Uruguay, nunca fue un país con alta tasa de fecundidad. Desde la primera mitad del siglo XX, la tasa de natalidad en nuestro territorio estuvo entre las más bajas de América. No obstante, hasta el año 2004 la Tasa Global de Fecundidad (TGF: número de hijos por mujer) alcanzaba para reponer la población ya que en ese entonces era 2,13 y el límite por debajo del cual no es posible la reposición es 2,1.
Según el Instituto Nacional de Estadística, la TGF bajó entre 1996 y 2022, de 2,51 a 1,77 hijos por mujer. Paralelamente, entre 1996 y 2020 se redujeron los nacimientos un 39%. Lo más grave de esto es que el 69% de esa reducción se produjo entre 2015 y 2020. Pasamos de casi 59.000 nacimientos en 1996 a poco más de 35.000 en 2020. Buena parte de esta dramática reducción en los nacimientos puede ser consecuencia de los implantes anticonceptivos subdérmicos que se ofrecen a las adolescentes.
Por su parte, el índice de sobreenvejecimiento (el peso relativo de la población de 85 y más años en la población de 65 y más años) pasó de ser 9,62 en 1996, a 13,54 en 2020.
Algo hay que hacer ante la reducción de los nacimientos, el aumento del sobreenvejecimiento y ciertas señales de crisis en el sistema de seguridad social y en el sistema de salud. Y aunque en el Senado se aprobó por unanimidad la minuta propuesta por Cabildo Abierto para fomentar la natalidad, cierta corrección política es notoriamente contraria a este tipo de medidas.
La otra alternativa que existe para equilibrar la pirámide poblacional –estrecha en la base y ancha en el vértice– es que aumente la mortalidad de los ancianos. Y para ello, el proyecto de ley de eutanasia puede venir como anillo al dedo.
No afirmamos que el proyecto de legalización de la eutanasia tenga la intención de reducir la población de ancianos. Sí creemos que llega en el momento oportuno y que, tanto para las mutualistas como para la seguridad social, puede llegar a ser tentador a la hora de hacer números.
Un estudio realizado en Canadá muestra que desde que se legalizó la eutanasia a mediados de 2016, los costos de atención médica bajaron en ese país en casi 87 millones de dólares canadienses. “La reducción neta total en costos de la legislación actual más los ahorros incrementales del proyecto de ley C-7 sumarán 149 millones de dólares canadienses”, dice el informe. Esto es así porque los costos de atención durante el último año de vida y especialmente en el último mes son “desproporcionadamente altos”. ¿Cuánto? Según el informe, estos costos representan entre el 10 y el 20% de los costos sanitarios totales, a pesar de que los pacientes en esta etapa representan a cerca del 1% de la población.
Según parece, “la muerte administrada es menos costosa que la atención de pago por servicio y la supervivencia prolongada: cuanto antes muere un paciente, menos costoso es su cuidado”.
Por eso, Alex Schandenberg, director ejecutivo de Euthanasia Prevention Coalition, afirmó en una entrevista que se está creando “una mayor presión social para aceptar la eutanasia y el suicidio asistido”. “A esto se ha reducido la vida humana —sentencia—: dólares ahorrados al matar a alguien. Ahora, incluso se convierte en, ‘¿Cómo te atreves a seguir viviendo cuando tengo que pagar tus gastos?’”. En efecto, las personas mayores, se sienten presionadas a morir para no generar gastos a sus seres queridos.
Por su parte, Michel MacDonald de la Organización Católica para la Vida y la Familia opina que “es triste ver cómo se valora la vida humana en términos de su análisis de costo-beneficio con respecto al sistema de atención médica en Canadá”. Y remata: “La filosofía utilitaria subyacente del informe no hace justicia a la dignidad única de la persona humana, una dignidad que no puede reducirse a dólares y centavos”.
Las preguntas que surgen de este análisis son bastante obvias. ¿Qué modelo de sociedad queremos? ¿Uno en el que se nos valore por lo que somos, o uno en el que se nos valore por lo que producimos y/o por lo que costamos? ¿Por qué no concentrarnos en facilitar la llegada de más niños al banquete de la vida, en lugar de presionar a los ancianos para que se levanten de la mesa? ¿Estamos dispuestos a permitir que el utilitarismo triunfe sobre el respeto debido a la vida humana, a la dignidad humana? ¿Estamos dispuestos a vender nuestra humanidad al bajo precio de la necesidad? ¿Cuánto vale una vida humana? ¿Cuánto vale tu vida, amigo lector?
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