto, un cruce entre pintura, escultura y diseño, donde el espectador deja de ser pasivo y pasa a tocar, mover y ser coautor de la experiencia.
Aunque gran parte de su trayectoria se desarrolló en el exterior, Arden Quin mantuvo siempre vínculos con artistas uruguayos como Rhod Rothfuss, Volf Roitman y Bolívar Gaudín, confirmando que su proyecto nunca fue solitario: desde sus inicios, el diálogo y la colaboración fueron el motor de su obra. La exposición del MNAV permite comprender que para él el arte fue una forma de vida, una red de intercambio y una práctica en constante transformación, capaz de unir continentes, generaciones y lenguajes. Su legado nos recuerda que la geometría puede ser lúdica, que el color puede activar la imaginación y que el arte, en sus palabras y formas, es siempre un acto de invención compartida.
Arden Quin concibió el arte como lenguaje autónomo, pero también como juego y construcción colectiva, como activador de pensamiento.
La muestra Carmelo Arden Quin. En la trama del arte constructivo se puede visitar hasta el 28 de setiembre, de martes a domingos, de 13 a 20 horas, en el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo.
*Crítica de arte, miembro de AICA.